La nueva película de Quentin Tarantino está situada en Los Ángeles en 1969, justo cuando la Estrella de TV Rick Dalton (Leonardo DiCaprio) y quién ha sido su doble por muchos años, Cliff Booth (Brad Pitt) se enfrentan a los cambios en una industria que cada día reconocen menos. La 9na película del escritor y director cuenta con un gran elenco y múltiples historias que son un tributo a los últimos momentos de la época de oro de Hollywood.
Quentín Tarantino es un acérrimo cinéfilo desde que trabajó en un videoclub en su juventud, incluso antes de convertirse en director. En todos sus films aparecen citas a géneros clásicos o directores famosos y su último film que se acaba de estrenar parece ser un collage de referencias cinéfilas, incluso de sus propias películas como Bastardos sin gloria y de la industria de Hollywood, como su título lo indica.
No hay que confundir el término collage con pastiche (este último se refiere a una mezcla caótica). La nueva película de Tarantino es un collage que a su vez tiene una columna que enhebra todas sus líneas argumentales: cada aparición de la joven actriz Sharon Tate (encarnada por la ascendente Margot Robbie), esposa de Polanski y tristemente célebre por haber sido asesinada por el clan Mason en 1969, va creando el crescendo hacia el trágico desenlace.
Parece que en ese año, y posiblemente desencadenado por ese asesinato vinculado a la industria del cine, se terminó para siempre ese cine clásico de Hollywood de puro entretenimiento (westerns, comedias sofisticadas, musicales). El cine que vino en la siguiente década era mucho más realista, quizás influido por una mayor conciencia social (guerra de Vietnam, hippismo).La película de Tarantino parece recorrer la misma transición entre un tipo y otro de cine:la historia que sigue a los personajes que encarnan Di Caprio y Brad Pitt pertenece a ese Hollywood que encarnaba la fábrica de sueños. Cuando se acerca al desenlace ,en cambio, surge esa explosión de violencia que es la marca de estilo del director.
En sus films anteriores el espectador vivía estos finales apoteóticos como pura adrenalina sin culpa, aquí al basarse en un hecho real la violencia resulta mucho más brutal. Pero una vuelta de tuerca de este genial director, termina arrancándonos unas carcajadas a pesar de la brutalidad, porque al encuadrarla dentro de un marco de cine gore (como género de Hollywood también) y por su propia exageración, podemos no tomarlo tan en serio.
Una buena película, pero quizás solo disfrutable para cinéfilos y fans de Tarantino.
Por María Andrea Piazza