En un homenaje a nivel mundial que se hace en el 2020 por los cien años desde el nacimiento del genio de Fellini, también en Buenos Aires se ha hecho una muestra de su obra en el museo de Arte Decorativo y un re-estreno en cines de copias remasterizadas de 8 y medio y de Los Inútiles (homenaje que se ha visto afectado por interrupciones debido a la pandemia).
Fellini es dueño de un estilo único que bien merece ser re-visto: su obra surge con la influencia del neo-realismo italiano pero él ha sabido combinar con un toque mágico el realismo de su tierra y sus arquetipos con lo fantástico y lo grotesco como nadie más ha hecho. El cine de Federico puede ser considerado como una auto-biografía de la que es difícil distinguir qué es realidad y qué es sueño.
Por ejemplo el personaje encarnado por Marcello Mastroianni en 8 y medio (1963) actúa de alter-ego del propio director.. Mastroianni hace el rol de un director de cine que atraviesa una crisis de creatividad e intenta inútilmente hacer una nueva película. En esta situación, empieza a revisar los hechos más importantes de su vida y a recordar a todas las mujeres a las que ha amado. Un film inolvidable que funciona como auto crítica de la presuntuosidad y la inmadurez del propio Fellini.
Diez años antes de esta obra maestra llegaba Los Inútiles (1953), recientemente re-estrenada en nuestras salas, protagonizada por Alberto Sordi y Riccardo Fellini (el hermano del director de gran parecido con él). Es evidente el carácter autobiográfico, más realista en este caso; en el retrato de este grupo de amigos inmaduros (pese a rondar la treintena) amantes del ocio, de la diversión, de una existencia absolutamente inactiva, que ven pasar sus días y noches en las calles y cafés de su pueblo en la costa adriática italiana. Sin embargo, por distintos acontecimientos, sus vidas llegarán a un punto crucial en donde tendrán que tomar decisiones. Para ellos, solo existe el camino de la resignación o la huída hacia un destino totalmente incierto. En este retrato de un pueblo anquilosado con su toque de amargura y nostalgia (como sería el pueblo natal del director, Rimini), sus desventurados personajes con sus vicios son siempre, en el fondo, queribles.
Los personajes fellinianos siempre llevan máscaras que esconden su verdadero rostro y sus frustraciones. Aún en sus films más realistas, como Los Inútiles, siempre hay lugar a escenas más surrealistas (lo que ha sido llamado el toque felliniano): aquí es la del carnaval, fiesta colectiva de descontrol, de escape y de vestir disfraces. En esta escena, Alberto Sordi, disfrazado grotescamente de mujer, se bambolea totalmente borracho arrastrando la gigantesca cabeza de un muñeco de carnaval, en una simbólica imagen que separa la máscara del personaje (eterno payaso del grupo) y su frustración e indefensión interior. En ese momento festivo donde la gente se libera de represiones y roles impuestos, surge espontáneamente la patética situación del personaje.
Lo circense, el carnaval, lo lúdico son una constante en la obra del director italiano que actúan como un espejo grotesco, pero espejo al fin, de una dolorosa realidad. Originado dentro del neorrealismo, este demiurgo genial ha sabido introducir el artificio dentro del retrato costumbrista como dos aspectos que se conjugan dentro del cine y, por supuesto también, en la vida misma.
por Lic. María Andrea Piazza