Sin desmerecer el hecho que la Junta Provisional Gubernativa iba a consultar a los pueblos del interior, nadie puede negar que el movimiento del 25 de mayo es una fecha netamente porteña y como tal fue celebrada con el mayor regocijo, siendo de algún modo mucho más importantes en lo que hace a celebraciones las del centenario, sesquicentenario y bicentenario, que las de 1916, 1966 y 2016 bastante opacas por cierto.
Juan Manuel Beruti un destacado testigo de la primera celebración nos da una interesante descripción de esa solemnidad. “Por la mañana volvió a salir el Real Estandarte y se dirigió a la iglesia catedral, donde se hizo una misa de gracias con sermón en la que pontificó el ilustrísimo obispo, habiendo en la tarde anterior en lugar de vísperas cantándose el tedeum, cuyo cántico y misa de gracias se hizo en acción de gracias del cumpleaños, que en igual día fue la instalación de nuestra Junta; la cual función se efectuó con la mayor magnificencia posible”.
Durante cuatro días iluminación general, hubo muchas salvas de artillería, repique de campanas, fuegos artificiales e “infinitas diversiones, como de mojigangas, máscaras, danzas y bailes, con lo que estuvo la ciudad muy alegre, no habiéndose visto nunca en esta capital iluminación más cumplida, por la variedad de ella y costo, pues ardían en muchas partes hachas de cera, en otras, vasos de colores y en otras, faroles de vistosa construcción”.
Pero sin duda este párrafo es la génesis de nuestro primer monumento: “En este mismo se construyó la gran pirámide que decora la Plaza Mayor de esta capital y recuerda los triunfos a la posteridad de esta ciudad, la que se principió a levantar sus cimientos el 6 de abril último; pero aunque no está adornada con los jeroglíficos, enrejados y adorno que debe tener por la cortedad del tiempo se ha mediado, sin embargo a los cuatro frentes provisionalmente se le puso una décima en verso, alusiva a la obra y victorias que han ganado las valerosas tropas de esta inmortal ciudad, y las que esperaban ganar en defensa de su patria, su libertad, y de las banderas que juraron defender; las que de todos los cuerpos se pusieron a los cuatro frentes sobre las gradas de la pirámide sobre pedestales que se pusieron al efecto, cuyas banderas y estandartes estuvieron adornando dicha obra los cuatro días de las funciones, poniéndose desde las ocho de la mañana con sus correspondientes guardias por cada uno de sus cuerpos hasta las ocho de la noche que las retiraban a sus cuarteles; estando éstas alumbradas para la vista del público, lo que era la noche por una porción de hachas de cera, que a sus cuatro frentes de la misma pirámide ardían”.
Testimonio que continúa con las descripciones de numerosas fiestas, la participación del pueblo y el orden “no habiendo habido en tanto bullicio de gentes, la menor cuestión ni avería, que es cosa de extrañar pues por lo general en estos concursos no faltan desgracias, pero como todo se dirigía a celebrar el cumpleaños de la instalación de nuestra Junta, estaba la gente fuera de sí y no pensaba en otra cosa sino en divertirse hermanablemente”. Claro que los cabildantes de entonces conocían la idiosincrasia de los porteños y el orden seguramente estuvo dado porque “para el mejor orden de las oraciones, por bando público se mandaron cerrar todas las tabernas o casa pública de venta de bebidas fuertes, saliendo muchas patrullas rondando la ciudad, y sus alcaldes de barrio”. Como se ve el populismo barato estaba fuera de la mentalidad de aquellos hombres.
Hasta hace algunas décadas las autoridades locales salían los días patrios a primera hora desde el edificio, encabezados por el intendente o el Jefe de Gobierno, acompañando una cureña en la que iba el cofre con la bandera para ser izado en el mástil de la Plaza de Mayo. Lo acompañaban los secretarios municipales, concejales devenidos actualmente en legisladores, delegaciones de las fuerzas armadas y de seguridad, uno de los obispos auxiliares, y los alumnos de las escuelas municipales Raggio y de otros establecimientos. Con los acordes del Himno Nacional Argentino interpretado por el Regimiento de Patricios (escolta de la ciudad) se izaba al tope el pabellón, de regreso se compartía el tradicional chocolate y por la tarde el Secretario de Gobierno arriaba el pabellón en solemne ceremonia. Y además aunque parezca mentira vestidos como corresponde!!! no como en los últimos que parecen vestidos para un encuentro entre amigos más que para una ceremonia de tanto simbolismo.
Idéntica ceremonia se hacía en la residencia presidencial de Olivos con el toque de diana por los Granaderos, el saludo del primer magistrado y el izamiento de la bandera, para continuar después en el tradicional Tedeum, la visita al histórico Cabildo y la parada militar. Todo ello quedó en el olvido, año tras año por distintas razones, y el pasado y este por la pandemia, son tradiciones que si estaban perdidas, se volverán sólo un recuerdo en la memoria de los que vivimos un tiempo mejor.
Hace muchos años le dije a un presidente que se cometía un error el 25 de mayo, en colocar flores delante del mausoleo de San Martín, porque el prócer nada tuvo que ver con esta Revolución, por más Padre de la Patria y el respeto que nos merezca como tal. Si podría ser el 9 de julio, ya que con la Independencia es innegable su acicate a los diputados como el de Manuel Belgrano. El verdadero homenaje debiera hacerlo cuando sale de la Casa de Gobierno hacia la Catedral, girando 40 metros a la izquierda ante la Pirámide de Mayo, el primer monumento de la Patria, levantado por nuestros padres fundadores. Lamentablemente faltaba poco tiempo para el fin de su mandato y el proyecto quedó en el olvido, pero recuerdo que me acompañó en esa patriótica tarea el doctor Rafael Saiegh, hombre cercano a los amigos y al mismo presidente, como que se lo dijimos después del cambio de guardia en el Cabildo, como dijimos cuando los presidentes lo visitaban!!!
Como aquellas fechas Patrias que si alguien las supo celebrar con la elegancia y el sentimiento patriótico fue el Club del Progreso, que sigue manteniendo el faro luminoso de aquellos días que nos enorgullecen a los argentinos.
por Roberto Elissalde