En estos días se ha conmemorado en París, en el mundo y también en Buenos Aires el centenario del armisticio que puso fin a la primera gran contienda mundial. También muchos medios se hicieron eco de los actos realizados, y notas sobre sus protagonistas. No estuvo ausente en ellas la participación de la comunidad argentina a iniciativa de los médicos Enrique Bertervide, Horacio Martínez Leanes, Rodolfo Quesada Pacheco y Rafael Cisneros, que perfeccionaban sus estudios en París de crear el Hospital Argentino en París, gestiones que contaron con el apoyo de nuestro ministro en Francia doctor Marcelo T. de Alvear.
Sin embargo hubo una mujer que ofreció su residencia en Brunoy a 20 kilómetros de la capital francesa para instalar un hospital de sangre, nos referimos a doña Josefa Dominga Balcarce y San Martín de Gutiérrez Estrada.
Esta señora nació en Grand Bourg la residencia de su abuelo el general don José de San Martín a orillas del Sena un 14 de julio de 1836, era la segunda hija del matrimonio de Mariano Balcarce y Mercedes San Martín. A poco de su nacimiento el abuelo le escribía a su amigo Pedro Molina: “Mis hijos llegaron con buena salud a fines de junio pasado, y a los pocos días la mendocina (como llamaba a su hija) dio a luz a una niña muy robusta: aquí me tiene usted con dos nietecitas cuyas gracias no dejan de contribuir a hacerme más llevaderos mis viejos días”. Su infancia y la de su hermana María Mercedes, transcurrió cerca del Libertador ya que siempre vivieron juntos. El tío de las niñas Florencio Balcarce que estudiaba en París y frecuentaba la familia, así describió la vida hogareña: Tengo el placer de ver la familia -de San Martín- un domingo sí y otro no. Iría todas las semanas si los buques de vapor estuvieran del todo establecidos. El general goza a más no poder de esa vida solitaria y tranquila que tanto ambiciona. Mercedes se pasa la vida lidiando con las chiquitas que están cada vez más traviesas. Pepa sobre todo, anda por todas partes levantando una pierna para hacer lo que llama volatín; pero entiende muy bien el español y el francés. Merceditas está en la grande empresa de volver a aprender el a-b-c que tenía olvidado; pero el General siempre repite la observación de que no la ha visto un segundo quieta”.
En 1854 la familia Balcarce compró una residencia en Brunoy llamada “Le Petit Chateau”. En 1860 la hija mayor María Mercedes, murió soltera poco antes de cumplir 27 años. Sus padres mandaron construir para ella una bóveda en el cementerio de Brunoy y el 21 de noviembre de 1861, trasladaron también allí los restos del general San Martín. Ese mismo año Josefa Dominga casó con el diplomático mexicano Fernando Mariano de los Dolores Vicente Jacinto Cleofás Gutiérrez de Estrada y Gómez de la Cortina, con quien no tuvo descendencia. Mercedes San Martín falleció el 28 de febrero de 1875 y don Mariano Balcarce el 20 de febrero de 1885. Desde entonces el matrimonio Gutiérrez Estrada – Balcarce quedaron solos en el castillo de Brunoy.
Durante esos años ella tuvo contacto con muchos argentinos, entre otros con el general Mitre, al que entregó toda la documentación que poseía de su abuelo, quien le retribuyó con su monumental obra a lo que ella contestó: “a estos sentimientos (de aprecio) se agrega toda mi gratitud por el monumento imperecedero que usted ha levando a la memoria de mi abuelo, el general San Martín “. A don Adolfo P. Carranza, director del Museo Histórico Nacional a quien hizo llegar muchas de las pertenencias de su abuelo con destino a ese repositorio, entre otras el dormitorio al que adjuntó un plano de la disposición de los muebles, para que pudiera presentarse con la misma disposición con que se encontraban en la casa de Boulogne Sur Mer, le escribió: “En vista de todos estos patrióticos empeños que tanto honran la memoria de mi venerado abuelo, he decidido -prescindiendo de mis sentimientos íntimos- conforme lo participo a Ud. por la presente, donar desde ahora al Museo Histórico Nacional no sólo todos los muebles de mi abuelo que conservaba yo religiosamente en el mismo orden que guardaban en su cuarto en vida de él”. También trató a su pariente monseñor Juan Nepomuceno Terrero Escalada, obispo auxiliar de Buenos Aires y segundo diocesano de La Plata a quien entregó una de las condecoraciones de San Martín, cuyas piedras preciosas las lució en su cruz pectoral, las que a su muerte quedaron en poder del Arzobispado platense y hoy ornamentan la custodia de la catedral local. Un interesante lote de fotocopias de cartas de ella al prelado tenemos en nuestro archivo personal.
El 24 de noviembre de 1904, falleció su marido. Sin descendencia los cónyuges habían acordado aplicar su fortuna para crear una fundación de ayuda a los más humildes. La residencia “Le Petit Chateau” se modificó para convertirse en una residencia de ancianos, su parque se convirtió en huerto de frutas y verduras para dar de comer a los desocupados y se construyeron anexos a la propiedad para crear una clínica quirúrgica donde atender y operar gratuitamente a quienes no tenían posibilidades económicas. Las religiosas de la Congregación de la Sagresse ayudaron a la munificente matrona en la administración y atención de la institución de caridad.
En 1914 cuando estalló la Primera Guerra Mundial en el pueblo de Brunoy la fundación se convirtió en hospital de campaña adonde eran evacuados los heridos del frente. “Madame Pepá” como se la llamaba siguió administrando y ocupándose de los heridos en combate. Allí se instaló la clínica quirúrgica Nº 89 considerada un modelo de atención durante la guerra.
Un día doña Josefa encontró frente a su casa un carro lleno de soldados heridos. Preguntó a un oficial francés porque no los entraba; este le respondió que eran soldados alemanes. ¿Están heridos? Inquirió. Y sin esperar respuesta ordenó ¡Pues entonces, éntrelos! Durante toda la guerra, la labor humanitaria de Josefa Balcarce fue incesante, contando siempre con el apoyo de sus colaboradores y del doctor Ladroitte.
A mediados de 1918 el ejército alemán atacó en la que sería conocida como la segunda batalla del Marne. “El plan consistía en un ataque demoledor de la artillería que ampliaba su radio de alcance a razón de un kilómetro por hora, seguido de un bombardeo de gas venenoso y el inmediato ataque de tropas de asalto para tomar posiciones y luego el avance del grueso de la infantería para consolidar lo ganado. El ataque fue tan brutal y efectivo que en un solo día avanzaron 20 kilómetros rompiendo todo el frente Aliado desde Bélgica hasta la frontera suiza. Ante tamaña debacle se dio la orden de retirada general hacia París debiendo abandonarse todo lo que no se pudiese trasladar con presteza, incluso los heridos graves”. La orden de retirada llegó al hospital de Brunoy e inmediatamente las tropas y la población se pusieron en marcha. Pero doña Josefa no dejó su casa ni abandonó a los heridos graves junto con el doctor Ladroitte.
Hace casi un siglo después del armisticio ella y el médico fueron condecorados por la Cruz Roja por su labor humanitaria y el general Le Long del Estado Mayor francés, en una ceremonia a la que concurrió todo el pueblo les otorgó la Legión de Honor en grado militar. La más alta distinción para los héroes de Francia. El día de la ceremonia, algunos soldados tomaron una sábana e hicieron un cartel que colgaron en el frente del Petit Chateau. Ese cartel decía: “Gracias señora, usted es mas valiente que nosotros”.
Y nuevamente su vida con la Fundación Gutiérrez Estrada, a la que por testamento entregó en administración a la Societé Philantropique de París, cuya labor continúa hasta hoy en la EHPAD (Establecimiento de alojamiento para personas mayores dependientes) Gutiérrez de Estrada, en el 28 de la avenida Bellevue. Su generosidad fue también con el Patronato de la Infancia al que legó sus bienes en la Argentina.
Falleció el 17 de abril de 1924 y el pueblo de Brunoy acompañó sus restos hasta el panteón familiar, una plaza de la localidad cuya foto reproducimos lleva su nombre.