Autor: Eduardo A. Sadous
Tras la crisis que sufrió nuestro país en 2001 y el aislamiento internacional que se siguió en los doce años y medio de los tres gobiernos kirchneristas, la Argentina se ha reintegrado al mundo a partir de diciembre de 2015.
Una activa política de viajes presidenciales a diversos países de Europa, los Estados Unidos, China y Japón, así como la recepción en Buenos Aires de importantes líderes como Barack Obama, François Hollande, Matteo Renzi, Ángela Merkel y numerosos jefes de Etado o de Gobierno de otras naciones del mundo han vuelto a poner a la República Argentina en el primer plano mundial.
El mundo con que se ha encontrado el nuevo gobierno nacional es un mundo con dos actores centrales, los Estados Unidos y la República Popular China, con los que se han fortalecido significativamente los vínculos bilaterales, en el caso del primero de ellos tanto con las administraciones Obama como con la del presidente Trump. En el caso de Beijing. ello quedó claramente demostrado al ser el presidente Macri el único jefe de estado latinoamericano, junto con la presidenta Bachelet, de Chile, en ser invitados por el presidente Xi Jinping al lanzamiento del más ambicioso proyecto de infraestructura global, el One Belt One Road, que conectará al coloso asiático con Europa y el Medio Oriente.
Pero este mundo ya no es más unipolar como lo fue desde la caída del Muro de Berlín hasta el surgimiento de China, donde pasó a ser bipolar.
Hoy hay una importante serie de naciones que están al tope del podio mundial y que se encuentran en diversas partes del planeta. Entre esas importantes potencias se encuentran la India, que en poco tiempo superará a China como el país más poblado del mundo y cuya economía goza de un gran dinamismo, Rusia, gran productor petrolero y gasífero con una fuerte presencia en Asia central y el Medio Oriente, Turquía, de importante desarrollo industrial y con fuertes inversiones en Asia central y el mundo árabe, Brasil, en nuestro continente y que, a pesar de su reciente crisis, de la que está saliendo, es un muy relevante actor en nuestro Continente, en África y otras regiones, udáfrica, con fuerte implantación en su región, y también Irán, que se ha convertido en la gran potencia del Medio Oriente, en gran parte debido a los ereores estratégicos de los Estados Unidos. Obviamente que actores tradicionales como Alemania, hoy cabeza indiscutible de la Unión Europea, el Reino Unido que, tras el Brexit, jugará fuera del agrupamiento comunitario, Francia e Italia seguirán siendo actores centrales en el nuevo tablero internacional.
En ese difícil tablero le toca jugar al presidente Macri. La Argentina, como importante proveedor de alimentos, ubicado en la periferia del mundo, debe ser un “global player”, manteniendo las mejores relaciones con todas las naciones del planeta. En ese sentido el pedido de incorporación a la OCDE, organismo que agrupa a las principales economías del mundo, y las próximas reuniones a realizarse en Buenos Aires, la Ministerial de la Organización Mundial de Comercio este año, y la Cumbre del G-20 a fines de 2018, son oportunidades únicas de demostrar nuestro deseo de insertarnos definitivamente en el mundo globalizado en el que debemos actuar. La reciente autorización de Washington para el ingreso de limones argentinos a Estados Unidos, el reingreso de nuestro biodiesel a la Unión Europea como consecuencia de un panel ganado en la OMC son algunas medidas positivas que reflejan esa reinserción de nuestra país.
Es imperioso desarrollar, de aquí a diciembre de 2019, y más allá si fuera posible una política exterior muy activa en Asia y Africa que son dos áreas donde la Argentina tiene un importante potencial de desarrollo de sus exportaciones, tanto tradicionales como de aquellas tecnológicas.
No hay que olvidar en este último sentido que le hemos vendido un reactor nuclear a Australia, decenas de grúas portacontenedores a Malasia, maquinaria agrícola a países de América Latina y Africa.
Creo que sería muy importante que se trabaje en conjunto entre el Gobierno, el sector empresarial y el académico para fijar políticas comunes y consensuadas en materia de inserción argentina en regiones no tradicionales (Asia, África, Medio Oriente). En ese sentido, el relanzamiento del Comité Nacional para Asia y el Pacífico (CONAPAC) en noviembre de 2016 por la entonces canciller Malcorra, donde interactúan gobierno, empresarios y académicos en ese sentido indicado, es un buen comienzo.
Nuestro país debe recuperar los niveles que tuvo de presencia internacional en las épocas en que figurábamos entre las diez economías más importantes del mundo. Hoy el desafío está en nuestras manos para salir de esta postración que ya lleva demasiado tiempo.