Miguel de Unamuno, en “Del sentimiento trágico de la vida” nos dice: “Ni a un hombre, ni a un pueblo, -que es, en cierto sentido, un hombre también- se le puede exigir un cambio que rompa la unidad y la continuidad de su persona”.
Pensábamos esto a propósito de tantos cambios tan extraordinarios que han sucedido, (y que siguen sucediendo) en los últimos tiempos, pero sobre todo en algo que, súbitamente, se nos ocurrió al contemplar el edificio de Grand Bourg, en el bellísimo enclave de Palermo Chico: ¿La Argentina, no es más sanmartiniana?
Ignoramos qué fundamentos históricos han avalado esta misteriosa adscripción ideológica tan en boga en ciertos sectores, y que significaría, en la práctica, una reinterpretación de nuestra historia, lógicamente, en lo atinente a las figuras de San Martín y de Bolívar. ¿Será este último el nuevo Padre de la Patria…?
¿Y cómo se concilia tal supuesto con la apoteótica llegada de los restos del general San Martín a Buenos Aires, para su descanso definitivo en la Catedral de la Ciudad de Buenos Aires?
Ni que hablar que, setenta años más tarde al cumplirse el centenario de su fallecimiento, el gobierno del General Perón declara a 1950 como Año del Libertador General San Martín, dando este nombre a la Avenida que todos conocemos, y que va desde su cruce con Maipú hasta San Isidro, en la provincia de Buenos Aires.
El edificio que mencionamos, por supuesto, está ubicado en Ramón Castilla 2891. Fue donado, para sede del Instituto Nacional Sanmartiniano por la Sra. Manuela Stegmann, viuda del escritor, historiador y fundador del Instituto en 1933, José Pacífico Otero.
La entonces Municipalidad de Buenos Aires, cedió el terreno y allí comenzó, en 1941, la construcción del edificio, que es réplica aumentada en un tercio, de la residencia que adquirió el Libertador en las afueras de París, y en la que vivió hasta 1848, cuando se muda a la que sería su última morada en Boulogne-Sur-Mer, falleciendo allí el 17 de agosto de 1850. Hoy un feriado más, al parecer, muy útil para completar un fin de semana largo.
Fue inaugurado en 1946, y desde entonces, el entorno y el interior, han sido ornados con monumentos que recuerdan a la familia de San Martín y a sus principales colaboradores en la épica Campaña de los Andes.
Réplica del sable corvo del General San Martín
Apena descubrir que solo exista una pequeña sala para contemplar algunas pocas pertenencias del padre de nuestra patria (la mayoría son réplicas) y no se haya aprovechado ni la inmejorable ubicación ni los generosos metros de la casa para crear el museo que nuestro ilustre prohombre merecería tener en la capital argentina. Pero nunca es tarde.
Sería interesante escuchar la opinión de la Institución, como organismo idóneo, con respecto a las preguntas que hemos planteado.
Al melancólico verso de Borges…”yo viví en una ciudad que también se llamaba Buenos Aires”, podríamos completarlo…”yo viví en un país, que también se llamaba Argentina.
por Enrique Espina Rawson / Fotos: Iuri Izrastzoff
Comentarios por Carolina Lascano