Es sabido, pero poco reconocido, que las clases medias constituyen la ‘espina dorsal’ de sus países y de su reconocida grandeza antigua, moderna y contemporánea, respecto de nuestras etapas de civilización y cultura.
La historia nos da numerosos ejemplos. Como una rápida pero no menos contundente ilustración, aunque por cierto lamentablemente incompleta enumeración, traigamos a la memoria a Homero, Sócrates, Platón Aristóteles, Arquímedes, Hipócrates, Tucídedes y Pericles; Horacio, Virgilio, Leonardo da Vinci, Michelangelo Buonarotti, Filippo Brunelleschi, Tiepolo, Niccolò Machiavelli, Dante Alighieri, Bocaccio, Petrarca, D’Annunzio, Umberto Eco, Loris Zanatta, Verdi, Puccini, Leoncavallo, Roberto Di Stefano, Mario del Monaco, Renata Tebaldi, Mirella Frenni, Luciano Pavarotti, Arturo Toscanini, Claudio Abbado; Shakespeare, Newton, Samuel Johnson, Santo Tomás Moro, Hobbes, Locke, Adam Smith, David Hume, James Watt, David Ricardo, Malthus, John Stuart Mill, Gainsborough, Joshua Reynolds, Turner, Dante Gabriel Rosetti, Bacon; Descartes, Voltaire, Diderot, Molière, Racine, Corneille, François Quesnay, Blaise Pascal, Berlioz, Camille Saint-Säns; Claude Debussy, Maurice Ravel, Proudhon, Jean Louis Pasteur, Madame Curie, Jean Jacques Rousseau, Henri Bergson, Ëmile Durkheim, Auguste Compte 1, Degas, Renoir, Cezanne, Matisse, Napoleon Bonaparte; Cervantes, Lope de Vega, Gregorio Marañon (ver su padre, Manuel Marañon), Velasquez, Goya, Picasso, Miró, Juan Gris, García Lorca, José Ortega y Gasset, Camilo José Cela, Placido Domingo; Rubens, van Dyck, Memling, van Eyck, Rembrandt, Vermeer, Magritte, Spinoza; Kant, Leibniz, Goethe, Schiller, Schopenhauer, Nietszche, Heidegger, Bach, Beethoven, Schuman, Schubert, Wagner, Brahms, Richard Strauss, Durero, Franz Hals, Mies van der Rohe; KIrkegaard; Klimt, Freud, Jung, Einstein, Bertalanffy, Wittgenstein, Gödel, Von Neuman, Gustav Mahler, Kandinsky, Schönberg, Chopin, Liszt, Bartok, Dvorak, Smetana, Rafael Kubelik, Vaclav Havel; Norbert Wiener; Humberto Maturana; Washington, Alexander Hamilton, Franklin, John y Samuel Adams, Jefferson, James Madison, Eishenhower, Kennedy, Nixon, Kissinger, Obama; muy incompleta lista, sin olvidar a Marx, Engels, Lenin, Stalin, Trotsky, Mao Tse Tung, Deng Xiao Pin, Fidel y Raúl Castro, y sigue cuasi – kilometricamente ….
En Argentina, y no debemos chocarnos en absoluto: San Martin, Belgrano, Alberdi, Sarmiento, Pellegrini, Joaquín V. Gonzalez (?), José Ingenieros, Leopoldo Marechal, Macedonio Fernandez (?), Leopoldo Lugones (?), Hipólito Yrigoyen, Lisandro de la Torre (?), Frondizi, Illia, Balbín, Juan Domingo Perón, Eva Duarte de Perón, Isabelita Martínez de Perón, Favaloro, Houssay, Milstein, Jorge Sabato, Carlos Gardel, Discepolo (“Cambalache”, compuesto en 1934, por tanto nuestros males son indiscutiblemente bastante anteriores a 1943 – 1945), Canaro, Troilo, Homero Manzi, Mariano Mores, Astor Piazzola, Juan Manuel Fangio, Nini Marshall, Luis Sandrini, Norma Leandro, Luis Brandoni, Oscar Martinez, Ricardo Darín, Juan José Campanella, Spilimbergo, Pettoruti, Basaldúa, Soldi, Xul Solar, Luis Saslavski, Quino, Tato Bores, Antonio Gasalla, Les Luthiers, Roberto Moldavsky, Ezequiel Martinez Estrada, Eduardo Mallea, Ernesto Sabato, Julio Cortazar, Francisco Luis Bernárdez, Carlos Mastronardi, Felix Luna, José Luis Romero, Juan José Sebrelli, Santiago Kovadloff, Nacha Guevara, Martha Argerich, Bruno Gelber, Julio Bocca, Carlos Guastavino, Alberto Ginastera, Juan José Castro, Clorindo Testa, Sergio Renan, Luis Ovsejevich, (la lista es muy incompleta y se pueden mirar los premios Konex que constityen un excelente conjunto, anualmente actualizado!!)
No cabe duda que en la construcción del esplendor europeo, al igual que del nuestro, nuestra clase media contribuyó desempeñando un papel esencial e incluso crucial, en proyectarnos a la vanguardia del progreso económico y avance social en el mundo, aunque también – lamentable resulta decirlo – en desandar ese certero camino y progresivamente socavándolo a partir de una ‘artificial’ línea divisoria, hecha ya carne en nuestra consideración del pasado. Pero en honor a la realidad, es necesario reconocer que dicha línea es de inspiración antojadizamente política. Desde antes de los años 1930’s, Discépolo encontró perfecta inspiración para escribir su nítida y acertada semblanza de nuestro país, la inspirada letra de su insuperable tango “Cambalache”, con el que describe el cuasi-total abandono de los principios y valores que hicieron prosperar, como nunca entonces y lamentablmente hasta el presente, a la Argentina que todos los argentinos de honra aspiramos revivir, adaptado a las circunstancias de hoy.
Nuestra decadencia como país, como podemos ver, no se origina pero si se establece en una línea de corte más político que objetiva, en la década de 1940. En parte por la desmedida intromisión en la política por nuestros militares, valga como un ejemplo nuestra absurda neutralidad en la IIGM que tampoco se origina con ellos, sino que viene de malos entendidos y erróneos posicionamientos anteriores, producto de – reconozcamos – una infantil soberbia en lo internacional por parte de nuestra clase dirigente que quiso competir contra los EEUU de entonces y nada menos que por ‘quedar bien’ con el Reino Unido – qué ironías de la historia respecto de Malvinas, en torno a un siglo posterior!
Sobrevino entonces la demagógica adulación y manipuleo del proletariado, acelerándose no sólo el socavamiento de las bases y fundamentos de la prosperidad económica y progreso social de nuestra clase media, sino también de los beneficios que del avance de esta última se venían trasvasando a nuestra clase obrera, que se habrían incluso mejorado – sin dudarlo – en benficio de su sana pujanza por un mayor y merecido bienestar económico, al igual que de avance social.
En cambio, hemos llegado a la apremiante situación actual, en que nuestros sectores de menores medios que la clase media viven hacinados, sin desagues pluviales o cloacales, a la éspera de una dádiva cada vez menor en valor real adquisitivo que la inmediata anterior, haciéndoseles creer que su bienestar depende de la caridad que ‘generosamente’ el Estado les dipensa, mientras que la ‘tajada del león’ se la apropia el poder político de turno.
Esta más que grave falta de respeto a la persona humana en sus derechos fundamentales, tanto de los desposeídos como de nuestra clase media, no verá su fin mientras no revaloricemos a esta última y la convirtamos en uno de los principales campos de acción política, económica y social – conjuntamente sin dudarlo – con nuestra clase baja y la más desposeída.
Es ella, nuestra clase media, sobre la cual debemos concentrar esfuerzos en demostración de una genuina e inteligente democracia republicana. Por que será desde ella que podremos volver a aglutinarnos como país serio y regresalo a su camino de genuino bienestar social, a través de su progreso económico que, sin excepciones, rendundará en beneficio general.
A no dudarlo, progreso que redundaría en rápido mejoramiento de nuestra clase baja, que tampoco pondría trabas al avance y progreso de nuestro agro – hoy en su indiscutible mayoría integrado por nuestra clase media rural – como también de nuestro sector empresarial alto, cuenta habida de las sensatas y razonables ‘reglas de juego’ económicas y laborales que todo país serio en el mundo, ha encarado y sigue haciéndolo con muy superior realismo que el nuestro y sana conciencia social.
Los principios y valores intrínsecos de la clase media, tanto en nuestro país como en la del mundo desarollado, son ni más ni menos que los del respeto a la libertad, a la seguridad, a la educación, a la cultura en el genuino sentido de la palabra, a la honestidad y al progreso en base al verdadero mérito y no al ‘amiguismo’. También y en igual medida, al respeto la propiedad privada, a la democracia republicana o parlametaria, y a las instituciones derivadas de la división de poderes constitucional.
Son esos los principios y valores que nuestra clase política, educacional y periodística debe fomentar y propagar. De los tres actores mencionados, el primero, con excepciones, ‘deambula’ o falla en expresarlos con la conveniente precisión y contenido ‘operacional’, es decir, del ‘como’ de su concreción para su puesta en práctica. El segundo está en su práctica totalidad subvertido, a nivel estadual, en cuanto la formación de valores con verdadero sentido patrio, no ‘chauvinistas’ y del concreto y auténtico ‘interés nacional’. Y el tercero, nos ofrece en no pocos de ellos, el constructivo especáculo a diario de la existencia de una genuina oposición.
Recientes artículos periodísticos dan lastimosa cuenta de jóvenes egresados y de profesionales en sus comienzos o incluso en la mitad de su avance empresarial, quienes con no demasiadas excepciones, están indagando, si es que no ya en proceso de concretar, su emigración hacia países en que sus legítimas aspiraciones de progreso, formar familia o asegurar un futuro digno y serio a sus hijos, pueda tener lugar. Incluso de entre ellos, hubo algunos que dijeron ‘¿¡cómo voy a pensar en comprar una casa cuando ni siquiera puedo adquirir más de U$S 200 (doscientos dólares)?!.
Con la clase política, nos topamos en la Argentina – salvo verdaderas excepciones – con un problema semántico. Un hablar plagado de lo que en la actualidad suenan como ‘arcaicismos’ que, aunque inspirados en una muy buena voluntad, carecen del ‘inmediato’ sentido práctico, al que aspiran expresar, por su alejado nivel de ‘concreción’ dada nuestra ya casi enajenada realidad económica y social.
Hablar hoy en política de ‘libertad de mercado’, respeto a la ‘propiedad privada’, a la ‘libertad’, a los ‘derechos humanos’, a la ‘seguridad’, la ‘educación’ y a la ‘salud’, es casi rayano – penosamnte admitamos – con la ciencia ficción. Lo mismo que del ‘equilibrio’ en el valor de las divisas extranjeras.
Nada de eso, en nuestra clase media, hace alusión directa a un mercado redituable del trabajo con empleos que aseguren prosperidad, no sólo para la compra de una vivienda propia, el pago de la escuela, colegios y universidades de sus hijos, dada la incustionable descomposición de estos tres a nivel estadual; al ‘pago del supermercado’ llegado el fin de mes; a la libertad para realizarse como personas creativas y aportantes a la realización individual, social y cultural; a la seguridad de sus familias y de la propia personal.
Todo esos enunciados en una myoría en la política de hoy, resultan demasiado elevados en su nivel de abstracción para quienes el vivir, no para existir, sino sobrevivir, exige lidiar con la realidad cuotidiana. Y esto va tanto para las clases medias como para las más precarias en su condición económica y social. En los hechos, tales enunciados vienen a ser mayormente comprensibles para los oídos y la mentalidad del alto nivel empresarial.
No obstante y sin que existan dudas, gran parte de los integrantes de la clase política a la que nos referimos, mencionan expresa y favorablemente a la clase media y sin escatimar su preocupación por ella, pero – sin menoscabar la sinceridad con que se expresan – siquiera esbozar atisbos de políticas concretas que vayan en línea con las preocupaciones del diario vivir. Y, consecuentemente, por carácter transitivo, con quienes padecen aún menos recursos para hacer frente a su realidad.
El Club del Progreso emerge así, como el sitio y foro ideal por su esclarecida membrecía política y social, para iniciar un emprendimiento tipo ‘laboratorio o think-tanks’ o si se pefiere ‘usina de ideas’, con la finalidad de apoyar y promover actividades, proyectos y políticas que, sin dudarlo, llegarían a ser altamente beneficiosa para el país. Beneficiosa también, por cierto, para quienes sin ser parte de nuestra clase media, por estar menos bien posicionados económica y socialmente, son igualmente dignos compatriotas merecedores de su digno presente y porvenir.
Tales ideas y políticas – a no dudarlo – resultarían también positivas para quienes más ‘encubrados, pero iguamente munidos de genuinas sanas intenciones, libres de egoísmos e intereses sectoriales, piensen y se interesen por querer una Argentina que, como país, vuelva a pensar en grande para volver a ser grande.
Merece por tanto, considerarse seriamente la importancia de apoyar y promover la clase media argentina y de organizar actividades y promover políticas en su apoyo que la devuelvan a su sendero de prosperidad. Prosperidad que sin dudas, no sólo revivirá el espíritu de la ‘alegría de vivir y trabajar’ del argentino en general, sino que contribuiría también a que económica y socialmente progresen quienes proviniendo de estamentos más necesitados, como también más ‘encumbrados’, sean ciudadanos dignos y sanos, munidos del espíritu y sentimiento de la Argentina como una grande y seria Nación, conforme nuestra Constitución.
Y de resultar factible, inspirado en el espítitu y sentimiento federal del Club, cabría como parte de lo esbozado, considerar – si es que no ha sido ya considerado – replicarse en las ciudades e inclusos pueblos del interior, desde donde idear y proyectar estos mismos objetivos, contribuyendo así a amalgamar y consolidar el mandato federal de nuestra Constitución Nacional.
Por cierto, debería evitarse que semejante actividad adquiriese un sesgo político-partidario, pese a que la tentación no parecería ser menor. Pero, de incurrir en tal sesgo, incluso inadvertida e involuntariamente, contribuiría indudablemente al mentado problema existente, la famosa ‘grieta’, e incluso llevar eventualmente a agrandarla.
Por el contrario, el ‘cemento’ que ligue y construya la referida actividad, debería ser el sano interés patrio, preocupados por el interés nacional, inspirado en el maduro espíritu y sentimiento de la Argentina que el Club del Progreso sin dudas posee.
Por Juan Eduardo Fleming