El protagonismo quedaba limitado a los cavadores de la grieta. Mauricio Macri y los jefes del PRO y la UCR, Patricia Bullrich y Alfredo Cornejo. ¿Y el resto de la oposición? Silenzio stampa. Apenas la atronadora mudez de Rodríguez Larreta permitía presumir la existencia de moderados. Esta semana decidieron salir. El martes, en un Zoom organizado por el Club del Progreso, histórica organización donde no abundan los admiradores del kirchnerismo, apareció, con todo, María Eugenia Vidal: “Es muy fácil ser una oposición que dice a todo que no. Y también que dice a todo que sí. Ahí no hay nada que pensar. El mejor orientador es lo que está bien y lo que está mal para los argentinos. No las especulaciones personales. No es un momento de mezquindad, especulación personal, estrategia electoral. La mejor orientadora es la gente, que dice cuando sí y cuando no. Esto supone decir que si a aquello que es necesario, aunque sea incompleto, aunque sea parcial, aunque no forme un plan como nos gustaría”.
Palabras muy lejanas a la oposición cerrada. Vidal destacó que “los votos no son de nadie. Ese 41% que tenemos muy claro que no votó a un solo dirigente, que votó a un conjunto de dirigentes”. Para rematarla Vidal consideró indispensable “refundar Juntos por el Cambio”. La línea política y el liderazgo que pretende Macri están en cuestión.
Para que no quedaran dudas, Vidal defendió la gestión oficial en salud pública, el modo de enfrentar el Covid-19: “En el mundo enfrentamos algo que no conocemos y que seguimos sin conocer. Los gobiernos han tenido que aprender a manejar esta crisis sobre la marcha. Ya es difícil desde el Estado enfrentar problemas que son conocidos por todos nosotros desde hace muchos años en la Argentina y que parecen no tener solución. Y mucho más lo es enfrentando algo desconocido como esta pandemia, que va a tener enormes consecuencias económicas y sociales. Vamos a una pos pandemia con una Argentina más pobre, más desigual”.
Vidal incluyó una justificación ideológica y política: “Hay una dimensión institucional de esta crisis. Nos encuentra con un fuerte descrédito del Poder Legislativo, del Poder Judicial, de los políticos de nuestra capacidad para resolver cuestiones. Es evidente que hay cosas que corregir en el sistema político para poder saldar esa deuda que tenemos con la sociedad. Si no hay fortaleza institucional no va a haber solución política y social. Es un tiempo de mucho trabajo para la oposición. Tenemos la obligación de defender lo mejor para la gente”.
Tuvo palabras, incluso, contra el pesimismo. Atacó a los que piensan que “este es un país que no tiene solución. Tenemos que tener esperanza. Y los argentinos tienen motivos para tener esperanza. Eso no lo hace un líder ni dos ni un conjunto de dirigentes. Hemos logrado algunos consensos que se sostienen: la democracia, la ausencia de hipótesis de conflicto con nuestros vecinos, la asignación universal por hijo. No son de un espacio político, son de todos”.
Vidal precisó: “hay que acompañar en todo lo que sea bueno para la gente” y reivindicó espacios “donde tiene que haber diálogo con el oficialismo, hay que encontrar maneras de tener acuerdos”.
No fue, por cierto, complaciente con la Casa Rosada. Reafirmó las banderas de “libertad y justicia independiente” y “frenar claramente cualquier intento de abuso de poder”.
También Lousteau
Horas antes, Martín Lousteau decía “tenemos que bajar el nivel de agresión de los dos lados” y criticó el documentos de ciertos opositores sobre el asesinato de Fabián Gutiérrez: “no es momento ni de agresiones ni de tirarse con comunicados o muertos” (reportaje en La Nación).
Al igual que Vidal, Lousteau marcó que la mayoría de la población rehúye las posiciones maximalistas. Si éstas se imponen, “vamos a perder las elecciones”. Dialogar por convicciones pero también por conveniencia. “Es el centro el que está en disputa. Por eso algunos de nosotros proponemos ir a buscar a esos votantes. Una oposición más propositiva que reactiva”. Lousteau elogió “el aporte” de Macri, pero lo mandó al desván: “la gente nos pedirá una opción de futuro distinta a la del pasado”.
La irrupción de los sectores moderados es tal vez la única buena noticia para un Gobierno abrumado por una semana dolorosa y amenazante. La cifra de muertos sube –se prevé que estas serán las semanas más funestas- en la peor de las noticias. La negociación de la deuda externa entró en tierra incógnita y parece posible que no haya acuerdo. Para colmo, el gobierno insiste con proyectos sobre una reforma judicial que trae tantas sospechas como antecedentes reúnen varios de sus promotores.
También en el Club del Progreso, Vicente Massot, un intelectual de nula simpatía por los K, descartó cualquier riesgo de convertir a la Argentina en Venezuela y afirmó que Alberto no es un chirolita de CFK. No hay caso, esta semana los opositores construyeron las únicas noticias que aliviaron a Alberto. ¿Lo harán alguna vez los peronistas?
por Oscar Muiño
El Economista, 23 de Julio de 2020