¿Oscurantismo medieval? ¿”Dark Ages”?
Especialmente utilizada por autores anglófonos, esta terminología alude al pretendido “oscurantismo” del período comprendido entre la caída del Imperio Romano y el comienzo del Renacimiento; un supuesto intervalo oscuro entre la luminosidad de la Antigüedad y el “renacer” de esa luz.
Debería bastar la visita a una sola de las catedrales góticas para comprender que la sociedad que las construyó no puede haber sido “oscura”. Simbólicamente, una característica de esas basílicas es la apertura al ingreso de la luz, normalmente ausente en el interior de templos griegos y romanos. Spengler vio en ella una expresión de la cosmovisión occidental, que él llamó “alma fáustica”[1], una mentalidad inquieta, permanentemente insatisfecha, ávida de conocimiento, dispuesta a pagar cualquier precio para explorar todos los campos[2].
Esas construcciones fueron la culminación de un proceso secular de trabajo y creatividad a partir de la pobreza y la destrucción que dejaron las invasiones bárbaras y la caída del Imperio. En ese período, Europa se transformó y se puso firmemente en el camino del desarrollo político, económico, científico y militar que la llevaron a dominar el planeta.
¿Raíces griegas?
La leyenda anticristiana, una auténtica leyenda “negra”, sin embargo, tiene varias facetas. La primera consiste en negar las raíces cristianas de nuestra cultura.
Los filósofos de la historia que han tomado la civilizaciones como objeto central de sus investigaciones -Spengler, Toynbee y Fernández Armesto[3]– han distinguido claramente la civilización Helénica o Grecorromana, por un lado, de la Civilización Occidental, por el otro.
Otra línea de pensamiento ha insistido, sin embargo, con mucho menor rigurosidad histórica, en tratarlas como una sola. James Frazer y Edward Gibbon son dos ejemplos salientes pero no únicos. Esa visión se basa en la admiración compartida por estos pensadores respecto de la moral romana y el rechazo o desprecio por la ética judeocristiana. Frazer trata la invasión de Europa por cultos orientales como una infección que estuvo a punto de matar la cultura. La reacción europea contra ese “virus” proveniente de Israel se habría producido a partir del Renacimiento[4]. Y Gibbon pretendió explicar la caída del Imperio Romano como “el triunfo de la Barbarie y la Religión”[5], en lugar de admitir que fue el desenlace de un largo proceso de descomposición interna. La “Religión” a la que aludió es, obviamente, el Cristianismo.
No menciono esta discrepancia entre pensadores, por simple curiosidad intelectual. Continúa teniendo consecuencias prácticas: los autores del proyecto de constitución de la Unión Europea se negaron a reconocer las raíces cristianas de ese continente. San Juan Pablo II lamentó ese hecho[6]. Afortunadamente, el proyecto no fue aprobado. En Madrid, en 2003, tuve oportunidad de discutir el origen de nuestra cultura con un ideólogo socialista español que, expresamente, señaló a “los griegos”. He atacado esta visión en otro trabajo, al cual me remito.[7]
El Cristianismo ¿retardatario?
Otra versión de esta corriente ha consistido en minimizar, despreciar y hasta atribuir un efecto negativo al Cristianismo y a la Iglesia en el desarrollo de las ciencias. Por el contrario, los mandatos de Dios a Abraham y Eva, la concepción lineal del tiempo, propia del Judaísmo y del Cristianismo, la distinción entre el Creador y la Creación, y la concepción de Dios como un dios personal y racional, son las bases esenciales de un desarrollo científico que sólo se dio en nuestra civilización[8].
Un tiempo después de tratar en la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires la relación entre la metafísica cristiana y el desarrollo de las ciencias[9], me enteré que la Academia China de Ciencias Sociales, el centro de estudios más importante de Asia, en un país gobernado por el Partido Comunista, había realizado una investigación sobre las causas del predominio occidental y había llegado a la conclusión que la base había sido el Cristianismo.
Para que este artículo no fuese demasiado extenso, he preferido mencionar en las notas la mayor parte de las obras en que se basan mis aseveraciones. El informe de la academia china, sin embargo, es tan importante que prefiero transcribirlo a continuación. La traducción es mía:
“Se nos pidió (a la Academia de Ciencias Sociales) que investigáramos la razón del éxito, en realidad, de la preeminencia de Occidente sobre todo el mundo. Estudiamos todo lo que podíamos desde las perspectivas histórica, política, económica y cultural. Al principio, pensamos que ustedes (los occidentales) tenían armas más poderosas que las nuestras. Luego creímos que se debía a que ustedes tenían el mejor sistema político. A continuación, nos enfocamos en el sistema económico. Pero en los últimos veinte años nos dimos cuenta que el corazón de vuestra cultura es la religión: el Cristianismo. Por eso el Occidente ha sido tan poderoso. El fundamento moral cristiano de la vida social y cultural fue lo que hizo posible el surgimiento del capitalismo y la exitosa transición a la política democrática. No tenemos dudas al respecto”[10].
La Reforma ¿inicio del progreso?
Cuando hasta los comunistas reconocieron la contribución cristiana al desarrollo de Occidente, la leyenda ya había tomado otra dirección: la fuerza retardataria no sería todo el cristianismo sino sólo el catolicismo. El capitalismo sería el resultado de la ética protestante[11]. La Edad Media habría sido un período estéril del que nuestra civilización habría sido rescatada por la Reforma.
Me limitaré a hacer una breve reseña de las innovaciones logradas en esa época. Dejaré para alguna nota futura el tratamiento de procesos más complejos, a la vez causa y efecto de los cambios aquí descriptos: el surgimiento del capitalismo y de las bases de la limitación del poder de los gobernantes.
La mayor parte de las afirmaciones que siguen se basan en las investigaciones de un sociólogo estadounidense, Rodney Stark[12]. En casi todos los casos, se trata de inventos y descubrimientos que originalmente ocurrieron en China y otros lugares de Asia pero que fueron rápidamente adoptados y mejorados en Europa. Empezaré con algunos ejemplos que impactaron la vida y la actividad económica general, para tratar luego algunos desarrollos especializados.
Relojes mecánicos: En algún momento durante el siglo XIII se inventó un reloj mecánico confiable. Lewis Mumford, citado por Stark, sostiene que el reloj mecánico, más que la máquina de vapor, es el motor esencial de la edad industrial porque permitió por primera vez la coordinación de las actividades de toda una comunidad.
Como en otros campos, los chinos fueron los primeros en lograrlo pero su filosofía confuciana los obligó a abandonarlos. En otro trabajo he analizado el abandono de la navegación marítima y la destrucción de la información adquirida en viajes pioneros, causada por la misma actitud opuesta al cambio que predominó en China durante dos mil años.[13]. Stark menciona que la introducción de relojes mecánicos fue resistida en el Imperio Otomano porque líderes religiosos lo consideraron un intento de secularizar el tiempo. En la Cristiandad Ortodoxa pasó lo mismo.
En Europa Occidental, en cambio, la jerarquía católica adoptó rápidamente esta invención y se colocaron relojes en las torres de miles de iglesias en todo el continente.
Anteojos: Los anteojos ya se usaban en Italia alrededor de 1284. Así se prolongó la vida activa de artesanos que previamente se veían obligados a dejar su trabajo cuando su habilidad y experiencia se encontraban en el punto culminante. En el siglo siguiente la producción llegó a decenas de miles por año en Venecia y Florencia. Esa técnica también se extendió a la producción de lupas, que aumentaron la eficiencia de muchas actividades. Stark afirma que durante dos siglos hubo anteojos solamente en Europa.
Energía: el Imperio Romano contaba con un gran número de esclavos. No requería el desarrollo de fuentes de energía que complementaran la fuerza humana y de algunos animales domesticados. La eliminación de la esclavitud en la Europa cristiana sentó las bases para dos procesos que constituyen una auténtica revolución industrial: el uso intensivo del agua y del viento para impulsar máquinas.
Durante la Edad Media, se construyeron en Europa miles de molinos hidráulicos. En un principio, simplemente se aprovechaba la fuerza de la corriente. Pero ya en el siglo XII se construían grandes represas para utilizar la caída del agua.
Es importante señalar que estos molinos empezaron a ser utilizados en tareas distintas de la molienda de granos tales como aserrar madera, afilar cuchillos y espadas, mover tornos y hacer pasta para la fabricación de papel. Para ello, las palas movidas por el agua se complementaban con poleas, palancas y ruedas dentadas para transformar el movimiento rotatorio en lineal y repetitivo.
Aún más importante fue la utilización del viento. Hasta esa época los molinos tenían las palas montadas sobre un soporte fijo. En la Edad Media se desarrolló el molino montado sobre un eje vertical de manera que las palas pudieran girar para adaptarse a los cambios de las corrientes de aire.
Transporte: Los caminos romanos fueron diseñados y construidos para el rápido desplazamiento de tropas. Eran demasiado estrechos y frecuentemente demasiado empinados para el transporte comercial. Y no tenían puentes en la mayor parte de los cruces con arroyos y ríos de menor caudal.
Los carros romanos carecían de frenos, los impulsaban bueyes porque sus arneses eran demasiado primitivos para sujetar caballos y tenían fijo el eje delantero, de manera que girar requería levantarlos.
En la Edad Media el diseño y las construcción de caminos no dependió más de la estrategia imperial centralizada de una sociedad esclavista. Reyes, señores feudales y consejos municipales, ligas comerciales y conventos y obispados, en sus respectivas esferas, se abocaron a resolver la necesidad de transportar productos comerciales de manera más eficiente. En consecuencia, los caminos se hicieron más anchos, con más puentes, y los carros empezaron a tener su eje delantero montado sobre un pivote. También se modificaron los arneses para permitir largas líneas de caballos ubicados de a pares.
Agricultura: La modificación de los arneses se completó con otras importantes innovaciones: el arado profundo, montado sobre ruedas, que permitió incorporar tierras en el norte de Europa que el arado romano no penetraba y la rotación de los cultivos en tres etapas, dejando un tercio la tierra sin cultivar cada año. La producción agrícola se multiplicó.
Este proceso se complementó con un gran incremento de la producción ictícola. Criaderos de peces se multiplicaron por toda Europa, hasta en los fosos de los castillos. Un factor decisivo fue el precepto cristiano que vedaba el consumo de carne en ciertos días y épocas, cuyo cumplimiento estaba mucho más difundido en la Edad Media que en tiempos posteriores. Según Stark, esta restricción llegó hasta ciento cincuenta días en un año. Por ese motivo, los conventos cristianos fueron muy activos en la producción de pescado.
Se descubrió también que el fondo de los criaderos se nutrían con los excrementos de los peces y que, drenándolos después de varios años, se podía sembrar sobre ellos, obtener una cosecha excepcional y luego inundarlos para destinarlos nuevamente a la icticultura.
Manufactura: Desde su creación, los conventos benedictinos se dedicaron a transformar parte de su producción agrícola en productos procesados como vinos, quesos y dulces.
Este proceso se generalizó, especialmente con el surgimiento de ciudades libres. Una industria especialmente importante fue la textil, apoyada en la proliferación de rebaños ovinos y las innovaciones en las máquinas para cardar e hilar y en los telares.
Guerra y navegación: en estos campos las innovaciones fueron tantas y su adopción tan rápida y generalizada que a fines de la Edad Media los occidentales navegaban por todos los océanos del planeta, descubrieron América y habían desarrollado técnicas militares que los pusieron en camino del predominio que aún conservan. Mencionaré algunos sin mayor explicación:
Mejoras en el estribo y la montura con realce hicieron posible la caballería pesada.
La fabricación de cañones, otra invención desaprovechada por los chinos, vio en Europa su difusión facilitada por la capacidad metalúrgica generada por la fabricación de campanas para iglesias y monasterios. Pero los europeos dieron un paso más y comenzaron a desarrollar una industria dedicada al diseño y fabricación de armas de fuego de uso personal.
A partir del siglo XI el timón reemplazó los remos que utilizaban griegos y romanos para guiar navíos. Y más tarde se lo complementó con un conjunto de mecanismos para que un solo marino lo controlara mediante una rueda.
Stark sostiene que la brújula no llegó a Europa desde China sino que fue inventada independientemente durante el siglo XI. Más importante aún fue el agregado a la brújula de la carta que indicaba direcciones y la mira. En pocos años, este instrumento mejorado se difundió de Italia a Suecia.
Ciencias: Mencionaré un solo caso: la anticipación de la Primera Ley de Newton por la Teoría del Impetus, planteada inicialmente por un teólogo cristiano monofisita, Juán Filópono, y desarrollada por pensadores escolásticos, especialmente Jean Buridan. Esta teoría respondía a la necesidad de resolver una de las principales falencias de la Física de Aristóteles: el desconocimiento de la inercia. Stanley Jaki conecta directamente el teísmo cristiano con el cuestionamiento de la física de Aristóteles[14]. Por su parte, Feyerabend señala que la teoría del impetus llegaba a los mismos resultados numéricos que las leyes de Newton (se podría expresar con la fórmula moderna: mv) aunque el marco conceptual fuera muy diferente[15].Todavía se hablaba de una fuerza en el sentido aristotélico de manera que faltaba un importante trecho para llegar a la primera ley de Newton pero demuestra que un clérigo, rector de la Universidad de París, no estaba concentrado en “el sexo de los ángeles”[16].
La actitud positiva hacia el trabajo
Un pensador estadounidense protestante, Charles Van Doren, concuerda expresamente con muchas de las afirmaciones de Stark que he mencionado. Es más, Van Doren ve en el lapso comprendido entre 1000 y 1300 “uno de los períodos más optimistas, prósperos y progresistas en la historia europea[17]”.
La clave de este desarrollo está en la concepción positiva del trabajo que el cristianismo trajo consigo desde el principio, por oposición al desprecio que griegos y romanos sentían por él. Como símbolo de esta actitud debemos recordar a San Benito de Nurcia (Benedictus Nursiae), fundador de la Orden Monástica de los Benedictinos a principios del siglo VI, bajo el lema: orare et lavorare. El Capítulo XLVIII de la Regla, aun hoy vigente, comienza diciendo: “La ociosidad es enemiga del alma; por eso han de ocuparse los hermanos a unas horas determinadas al trabajo manual y a otras horas también determinadas a la lectura divina”. Y a continuación fija normas para distribuir el tiempo de los monjes entre el trabajo, la lectura, la oración y el descanso. Los horarios cambiaban según las épocas para que la lectura y la escritura, incluida la reproducción de textos, aprovechara al máximo la luz del sol. ¡Nuevamente este símbolo del espíritu occidental: la búsqueda de luz!
Por Carlos María Regúnaga
Académico Correspondiente. Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires
[1] Oswald Spengler, La Decadencia de Occidente, Espasa-Calpe, Madrid, 10ª edición, 1958, (título original: Der Untergang des Abendlandes).T. 1, pp. 259-260: “Así se comprende el profundo sentido de esas gigantescas vidrieras de las catedrales, con su pintura de colores translúcidos, pintura, pues completamente inmaterial. … En la Santa Capilla (Sainte Chapelle) de París, es donde quizá se percibe más claramente el sentido de este arte. Aquí casi se diría que la piedra desaparece ante la luminosidad de los cristales.”
[2] Sobre la “mentalidad” de los integrantes de una civilización, ver Bouthoul, Gaston, Las Mentalidades, (título original: Les mentalités), Oikos-tau ediciones, Montserrat, 1971, p. 30:. “…constatamos que detrás de todas estas diferencias y matices individuales, subsiste una especie de residuo psicológico irreductiblemente estable, hecho de juicios, conceptos y creencias que, en el fondo, tienen la adhesión de todos los individuos de una misma sociedad. Este conjunto constituye la estructura mental específica de cada civilización.”
[3] Conf. Conf. Oswald Spengler, op. cit.; Arnold Toynbee, A Study of History, publicado en castellano con el título: Estudio de la Historia; Felipe Fernández-Armesto, Civilizations.
[4] James Frazer, The Golden Bough, electronic edition, Temple of Earth Publishing, pp. 318 a-319 a: “… credos orientales… en los últimos días del paganismo se difundieron por el imperio romano y,… al saturar a los pueblos europeos con ideales de vida extraños a ellos, fueron minando gradualmente toda la estructura de la civilización antigua… El renacimiento del derecho romano, de la filosofía aristotélica y del arte y la literatura de la antigüedad, renacimiento que se produjo al terminar la Edad Media, señaló el retorno de Europa a sus ideales de vida y de conducta innatos, a concepciones del mundo más sanas y viriles. El prolongado alto producido en la marcha de la civilización había terminado. La marea de la invasión oriental había comenzado por fin a bajar.”
[5] Edward Gibbon, History of the Decline and Fall of the Roman Empire, London, CRW Publishing Limited, 2009.
[6] Conf. San Juan Pablo II, Mensaje a los participantes en el congreso ”Hacia una Constitución Europea?”, Vaticano, 22 de junio de 2002. “… este nuevo ordenamiento europeo, para ser verdaderamente adecuado a la promoción del auténtico bien común, debe reconocer y tutelar los valores que constituyen el patrimonio más valioso del humanismo europeo, que ha asegurado y sigue asegurando a Europa una irradiación singular en la historia de la civilización. Estos valores representan la aportación intelectual y espiritual más característica que ha forjado la identidad europea a lo largo de los siglos y pertenece al tesoro cultural propio de este continente. Como he recordado otras veces, atañe a la dignidad de la persona; el carácter sagrado de la vida humana; el papel central de la familia fundada en el matrimonio; la importancia de la educación; la libertad de pensamiento, de palabra y de profesión de las propias convicciones y de la propia religión; la tutela legal de las personas y de los grupos; la colaboración de todos con vistas al bien común; el trabajo considerado como bien personal y social; y el poder político entendido como servicio, sometido a la ley y a la razón, y “limitado” por los derechos de la persona y de los pueblos… Europa no podrá ignorar su herencia cristiana, puesto que gran parte de lo que ha producido en los campos jurídico, artístico, literario y filosófico ha sido influido por el mensaje evangélico”.
[7] Carlos María Regúnaga, Nicolás Maquiavelo Político – Ideólogo – Científico, Anticipo de Anales de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, Buenos Aires – Año 2013.
[8] Conf. Fausto Gratton, El determinismo en la física clásica, en Epistemología de las Ciencias – Causalidad y Aproximación a la Causalidad Primera, CIAFIC Ediciones, Buenos Aires, 1996, p. 163-164: “… la ciencia nace en la civilización en la cual a la divinidad se le ha atribuido el carácter de suprema inteligencia y sabiduría. … Nace en el ambiente intelectual que tiene la convicción de que Dios ha impuesto a la naturaleza leyes eternas e inmutables, y que siendo racionales pueden ser descubiertas por la razón humana. En esto consiste la tesis de la matriz judeocristiana del nacimiento de la ciencia física moderna. Tesis que se contrapone a la simplista leyenda negra acerca de una oscura noche medieval, y del discurso de pacotilla acerca de la liberación de la razón de las supersticiones impuestas por la religión, presuntamente ocurrida en la edad moderna.”
[9] Carlos M. Regúnaga, Reflexiones sobre las causas del desarrollo de las ciencias en Occidente: ¿Violencia, Codicia o mandato bíblico?, Buenos Aires, Anales de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, t. XLIV, 2010, Primera Parte, p. 265.
[10] Ver en Typler, The Physics of Christianity, New York, Doubleday, 2009, p.121: “One of the things we (the Chinese Academy) were asked to look into was what accounted for the success, in fact, the pre-eminence of the West all over the world. We studied everything we could from the historical, political, economic, and cultural perspective. At first, we thought it was because you had more powerful guns than we had. Then we thought it was because you had the best political system. Next we focused on your economic system. But in the past twenty years, we have realized that the heart of your culture is your religion: Christianity. That is why the West has been so powerful. The Christian moral foundation of social and cultural life was what made possible the emergence of capitalism and then the successful transition to democratic politics. We don’t have any doubt about this.”
[11] Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Título original: Die Protestantische Ethik und der ‘Geist’ des Kapitalismus.
[12] Rodney Stark, The Victory of Reason – How Christianity Led to Freedom, Capitalism, and Western Success, Random House, New York, 2005.
[13] Carlos M. Regúnaga, Reflexiones sobre las causas del desarrollo de las ciencias en Occidente: ¿Violencia, Codicia o mandato bíblico?, Buenos Aires, Anales de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, t. XLIV, 2010, Primera Parte, p. 265.
[14] Stanley L. Jaki, The Road of Science and the ways to God, Real View Books, Port Huron, 2005, p. 43:“Their (Oresme and Buridan’s) theory of the impetus had its origin in their openness to the metaphysics of motion, a metaphysics intimately tied to natural theology concerned with the ultimate source of motion. This is still to be recognized by those who… acknowledge the medieval roots of Newtonian mechanics but gloss over the Christian theism that prompted both the challenge to Aristotle and the insight that to have a viable physics ‘we did not need to explain motion but we needed to explain acceleration’. … Buridan and Oresme were not mere thinkers. Their theory of impetus contained all the observational details that could be gathered at that time.”
[15] Paul K. Feyerabend, Límites de la Ciencia – Explicación, reducción y empirismo, Paidós, Barcelona, 1989, p. 86: “Se ha sugerido que el momentum del objeto móvil es el análogo perfecto del ímpetus. Es cierto que la medida de esta magnitud (mv) es idéntica a la medida sugerida para el ímpetus. Sin embargo, sería un grave error en esta explicación que identificáramos el ímpetus con el momentum. Pues mientras se supone que el ímpetus es algo que impulsa al cuerpo, el momentum, más que la causa, es el resultado de su movimiento. Más aún, el movimiento inercial de la mecánica clásica es un movimiento que se supone ocurre por sí mismo y sin influencia de ninguna causa”.
[16] Olaf Pedersen, Early Physics and Astronomy, a Historical Introduction, Cambridge University Press, Cambridge, 1993, pp. 209-210: “The Impetus Theory. Philosophers of the fourteenth century … took refuge in… the so-called ‘impetus’ theory, which has its origin in the work of Johannes Philoponos…. (and) from about 1320 was taught in the University of Paris. … Jean Buridan developed it so widely that he must be rated as its main proponent. … (Buridan’s) explanation implies that in the absence of all resistance the impetus would carry the projectile with constant velocity along a straight line to infinity, which is the kind of motion described by the law of inertia. Thus even if the impetus is a force in the Aristotelian sense (a cause of motion) it may well have led philosophers to consider the type of motion described by Newton’s first law.
[17] Charles Van Doren, A History of Knowledge, Ballantine Books, New York, 1991 pp. 111-112: “… from about 1000 to about 1300, became one of the most optimistic, prosperous and progressive periods in European history… Innovative bourgeois not only created new wealth with their trade and commerce but also subsidized the inventions of ingenious entrepreneurs in alchemy (the ancestor of modern chemistry), energy conversion, transportation and metallurgy. The use of iron became common, even in the houses of the poor. Windmills and water mills were set up everywhere to convert the power of natural forces to useful work. A new kind of harness allowed horses to be used for the first time to draw carts and plows. An in Bohemia, Sweden, and Cornwall, new mining techniques permitted the digging of the first deep shafts to richer deposits of iron, copper, tin, and lead.