Anoche, en sueños, escuché tu voz grabada en mensajes que me enviabas por whatsapp. Era diferente, la intuía más madura y aplacada.
La vigilia me remonta a un tren que sale a las seis y media de la tarde, como todos los domingos. Asientos de a dos, enfrentados, va cambiando el orden en cada viaje. A veces vamos juntos y ellos enfrentados. Otras, uno de los hermanos sentado a mi lado, y en frente vos con el restante. Siempre te dejamos la ventanilla. El primero en llegar sube tus bolsos al maletero. El diálogo es ágil, divertido y no cesa a lo largo de toda la travesía.
Con vos ellos tienen un vínculo módico. El nuestro es diferente. Sos “La intrusa” y ellos cumplen el rol de los hermanos Nielsen. Nos reímos. Esa broma la comenzamos cuando vimos la versión de Carlos Hugo Christensen en una lejana calle Lavalle que aún explotaba de cines. Ni siquiera te había dado un beso. No lejos de allí me veo en el departamento de estudiantes que compartías con tus amigas. Juegos inocentes; quizás no tanto.
De los hermanos, Joaquín es el más decidido. Intenta conquistarte; nunca lo logra. El menor, Fermín, se queda en aprontes. Le adivino un deseo sordo y frustraciones acumuladas.
Con ella me ha unido el pueblo natal, el estudio, la amistad y el amor. La última vez que charlamos fue cuando tocó el timbre de la casa en que me crie para darme el pésame por la muerte de mi padre. Anestesiado por el dolor, no sé bien qué dijimos, pero siempre agradecí esa muestra, ¿de empatía? ¿de cariño? ¿de respeto? ¿de piedad? Tal vez un poco de todo en proporciones indescifrables.
Varios temas me unieron a los hermanos. Compartimos ámbitos diversos, como hicieron también nuestros padres e incluso nuestros abuelos. Siempre intuí que los apreciaba más de lo que ellos a mí. A lo mejor me equivoco. Eran serios, circunspectos. Criados a la antigua.
Trabajo y estudio. En algún momento nos recibimos. Fuimos construyendo las vidas que nuestra inteligencia, voluntad y también el azar, medio social y realidad nos permitieron. Tiempo largo hace que perdimos aquella cotidianeidad. Frecuencias diferentes; alcanza el saludo si esporádicamente nos cruzamos por aquí o por allá.
Todavía no llego a los sesenta años y esta mañana de viernes 24 de septiembre de 2021, de fresca e incipiente primavera, me acompaño sólo con unos mates amargos en la cocina mientras uno de mis hijos, en su pieza, toma una clase vía zoom. Mencioné a Christensen. Antes de que migrara a Brasil, en su época de gloria en el cine nacional, filmó “Nunca abras esa puerta”. El título se torna profético. Caigo en la cuenta de que Joaquín, Fermín y vos están muertos.
por Pedro Acuña