Por Guillermo V. Lascano Quintana.
Una reciente visita a los EE. UU. , en el marco de un programa organizado por el Club del Progreso y la Fundación Universitaria del Río de la Plata, para conocer en directo las características de la administración del presidente Trump y sus consecuencias tanto en política interior como exterior, recibiendo información y debatiendo con políticos, economistas, periodistas, militares, funcionarios, legisladores, diplomáticos, fue una experiencia enriquecedora.
De todas las conclusiones posibles en orden a los pronósticos sobre el futuro de gobierno del presidente Trump, así como de la acumulación de reflexiones, cálculos y posibles consecuencias, se pueden escribir varias páginas con múltiples probabilidades tanto en el orden económico, como en el militar, pasando por temas urticantes tales como las migraciones, las minorías, la seguridad, el comercio y tantos otros que llenan los diarios y los programas de radio y televisión y son objeto de múltiples análisis y discusiones, muchas veces enconadas.
Dicen algunos que los enfrentamientos políticos que genera el presidente Trump y su acción de gobierno, son de una inusitada violencia verbal y hasta de hecho, casi sin precedentes en la historia norteamericana.
Para un observador extranjero, como quien suscribe estas reflexiones, sobre todo proveniente de un país como la Argentina, que ha padecido durante mucho tiempo fracturas socio-políticas inmensas y hasta enfrentamientos armados de envergadura como la ocurrida en los años 60/70, y que aun hoy tiene una profunda división entre sus ciudadanos, la afirmación del párrafo anterior luce exagerada.
Lo que se percibe es una intensa discusión política entre dirigentes partidarios, legisladores, gobernadores, periodistas, analistas políticos y económicos y grupos de opinión.
Pero también se advierte, con sorpresa para algunos, pero como algo cotidiano y permanente para los norteamericanos, el respeto caso religioso por lo que se denomina the rule of law, es decir el cumplimiento de la ley.
Así se ve y comprueba en la tarea legislativa y el papel fundamental que tiene el Congreso que no responde incondicionalmente a quien ejerce el poder ejecutivo aunque sea del mismo partido; con la energía con que reaccionan las autoridades de los estados que integran la nación frente a medidas que dicta el presidente y sobre todo, con la independencia de los jueces, tanto locales, como federales y el respeto, casi sagrado, que tienen los ciudadanos y todos los estamentos sociales, por las decisiones de la Corte Suprema de Justicia.
Ello es consecuencia del estricto cumplimiento de lo que disponen las leyes y la vigencia a los principios constitucionales, que rigen desde hace mas de dos siglos, cuando los Padre Fundadores, fueron dictando las normas fundamentales que regulan el funcionamiento de la sociedad y que, a mi juicio y el de muchos otros, se condensa en que las nomas legales, de cualquier nivel, están para ser cumplidas, sean ellas de tránsito, regulatorias del comercio y sobre todo de la relación entre los poderes del Estado.
La república norteamericana es un ejemplo de arquitectura institucional sobresaliente.