EDITORIAL DEL DIRECTOR DE LA GAZETA –
Interpretar la voz del pueblo es la esencia del arte político. Y recientemente ha habido dos expresiones de relevancia sobre los que es posible reflexionar en escucha activa.
Los votos de mayoría y minoría en las PASO contienen fuertes mensajes y también los hubo en la espontánea marcha del sábado 24. La solvencia del buen entendedor se juega en acertar lo que se ha querido expresar, y me atrevo a intentar algo sin duda audaz, pero que estimo posible, y es encontrar lo común escondido bajo la rajadura o grieta que aparentemente divide a la opinión y a las personas.
Siento que ni los votos de Juntos por el Cambio ni la motivación de quienes salieron a la calle el dia 24 de agosto, pueden leerse en favor de ninguna suerte de inmovilismo o conservadorismo. Son voces que empujan a cambiar más, a atreverse a las reformas imprescindibles, a cambiar para bien, a mejorar lo hecho y dejar atrás toda forma de pasado, con sus estructuras desvencijadas. No hay nostalgia en dicho clamor, sino petición de audacia y frontalidad contra los problemas.
Y tampoco dudo que , frente a los males presentes, en quienes votaron el Frente de Todos, hay también fuerte disconformidad con cómo estamos, ansiedad de cambios para mejorar, esperanza por algo distinto.
Encuentro pues algo común en estas voces del pueblo. Y si hay confusión es sobre todo por los mensajes que vienen de los candidatos, que distan de ser respuestas profundas, identificando los verdaderos problemas, y proponiendo soluciones proporcionadas y posibles, así como siendo claros en el sentido de sus acciones futuras proyectadas.
Y no se trata solamente de orientar los pasos hacia un común futuro mejor, sino que debe a la vez resaltarse la necesaria solidaridad en esa marcha, generada en los vínculos y raíces más profundas, y el horizonte posible hacia el cual debiéramos encaminarnos tanto individual como colectivamente.
La principal virtud del político consiste en saber traducir estas voces de apariencia dispares, y su principal defecto consiste en traicionar su mensaje, tiñéndolo de sus propias ambiciones, rencores o sesgados compromisos. Puede haber engaño, o un liderazgo negativo que pueda arrastrar a una lucha destructiva, tanto con sus vecinos o aliados naturales como entre los propios habitantes, siendo un claro ejemplo la conducción nacional socialista que destruyó no sólo a la Alemania de aquella época sino a sus aliados, victimas y terceros ajenos al conflicto , generando daños enormes a través de una extensa guerra. Han sido líderes positivos, quienes gestionaron la reconstrucción de lo dañado.
Toda acción humana necesita tener un sentido, que marca su fin último, aunque sea lejano al principio de la acción que lo busca. De ahí que las palabras que definen el estado óptimo del ejercicio de la política remiten a los conceptos de conducción y liderazgo, esto es, de marcación de guías para la acción colectiva .Y eso es lo que hoy necesitamos.
La dotación de sentido genera marcos conceptuales capaces de movilizar la inteligencia, así como excitar la imaginación y la sensibilidad, generando propósitos y acciones, que, encolumnados, determinan rumbos que serán virtuosos o negativos según sean sus orientaciones Es en la esperanza donde se alimentan las decisiones económicas, pues las expectativas sobre el futuro condicionan las relaciones ingreso-gasto-ahorro-inversión. Sin previsibilidad y marcos de encuadre difícilmente se tomarán las decisiones de inversión y trabajo necesarias para salir adelante. De ahí este imprescindible cimiento de la reconfiguración cultural, dejando de lado los contenidos tóxicos de división y violencia, que arrastran a la inercia o la desesperanza, y también necesitada de objetivos que marquen sentido y previsibilidad, y animen la producción de bienes y servicios, incluidos los bienes públicos comunes sustantivos para el saneamiento de la moneda, las cuentas fiscales, la educación, la defensa, la seguridad, el ambiente y la salud.
Por Roberto Antonio Punte