Por Guillermo V. Lascano Quintana
Como tantas veces en la historia, lo argentinos enfrentan, este año, una encrucijada. No siempre hemos elegido el buen camino, el sendero correcto. ¡Cuántas veces no equivocamos! A diferencia de otras naciones, que suelen aprender de sus errores, persistimos en ellos y lo que es aún peor, no los reconocemos, por vergüenza, por empecinamiento, por ignorancia o por venganza. Los negamos, falsificamos la realidad y la historia-
Quizás esta vez, cuando tengamos que elegir a nuestros representantes, la mayoría no se equivoque y persista en la senda emprendida en 2015, cuando consagró a la coalición Cambiemos, como ganadora.
Se dirá que un análisis objetivo de la próxima contienda electoral debería omitir declaraciones como la precedente que parece revelar una preferencia por el partido gobernante.
Tal vez, pero debe aclarar que la afirmación, no tiene connotaciones partidistas. Es, a mi juicio, lo que le conviene al país. Un resultado desfavorable para gobierno sería un retroceso, pues ninguno de los probables contendientes está en condiciones de gobernar, ni puede hacerlo por razones institucionales y en consecuencia, entorpecería, la gestión, sin beneficio alguno para nadie.
Nuestro sistema institucional y el desmadre generado por quienes gobernaron entre 2003 y 2015 han colocado a la coalición Cambiemos en una situación delicada. La herencia recibida es catastrófica, por más que pretenda disimulársela con declaraciones rimbombantes de los derrotados, que persisten en la falsificación de la historia.
Pero ciertas reservas morales de algunos representantes la presión por el cambio,, la capacidad negociadora del gobierno y lo ineludible de ciertos cursos de acción, hicieron posible que se encauzaran y resolvieran ciertas cuestiones con prontitud y eficiencia. La pesada carga de años de irresponsabilidad, latrocinio y desgobierno dificultaron aún más de lo normal el cambio institucional y la seguirán haciendo en los años por venir.
La puesta en marcha de una gestión eficiente, razonable y transparente está dando resultados, según los indicadores.
Ello en el marco de un año electoral, donde ya comenzó la campaña para las elecciones de medio término, a las que, con la acostumbrada frivolidad de los pronosticadores de catástrofes, se le otorgan capacidades extraordinarias, que exceden lo que son: elecciones parciales de diputados y senadores.
Cualquiera sea el resultado electoral el gobierno continuará. Eso es lo que prevé la Constitución y las leyes, además de la razonable práctica de las democracias republicanas. Esto que es ineluctable, a veces resulta tergiversado por las tendenciosas e irresponsables declaraciones públicas de algunos contendientes que pretenden invocar el caos como herramienta electoral.
La persistencia en prácticas pretendidamente desestabilizantes tales como paros, huelgas y manifestaciones entorpecedoras de la vida cotidiana, lejos de llevar agua para el molino de los organizadores, los enemista con la sociedad.
Hay ciertos ámbitos y ciertas prácticas republicanas que se han perdido y hay que reinstalar. Entre ellas el fiel cumplimiento de las normas, no solo las legales, también las morales.
Los dirigentes deben cumplir con su rol de ejemplaridad, no solo en la defensa de sus representados, sino y muy especialmente, respetando las instituciones y comportándose honorablemente.