En diciembre de 2019 advertimos que toda la clase política debería rendir exámenes. Y el tiempo de las primeras pruebas está llegando y el severo examinador debemos ser nosotros como pueblo soberano. Determinar quiénes “no alcanzaron” y a quienes les cabe aun su oportunidad recuperatoria. La única forma de ejercer tal soberanía es participando, venciendo los miedos y las malas tentaciones de las tristeza y el desánimo. También la tentación del facilismo de dejarnos llevar por falsos profetas, vendedores de consignas gastadas e ilusiones mil veces incumplidas.
Sabemos que van muchos años de rodar cuesta abajo, y que a veces hemos sido culpables de escuchar a los ilusionistas, luego enriquecidos gracias a décadas de politiquería y defraudaciones.
También sabemos que no hay soluciones fáciles para los problemas complejos, y que superar la inflación estructural, la pobreza consolidada, la masiva epidemia de ignorancia e intoxicación, por consignas y relatos de paraísos terrenales, espejismos que hemos visto alejarse en la misma medida que se gastan nuestras vidas y esperanzas; costarán para todos años de sangre, sudor y lágrimas.
En este trance tan fulero sólo podemos confiar en nosotros mismos, por lo que hagamos y por lo que exijamos que hagan nuestros “servidores” en los asuntos públicos.
Sabemos que debemos exigir libertad y rechazar a quienes quieran encerrarnos para merodear libremente saqueando lo que encuentran por el camino.
Sabemos que si no vigilamos nos han de traicionar. Cambiemos pues primero y ante todo nosotros mismos, dejando las creencias más ingenuas, y exigiendo de nuestros “representantes” sean parejos partícipes de nuestros esfuerzos sin privilegios. Aprendamos esta vez y para siempre, que el derecho a la igualdad no se obtiene sustituyendo “todos” por “todes”, sino exigiendo ser siempre oídos, ejerciendo activamente el derecho a “saber de qué se trata” y también que los responsables de los fracasos y las estafas reparen los daños y sean reos de justicia pronta en caso contrario.
Vigilar, participar, votar, observar no nos alteren los resultados son los primeros necesarios pasos. Y luego empujar a los que se rezagan ,a los que pretendan dormir la siesta, hundir a los que hagan la plancha o acudan a la garrocha.
La lista de asignaturas pendientes es interminable y todas son prioritarias. Acabar con los feudales, los que viven improductivamente a costa de los que trabajan, invoquen el título o fuero personal que se les ocurra, pues eso lo acabo la Asamblea del Año XIII. Exijamos una política exterior coherente en su continuidad, veracidad, independencia, y amistosa cooperación de buena fe sobre el principio de que la única “patria grande” que debemos alcanzar es la que permite desarrollarse en dignidad a todos y cada uno de sus habitantes. Y esa dignidad se cimenta en vivienda digna, trabajos dignos, educación digna, salud digna y no es compatible con el clientelismo mendicante.
La coparticipación solidaria de los sectores más productivos no puede tolerar la burla de los feudos que pretenden reinar sobre masas empobrecidas y expulsar a su población por la privación de servicios y oportunidades, forzándolos a las migraciones internas.
Apropiémonos de nuestra libertad personal y social, exigiendo igualmente responsabilidad de cada uno de nuestros próximos, porque ninguna igualdad puede ser fuente de privilegios o fueros personales, o dispensa de iguales trabajos y cargas igualmente asumidos. La concordia sólo puede fundarse en la verdad y la coherencia. Es legítimo ser intolerante con las mentiras, los falsos relatos y los mitos ilusorios. Que la prudencia y la tolerancia no sirva para amparar a los líderes tóxicos y los falsos profetas de las promesas siempre incumplidas, y del odio a la verdades proclamadas en nuestro pacto fundacional, de igualdad ante la ley, libertad y concordia, respeto de las minorías y alternancia republicana.
Por Roberto Antonio Punte