El famoso libro de Jorge Luis Borges, El Aleph, cuya trama revela grietas en la lógica de la realidad y muestra una irrealidad secreta y oculta, puede servir de metáfora para analizar la sucesión de acontecimientos ocurridos en torno del tiempo que pasó entre la lectura de la acusación a la vicepresidente de la Nación por la comisión de delitos y el pedido de pena consiguiente y lo sucedido hasta la redacción de esta reflexión, con el intento por un inexperto “sicario” de atentar contra la vida de Cristina Fernández de Kirchner.
En la mañana del ataque que sufrió la señora de Kirchner, su hijo, diputado de la Nación, declaró que se estaba “buscando a que peronista matar”. Eso podría ser una declaración apasionada, pero los acontecimientos posteriores siembran dudas, sobre todo por la súbita declaración de su madre diciendo, días antes, que era peronista de alma y representante de todos los peronistas, lo que se contradice con sus declaraciones anteriores.
Lo sucedido frente al domicilio de la vicepresidente está siendo investigado y esperamos que lo sea con el rigor científico y jurídico pertinente, por la gravedad del hecho, de un modo que despeje las dudas que, en cambio, despierta la ineficiente e improvisada actuación de las fuerzas de seguridad en la custodia de la vicepresidente.
Varios custodios se comportaron de un modo que contradice elementales conductas destinadas a proteger a una persona tan importante. No solo antes del ataque sino inmediatamente después, sin cubrir con sus cuerpos a la víctima, sin apresar e inmediatamente inmovilizar la victimario, sin impedir que la víctima se desplazara como si no hubiera habido un intento de homicidio a su persona.
El colmo de todo fue la conducta del presidente de la Nación decretando feriado el día siguiente del atentado, para sumar a todos los distanciados sectores de la alianza gobernante e intentar acomodar su deteriorada imagen, como auténtico peronista.
La irrealidad secreta y oculta puede ser revelada considerando el lamentable estado en que el gobierno ha dejado a los argentinos después de más de dos años de ejercicio de sus facultades constitucionales y la comparación de la masiva y estruendosa concertación de ciudadanos con las respuestas a otros sucesos que no despertaron el fervor condenatorio exhibido den la plaza de Mayo, como el copamiento del cuartel de La Tablada, el atentado contra la vida del presidente Alfonsín, la voladura de la fábrica de explosivos en Río Tercero, la muerte del hijo del presidente Menem, el atentado a la AMIA o el asesinato del Fiscal Nisman.
por Guillermo V. Lascano Quintana