Es posible hablar de política sin mencionar a Cristina Kirchner? ¿Hacer un ejercicio de cómo sería el país sin ella como motivo de preocupación? Porque todo lo que haga la oposición que quiera gobernar mañana, deberá pensar en lo que debe construir, sin vivir obsesionado porque alguien se lo impida. Este es un esfuerzo para mirar el futuro, no el pasado o el presente. ¿Podrá la oposición crear un juego propio que no consista en vivir de rebote de lo que hace el gobierno? La respuesta afirmativa a esta pregunta debe contener una clave: acá no hay nombres sino acciones. Pero los que decidan acompañar esta apuesta deberán estar unidos. Pequeñas pasiones y antiguos resquemores, es exactamente lo mismo que recordar los nombres de los que gobiernan. No importa el pasado. Este es un tema ideal para que la oposición desdramatice los entretenimientos y mire al más largo plazo. Como decía Thomas Jefferson “me gustan más los sueños del futuro que la historia del pasado”. Las palabras que expresan la crisis son conocidas y no hay que explicarlas: pobreza, desocupación, inseguridad, corrupción, educación deficiente, Justicia dependiente. ¿Hay más? Es probable, pero las pocas mencionadas indican la necesidad de responder a esas demandas para construir otro país. Algo es esencial: la actual oposición no puede responder a esos problemas con expresiones de buena voluntad; debe explicar en detalle –sin excusas- la forma como los va a solucionar. Hay un punto clave que es casi la mitad del trabajo que debe realizarse: instrumentar un plan de comunicaciones altamente profesional y con sentido político, primero desde la oposición y después desde el gobierno, para que la gente comprenda las propuestas y soluciones. Uno de los problemas más serios para crear un camino de alternancia política es la falta de credibilidad que tiene la opinión pública, en general, en los partidos políticos y en el sistema democrático. Advierten que no están recibiendo nada a cambio. Este fenómeno es –en la Argentina- muy curioso. Hasta la Reforma Constitucional de 1994 las palabras Partidos Políticos y Democracia no figuraban en la Constitución. Pero a lo largo de mucho más de cien años, los partidos habían guiado a la opinión pública desde diferentes perspectivas. A partir de esa fecha las dos palabras tomaron rango constitucional, pero han dejado de orientar a la gente como tales. Hay una pregunta que se escucha en muchas partes: ¿Qué dicen los partidos y qué están proponiendo, frente a la sensación de desorientación que flota en el aire y en la calle? Al mismo tiempo, la oposición no debería hacer de la intransigencia una política. A pesar de estar gastada, la palabra “acuerdo” debe estar presente. Desde gobernadores a dirigentes que no comparten ideas, deben construir puentes necesarios para encontrarse. La propuesta política no puede ser una convocatoria para dividir el esfuerzo. Para articular la alternativa política la oposición no debe entrar en el nivel de agresiones que maneja el Gobierno, ya que ésta es su debilidad. Buscar una salida sin contestarlas, será su fortaleza.
por Hugo Martini
Clarín, 5 de junio 2021
* Ex Diputado Nacional (PRO) Director de Carta Política