El Club del Progreso celebra su 170º aniversario y corresponde evocar a una figura señera en la institución, en una faceta poco conocida. Nos referimos a don Diego de Alvear, octavo hijo del general Carlos de Alvear y de su mujer Carmen Quintanilla, que nació en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1825 y fue bautizado en la Merced el 3 de enero con el nombre de su abuelo, el marino español don Diego de Alvear y Ponce de León. Estudió en el Colegio de los padres jesuitas, donde entre los condiscípulos estaban Tomás S. de Anchorena, José María Bosch, Guillermo Rawson, Benjamín Gorostiaga, Luis María Drago y Mauricio González Catán.
En agosto 1843 se despidió de su madre y hermanos y partió rumbo a los Estados Unidos, para continuar sus estudios. En el país del norte se encontraba su padre como ministro del gobierno de la Confederación Argentina, y pronto llegaría a los mismos efectos su hermano León. Residió allí alrededor de tres años, al cabo de los cuales Diego obtuvo en Nueva York su título de doctor en medicina.
Lucio V. Mansilla recuerda en sus “Memorias”, por cierto tan interesantes ,que Alvear había viajado con Ricardo Sutton que también se graduó en medicina, y acota: “Diego acababa de llegar de Washington, y su apellido, su elegancia, su talento, tan Alvear, lo hacían el niño mimado de los salones”. Y también que al regresar a Buenos Aires a ejercer su profesión fue uno de los primeros en administrar el cloroformo.
El British Packet dio cuenta en su edición del 4 de setiembre de 1847 que un paciente afectado de estrabismo, había sido tratado con el anestésico por el cirujano norteamericano Jacob Merril Tucksbury a fines de agosto en su consultorio de la calle Perú, ayudado por el “novel médico” Diego de Alvear; según apunta Fernández Lalanne en su biografía sobre la familia Alvear. Sin embargo la lectura del periódico nos remite al Dr. Auben como ayudante, se trata del médico francés Teodoro Auben de vasta y distinguida trayectoria en el Buenos Aires desde mediados del siglo XIX.
Poco tiempo ejerció la medicina, pero seguramente atendió esos casos de urgencia que alguna vez se suelen presentar a cualquier facultativo, especialmente entre las clases más humildes. No era un hombre de fortuna, su casamiento con Teodelina Josefa Fernández Coronel y su visión para el manejo de los bienes de su mujer, los acrecentaron largamente.
No le fueron ajenas las necesidades del prójimo y de la niñez, lo que supo inculcar a sus hijos; una de ellas Teodelina a la que podemos llamar casi melliza del Club del Progreso que nació en febrero de 1853, casada con Ricardo de Lezica (nieto de Mariquita Sánchez de Thompson) fue la fundadora del Patronato de la Infancia, tarea que continuó su hija María Rosa..
Eran también famosos los recibos de don Diego, “alcancé a participar de aquellas fiestas inolvidables de lo de Alvear -escribió Ramón J. Cárcano- venciendo mi retraimiento de provinciano localista y desconfiado y sentí después su influencia apacible y sedante, que borraba perjuicios y prevenciones históricas”.
Falleció en diciembre de 1877 en su residencia de San Fernando, su retrato pintado por Joaquín Sorrolla y Bastida lo recuerda en el Club del Progreso, y seguramente en el próximo y cercano bicentenario de su nacimiento se le tributará el homenaje consabido a quien hizo de la sociabilidad un culto unido a un exquisito refinamiento.
por Roberto L. Elissalde