Prólogo
En la adolescencia comencé a descubrir el universo junto a los clásicos españoles; prosistas y poetas fueron configurando un sentimiento lírico. Luego, la generación del 98, la del 27 y, en los estudios terciarios, a los clásicos griegos y latinos, la litera tura medieval, el Renacimiento.
Más tarde el ensayo social, la narrativa, el teatro, las artes plásticas, el jazz, el cine, la música de cámara. Junto al arte y al estudio, el club: natación, fútbol, box. Y las manifestaciones contra demagogias y dictaduras, la revelación de los barrios, las muchachas de los parques, las utopías.
Una vez más: la cultura familiar y el Profesorado en Letras fueron esenciales en mi vida. Con el tiempo hallé a los poetas argentinos, a grandes maestros, haciendo amistad con algunos, escuchando la plenitud de sus voces, deslumbrado por la generosidad que me brindaban. A ellos les debo el aliento, el análisis, el refinado gusto, esa suerte de entrenamiento espiritual: la frecuentación de la obra y el silencio. La otra mirada imprescindible. El arte no reproduce lo visible; lo hace visible, nos recuerda Paul Klee. Me es difícil afirmar una estética, un firmamento único.
El poeta escribe en sus ratos de soledad, en ciertos espacios de ensimismamiento. El poema es algo espiritual, algo mágico que nos ayuda a seguir viviendo. Después de más de cincuenta años uno ratifica aquello que escribió, aquello que amó o sospechó amar. Reitera su pasión, su melancolía, su perplejidad, la percepción íntima del mar o del bosque, cierta morosidad en el monólogo del cielo y de las nubes…
En este nuevo libro de versos vuelvo a consagrar sueños, identidad, ficciones -a veces deliberadas, otras no- donde se manifiesta la necesidad de crear en una sociedad cada vez más desintegrada. De ahí esta suerte de artistas, poetastros, sofistas y pasantes de feria. Hay islas, es cierto, pero sólo islas perdidas en una sociedad sin distinción, de anécdotas triviales, de deplorables gustos, sin sensibilidad libertaria. Esa es la razón por la cual recurro a lugares míticos o a poetas sustanciales. Lo lírico regresa una y otra vez a mi lámpara, a mi pipa, a mi estudio.
Carlos Penelas El mar en un espejo de otoño http://www.carlospenelas.com
Editorial Dunken www.dunken.com.ar ® 1618 Diario del Viajero –
BIOBIBLIOGRAFÍA
Carlos Penelas nació en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, en 1946. Cursó estudios en la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta, donde siguió el Profesorado en Letras. Publicó más de treinta libros de poesía y prosa, entre los cuales se pueden destacar Poemas del amor sin muros (1970), Palabra en testimonio (1973), La gaviota blindada y otros poemas (1975), El libro de las imágenes (1976), Conversaciones con Luis Franco (1978), Los dones furtivos (1980), Finisterre (1985), Queimada (1990), El corazón del bosque (1992), El mirador de Espenuca (1995), Guiomar / Cantiga (1996), Los gallegos anarquistas en la Argentina (1996), Valses poéticos (1999), Desobediencia de la aurora (2000), El regreso de Walter González Penelas (2001), Elogio a la rosa de Berceo (2002), Diario interior de René Favaloro (2003), El aire y la hierba (2004), Crónicas del desorden (2006), Romancero de la melancolía (2007), Retratos (2008), Fotomontajes (2009), Antología personal (2009), Calle de la flor alta (2011), Poesía reunida (2012), Poemas de Trieste (2013), El trasno de Espenuca (2014), La luna en el candil de la memoria (2016), El huésped y el olvido (2017).