“Busquen el Reino de Dios y todo lo demás se les dará por añadidura” Mt. 6, 33
“Bástale a cada día su propio afán” Mt. 6, 34
“Ama y haz lo que quieras”[1] Agustín de Hipona
“¿Sabe cuál es mi enfermedad? La utopía. ¿Sabe cuál es la suya? La rutina. La utopía es el porvenir que se esfuerza en nacer. La rutina es el pasado que se obstina en seguir viviendo.”
Víctor Hugo
El mundo que queremos, no se parece en absoluto al que habitamos. Es un mundo en el que las personas no competimos, sino que nos ayudamos unos a otros, sabiendo que somos seres únicos y diferentes y que, si todos colaboramos, la tierra en que moramos será cada vez un lugar mejor para vivir. Intentamos hacer las cosas bien, no para ganarle al otro, sino para ser mejores nosotros mismos, tratamos de ser competentes, no competitivos, lo que hacemos y logramos tiene por objetivo mejorar la vida de todos y no sólo la de nosotros y nuestros hijos. Nos hemos percatado que nuestra realización como personas pasa por la de nuestro entorno del que al final somos parte.
Somos conscientes que la palabra libertad es engañosa y que la mayor parte de veces nuestras decisiones están grandemente condicionadas, que en verdad son pocas las que tomamos en la vida y que son éstas las que marcan las que las siguen, que creer en una libertad permanente es una forma de auto-engañarnos, que no tener planes y luchar por ellos sólo nos puede llevar a ser una especie de barcos de papel en medio de un río caudaloso. Sabemos que muchas de ‘nuestras’ opiniones no son verdaderamente nuestras, sino que nos han sido impuestas desde fuera, por la cultura y el medio en que vivimos y habitan en nuestro subconsciente sin que nos demos cuenta.
Nuestra libertad tiene como límite los derechos de los otros seres humanos, incluso los que todavía no han nacido, por la sencilla razón de que todo va de ida y vuelta y nos podría tocar estar del otro lado. En consecuencia, la justicia es parte importante del sistema y el bienestar de todos es lo que queremos edificar, aunque todavía hoy parezca imposible. Recordemos cuántos de nuestros logros de hoy hubieran parecido absurdos hace algunos siglos. El ser humano puede llegar a ser como algunos de los grandes ejemplares de la historia. No es que sean las excepciones, sino las muestras de que en nuestras almas habita la semilla de la eternidad y ser como ellos es posible. Tenemos que superar esa idea del hombre egoísta por naturaleza e ir por la senda de creer en nuestras posibilidades. Miremos un poco más lejos y veremos que la construcción del Paraíso no es un sueño de los idealistas, sino una realidad que tenemos que elaborar día a día.
En ese mundo que queremos, las leyes, los gobiernos, las instituciones y empresas, los medios de comunicación, las máquinas, la tecnología y todas las cosas están al servicio del hombre, la mujer y su realización. La propiedad es usada en beneficio de todos y se ve muy mal que alguien herede más de lo necesario. Como para Jesús de Nazareth, sólo hay dos absolutos: Dios y el ser humano. Todo lo demás son medios, pero el hombre es parte del Mundo y el Universo y su preservación está atada a su destino. Los destrozos ecológicos van en desmedro de nosotros mismos, de lo que buscamos y deseamos.
En el fondo de cada ser humano habita Dios, así como en los demás seres vivientes, en los ríos y cascadas, las montañas y los valles, los árboles y las selvas, la inmensidad del mar y las playas y abismos que lo bordean. La realidad tal como la conocemos es el camino equivocado que la humanidad tomó hace mucho tiempo, pero hay otros mejores y más cercanos a la verdad. Y va siendo hora que enderecemos, porque es evidente que lo que hemos erigido no concuerda con nuestros anhelos más profundos y es falso que tengamos que aceptar que las cosas tienen que ser así.
El libre mercado, que resulta hoy necesario por el fracaso de los sistemas de economía planificada desde el Estado, es sólo un hito en el camino de la construcción de un mundo mejor. El sistema en que vivimos necesita del consumismo y éste sólo nos hace esclavos que no son conscientes de serlo, manipulados por la publicidad y los medios. La ‘felicidad’ del hombre moderno consiste en divertirse, que significa consumir artículos, espectáculos, comida, bebida, libros, películas. Sin embargo, la sensación de vacío y fracaso es notoria. No es cierto que estemos por el camino de construir un mundo mejor, sino que de alguna manera hemos fabricado el ‘Mundo feliz’ de Huxley en que es válida su afirmación: ‘Nunca dejes para mañana la diversión que puedes conseguir hoy’.
La autenticidad hoy día es confundida con la locura. La cordura es casi equivalente al ‘aparentar’. En el mundo que queremos todos somos transparentes y nadie quiere parecer diferente a lo que es. Las alegrías y los sufrimientos se comparten y la solidaridad es una práctica generalizada.
por Alonso Núñez del Prado (Lima)
[1] Utopía viene del griego οὐτοπία (οὐ, no; τόπος, lugar) que sería lo que no tiene lugar, aunque también es posible que se derive de εὐτοπία (εὐ, buen; τόπος, lugar), que podría traducirse como el lugar de la dicha y la felicidad.
[2] La cita completa es: “Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos.”