Norberto Pannone ©

 

Oscarcito era el único hijo de Clara y Daniel. El amor hacia él era casi infinito debido a que Clara no podía tener otros hijos. El pequeño sufrió muchos trastornos de inmunidad, pero al fin, creció bastante saludable.

Un día, sus padres le regalaron un oso de peluche. El chico les preguntó si podía considerar a este osito como un hermanito para él. Los padres le dijeron que no, que podía jugar con ese juguete, que imitaba a un oso de verdad, pero que nunca podría ser como un hermano para él. El niño se entristeció al escuchar estas palabras y cuando estuvo a solas en su cuarto con el osito, le dijo: -“Dicen papá y mamá que eres sólo un juguete, que no puedes caminar, que no sabes hablar, que no puedes jugar conmigo”. “Que sólo eres un muñeco” luego, lo guardó en una gran caja con otros juguetes…

Día tras día, semana tras semana, Oscarcito le recriminaba a su osito de peluche: -¡No puedes hablar, no puedes caminar, sólo eres un muñeco tonto!- Ese día, después de regañarle, lo arrojó contra la pared.

-¡Ay! –exclamó el osito.

-¿Qué dijiste? –preguntó el niño.

-Dije: ¡Ay! –respondió el osito.

-¿Cómo es que puedes hablar?

-No lo sé. –Contestó el juguete- Yo…sólo sentí dolor por el golpe y dije: ¡Ay!

-¿Puedes caminar?

-Creo que sí. –Dijo el oso- y se puso de pie dando tres pasos con algún titubeo, pues tenía miedo de caerse, según dijo. Después, se animó y dio toda una vuelta por el cuarto. Oscarcito lo miraba con alegría. Para el niño todo estaba bien y le parecía que la situación era muy normal.

Le gustaba tener un osito de peluche que caminara y hablara.

-¿Le puedo contar de esto a mamá y papá?

-No sé… -A lo mejor ellos no te creen…

Oscarcito salió de la habitación y corrió a contarles a sus padres que el osito caminaba y hablaba.

Cuando sus padres entraron en el cuarto, el osito estaba muy quieto, sentado sobre el piso, como cualquier juguete de peluche común y normal.

-A ver… -dijo el padre del niño- ¡Dile que camine!

En vano, el chico lo intentó, mas el osito, permaneció inerte. Ni siquiera dio un par de pasos. Por más que insistió, tampoco pudo lograr que emitiera una sola palabra.

 

Oscarcito creció y se convirtió en Oscar. Más adelante, se licenció en Psicología. Yo me hice muy amigo de él. Sus padres son muy ancianos, pero viven aún.

 

¿Cómo me enteré de esta historia?

 

Una mañana, como tenía mucha amistad con Oscar y gozábamos de mutua confianza, entré al consultorio sin llamar. Allí estaba Oscar acostado en el diván y el osito de peluche le hacía preguntas mientras tomaba nota de las respuestas del Psicólogo. Cuando entré, el oso se quedó petrificado, entonces, Oscar le dijo:

-Puedes seguir Carlos, ya te vio.

Como si tal cosa, el oso no sólo le siguió haciendo preguntas a Oscar, sino que, al terminar con él, vino dulcemente a mi encuentro, me tomó de la mano con gran muestra de cariño, me hizo recostar en el diván y me Psicoanalizó …

                                                        

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