En épocas en que sobrevienen los contagios y la ocasión de morir se halla en cada esquina, el hombre saca lo mejor y lo peor de sí mismo. La epidemia de fiebre amarilla de 1871 que devastó el país, tuvo gran notoriedad en Buenos Aires y dio lugar a que se evidenciara con obras y frutos la generosidad de muchos.
Los Argerich exaltan el valor de la docencia familiar en el sentido de la vida y de una profesión: la de sanar.
Entre el grupo de médicos dedicados a auxiliar a los enfermos, aun cuando se desconocían los medios oportunos para curar, se destaca la personalidad del Dr. Francisco Argerich Batallas, uno de los primeros médicos españoles titulados que se asentó en la ciudad de Buenos Aires en 1752, coronel de los Reales Ejércitos, vicerrector del Real Colegio y Hospital de San Fernando de Cádiz, médico de los jesuitas y de otras órdenes religiosas en el Plata, casó con María Josefa del Castillo.
Dr. Cosme Mariano Argerich del Castillo (1758-1820), asistió al Cabildo Abierto de 1810, uno de los protomédicos de la historia sanitaria de la Argentina, fundador de la Escuela de Medicina y conjuez del Tribunal del Protomedicato, que estableció la vacunación gratuita en la población. Intervino en la lucha por la Independencia en calidad de cirujano del Ejército del Norte, acompañando al general Manuel Belgrano y asistiendo a los heridos de las batallas de Tucumán y Salta. Proveyó al general San Martín de los insumos médicos y sanitarios para las campañas a Chile del Ejército de los Andes. Pasó el resto de su vida enseñando medicina, y organizando la sanidad del puerto. Casado con Juana López Camelo Cheves Rodríguez Flores, de una vieja familia rioplatense, su hijo fue Benito Argerich que contrajo matrimonio con Manuela Rivero Argüello.
Su hija, Magdalena Cecilia de las Mercedes Argerich, nacida en Buenos Aires el 26 de mayo de 1839, recibió el agua del socorro al nacer y fue bautizada en La Merced el 12 de noviembre de 1842.
Benito Argerich López Camelo, padre de ésta, era hermano de Justo (n. 1810) que estaba casado con Fortunata Castellote Palacios, hija del gallego Francisco Inocencio Castellote y de Antonia Epifanía Palacios López Osornio, prima de Agustina, la madre de Don Juan Manuel de Rosas. Por lo que Magdalena Argerich –madre de Celia y de Alfredo de Estrada- era sobrina de Fortunata Castellote Palacios de Argerich, prima 2da. del Restaurador de las Leyes.
Don José Manuel María Francisco de los Dolores de Estrada y Barquín (1814-1888), era bisnieto de D. Manuel Antonio de Velasco de la Quintana García Herrera y de Dña. Francisca Antonia de Tagle y Bracho (n.1722), III Condesa propietaria de la Casa Tagle de Trassierra por real merced del rey Felipe V de España en 1750, ocupó un lugar de relevancia en su época. Fue jefe del Regimiento de Cántabros-Montañeses en la Defensa de la ciudad de Buenos Aires, diputado a la Legislatura, presidente del Banco de la provincia, gerente de la empresa del Gas y fundador de la primera usina que dio alumbrado a la Gran Aldea, presidió la Asociación Católica y fue Hermano Mayor de la Archicofradía del Santísimo Sacramento de la Catedral. En 1860 –haciendo uso de su generosidad- facilitó el ingreso al país de los Padres Vicentinos (Lazaristas) y de las Hermanas de la Caridad (Vicentinas), solventándoles los pasajes y suministrándoles los medios necesarios para fundar su primera Casa. En 1866 hizo viable la erección de la Capilla del Sagrado Corazón, a instancias de su hijo José Manuel (a quien la familia llamaba Manuel), quien en 1887 fue padrino de la Piedra Fundamental del Santuario Nacional de Luján, donde la familia tenía una quinta.
Habiendo quedado viudo de María del Rosario Brígida Estefanía Mercedes Perichon de Vandeuille y Liniers (1815-1851), nieta del Virrey don Santiago de Liniers y Brémond, tuvo en Eloísa Rivero una hija -Carolina Mercedes Wenceslada de Estrada de Martínez- nacida en 1853, que se distinguió en la sociedad argentina por los alcances de su acción como presidenta de las Damas de Caridad durante 50 años, al igual que su hija Celia Martínez de Varela. Y en una unión de hecho por ser legalmente libres ambos, en Magdalena Argerich fue padre de dos hijos: Sara de Estrada, Dama de Caridad, mujer de Juan José Villatte Botet, y Alfredo Alberto de Estrada (1881-1915), quien en Roma fue secretario de su hermano mayor Ángel de Estrada cuando éste era ministro plenipotenciario ante la Santa Sede y junto al Papa san Pío X, casado en 1905 con mi tía abuela Celia (de) Castro Biedma, Dama de Caridad de Ramos Mejía.
Durante los largos días de la fiebre amarilla de 1871, Magdalena Argerich llevaba junto a su pecho “una bolsita de encaje con este Crucifijo de madreperla de Jerusalén y una pastilla de alcanfor”, única protección y defensa conocida por entonces, me contaba su nieta Celia de Estrada de Frías Bunge (1906-2002).
En “la bóveda de casa” en Recoleta -como ésta me decía-, descansan Magdalena, sus hijos …y Petrona Biedma de Castro Ramos y de Guerrero, que tuvo destacada actuación durante la distribución nacional de la vacuna contra la difteria de fines del siglo XIX, siendo presidenta de la Sociedad Madres Argentinas, y así se salvó el 80% de la niñez del país.
Y en esos mismos largos días los médicos encaminaron sus fuerzas por la calle de la entrega generosa y engrosaron la lista del honor y de la muerte.
Hijo del Dr. Cosme Argerich fue el Dr. Francisco Cosme Argerich (1787-1846), nombrado cirujano por el virrey, actuó en el Segundo Escuadrón de Húsares Voluntarios durante las Invasiones Inglesas y atendió a los heridos en el Hospital Militar de la Residencia y en el Hospital de Mujeres. Cirujano del Ejercito del Norte y del Regimiento de Granaderos a Caballo, asistió a la batalla de San Lorenzo y a los heridos de ella, el mismo general José de San Martin con un corte de sable en el rostro, y el coronel Celedonio de Escalada, abuelo de Teófila de Escalada y López Camelo de Castro Ramos. Fue miembro de la comisión conservadora de la vacuna antivariólica junto a Saturnino Segurola. En 1822, el gobernador Gral. Martín Rodríguez lo nombró Cirujano Mayor del Cuerpo de Medicina Permanente y catedrático de la Academia Nacional de Medicina. Al declararse la Guerra del Brasil fue nombrado Cirujano Mayor del ejército en campaña contra el Imperio de Brasil. Fue amigo de los generales Guido, Balcarce y San Martín, quien lo distinguió con su correspondencia.
El flagelo convocó a la medicina operativa, y allí estuvieron los Argerich primos segundos de Magdalena: Manuel, Adolfo y Juan Antonio.
El Dr. Manuel Gregorio Argerich (1836-1871), nieto de Gregorio Francisco Argerich (1765-1819), reconocido maestro de primeras letras adherido a la cauda de Mayo, actuó en el lazareto del Convento de la Recoleta debido a la viruela surgida en las tropas del Ejército Nacional. Actuó como soldado en el Sitio de 1853 y en las batallas de Cepeda y Pavón. Se desempeñó como vicepresidente de la Municipalidad de Buenos Aires (1864), diputado nacional y convencional constituyente provincial.
Asistió como médico durante la epidemia del cólera (1868) y de fiebre amarilla (1871) y desde su puesto de socorro y caridad integró la Comisión Popular en defensa de la población bonaerense hasta que a los 35 años murió en su sitio de combate por la vida.
Aunque comprometido con sus responsabilidades hospitalarias, estaba en conflicto interior y afectivamente, diciéndole a José Manuel Estrada tres días antes de morir: “Mis hijos! ¡Mi esposa! ¿tengo el derecho de desafiar a la muerte y arriesgarme a abandonarlos para siempre?”
El escenario agónico de las víctimas fue figurado magníficamente por Manuel Blanes en su cuadro “Episodio de la fiebre amarilla”, cual un homenaje plástico al doctor Manuel Argerich.
El Dr. Adolfo Argerich (1838-1871) fue miembro del cuerpo médico de la parroquia de San Telmo que integraba sin percibir sueldo alguno y coronó la Comisión de Salubridad de la misma, contagiándose dos veces. Su fuerza de voluntad le permitió volver a la lucha: asistió a los enfermos junto a sus hermanos médicos Manuel y Juan Antonio, hasta que a los 39 años y nuevamente contagiado, sirvió hasta el final de sus mismas fuerzas.
Y junto a ellos, el Dr. Juan Antonio Argerich (1840-1905) se destacó como profesor de la cátedra de Clínica Quirúrgica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y fue director de la Casa de Expósitos. Con actitud valerosa asistió a la población durante las epidemias del cólera de 1868 y de fiebre amarilla de 1871, que costó la vida de sus hermanos.
Una familia argentina que dio muestras de dignidad moral y compromiso fraterno-social y sanitario a lo largo de varias generaciones.
por Aldo Marcos de Castro Paz