El Doctor Alberto C. Taquini (h), miembro del Departamento de Pastoral Universitaria de la Comisión Episcopal de Pastoral Universitaria (CEPaU) detalló los motivos por los cuales hay que enseñar religión en las escuelas.
“En la misma forma en que la sociedad tiene que replantearse el modelo educativo, es necesario repensar una nueva relación del Estado con las religiones, desde esta mirada de la sana laicidad”, sostuvo en el artículo publicado por el diario Clarín.
A la espera de que la Corte Suprema de Justicia se expida sobre la enseñanza religiosa en Salta, el doctor Alberto C. Taquini (h), miembro del Departamento de Pastoral Universitaria de la Comisión Episcopal de Pastoral Universitaria (CEPaU) publicó un artículo titulado “Por qué sí enseñar religión” en el diario Clarín.
El especialista consideró que “esta problemática requiere ser abordada desde una sana laicidad, entendiendo por esto la garantía que el estado debe dar a la libre expresión de las diversas manifestaciones religiosas-culturales de los hombres”.
“Las condiciones de convivencia interreligiosa existentes y favorables en la sociedad argentina deben ser aprovechadas para cultivarse y proyectarse en el marco del desarrollo de una sana laicidad promovida por el Estado”, sostuvo.
“En la misma forma en que la sociedad tiene que replantearse el modelo educativo, es necesario repensar una nueva relación del Estado con las religiones, desde esta mirada de la sana laicidad. En estas aspiraciones se inscribe este aporte”, concluyó.
Texto del artículo
La Corte Suprema de Justicia tiene a consideración el tema de la enseñanza religiosa en Salta, tema particular que proyecta el debate del fenómeno religioso en forma integral en relación a su enseñanza. Los debates subyacentes a lo jurídico son también y fundamentalmente culturales y político-sociales porque el fenómeno religioso es parte viva de la sociedad.
La resolución de la Corte tiene el desafío de, al resolver el caso particular, facilitar otros enfoques de la enseñanza religiosa como fenómeno cultural que están hoy en debate mundial. Están en debate porque la escuela es todavía la institución principal de la instrucción, compartiendo con la familia los valores que se supeditan crecientemente al influjo de los multimedios.
Encuestas mundiales y nacionales de rigurosidad científica sobre la religiosidad, indican de modo incontrovertible que los pueblos tienen una concepción religiosa con diversas formas de abordaje. El 62% de las personas se definen a sí mismas como religiosas, el 74% creen que tenemos un alma, el 71% creen en Dios y sólo el 9% se consideran ateas.
En un mundo donde el conflicto religioso y político territorial es noticia cotidiana, estos datos deberían tomar mayor protagonismo y relevancia, para satisfacer las demandas de estas personas.
Si algo caracterizó al siglo XX en relación a la impronta religiosa de la sociedad, fue su abandono y menosprecio cuando no el ataque a sus manifestaciones. Pero la situación mundial de los últimos 20 años con la irrupción de los fundamentalismos, ha puesto de manifiesto no sólo el daño producido por los atentados sino la violencia en el mestizaje con la crisis de las migraciones. Esto ha determinado que en la mayoría de los países de occidente haya hoy una modificación radical con respecto a su visión de la religión para promover el debate e incluso la libertad de expresión de los cultos en la escuela.
Esto nos induce a pensar en una nueva educación que garantice autonomías curriculares para el nivel de la escuela primaria y media equivalentes a la autonomía universitaria. Por eso una concepción curricular monopólica del sistema educativo primario y secundario como la vigente es inadecuado.
Enseñar el fenómeno religioso no implica enseñar un culto sino el proceso cultural general. Metodológicamente debería ser enseñado como una disciplina -no solo transversal a otras materias- como proceso histórico de relación entre la fe y la cultura que incluye el devenir histórico, filosófico, teológico y político del acervo cultural milenario de la humanidad.
En los últimos años, la reaparición del fenómeno religioso en la vida cotidiana de occidente, tanto por el surgimiento de nuevas formas de espiritualidad como por la violencia fundamentalista, determinó la necesidad de una nueva aproximación al problema desde el estado laico.
Esta problemática requiere ser abordada desde una sana laicidad, entendiendo por esto la garantía que el estado debe dar a la libre expresión de las diversas manifestaciones religiosas-culturales de los hombres.
Las condiciones de convivencia interreligiosa existentes y favorables en la sociedad argentina deben ser aprovechadas para cultivarse y proyectarse en el marco del desarrollo de una sana laicidad promovida por el Estado.
En la misma forma en que la sociedad tiene que replantearse el modelo educativo, es necesario repensar una nueva relación del estado con las religiones, desde esta mirada de la sana laicidad. En estas aspiraciones se inscribe este aporte.