Con esa sabiduría que les fue característica – adquirida en la universidad de la calle y de la vida – nuestros antepasados nos advirtieron que “lo barato sale caro”; empero sigue siendo frecuente encontrar quienes persisten en la búsqueda de lo barato – y si fuera posible gratis, mejor – pero que, a la vez, sea bueno, muy conveniente, que les permita “hacer una diferencia” como suele decirse.
Por supuesto, lo usual es que fracasen y, como buenos cultores de la autovictimización, se quejen amargamente arguyendo que fueron estafados en su buena fe. Lo cual es absolutamente falso. Lo cierto es que quisieron “hacerse los vivos” (para usar otra frase popular) y les salió mal. Una y otra vez les sale mal; pero insisten pues tienen la creencia de que un día tendrán éxito. Actúan igual que el jugador de ruleta, que pierde una y otra vez, pero está empecinado en que en alguna ocasión “tendrá revancha.” El final ya lo conocemos todos: terminará en quiebra perjudicando – además – a sus seres queridos.
¿Por qué hay tanta gente que actúa de este modo? Pues por utilizar una programación psíquica negativa que los lleva a pensar que son más inteligentes (“pícaros” dice la calle) que los demás y que podrán utilizar y manipular a los otros en su exclusivo beneficio personal. Son los que olvidaron que las cosas se logran con esfuerzo, perseverancia, dedicación y, ante todo, claridad de metas.
La barato, lo fácil, lo que se consigue enseguida suele carecer de valor, por lo usual son cosas sin importancia, intrascendentes. Y si algo se obtiene fácil tampoco se ha de mantener por mucho tiempo dado que quien así lo ha obtenido carece en su psiquismo de la capacidad necesaria para cuidarlo y mantenerlo. Todos conocemos ejemplos entre quienes lograron un premio u obtuvieron una generosa pero inesperada herencia. En menos de un año ya lo habían perdido todo.
En cuanto a lo gratuito quien de esa manera lo ofrece es porque espera obtener un beneficio importante en el futuro inmediato. Es el objetivo de la “muestra gratis.” Se regala al principio persiguiendo generar el deseo o la necesidad, para, después, obligar a pagar por ello. Téngase bien presente – y después no se diga que no avisamos – ¡nada más caro e impagable que aquello que se presenta como gratis!
Los mejores negocios – y cuando digo “negocios” me refiero tanto al ámbito espiritual como a lo intelectual y lo físico/material – son aquellos donde desde el primer momento queda en claro cuánto costará cada cosa. Y – dato no menor – cuánto requerirá su mantenimiento. Pongamos el ejemplo con un auto. Tal vez uno tenga el dinero para comprar determinado vehículo. Pero no alcanza con eso. ¡También hay que asegurarse contar con lo suficiente para pagar cada mes los impuestos, el seguro, la nafta, la cochera! Si se carece de ello, mejor no comprar el auto. Sólo será para malos momentos y sufrimientos.
También hay que tener en cuenta el punto de vista de cada quien para determinar si algo es barato, caro o está en precio. Vale para ello aquella anécdota atribuida al célebre artista plástico Pablo Picasso. Una mujer encuentra a Picasso en un hotel, lo saluda y le pide que el dibuje su retrato. El artista se niega pero la mujer insiste hasta que logra el cometido. Picasso en pocos minutos entrega la obra a la admiradora. “Es perfecto. No puedo creer cómo consiguió capturar mi esencia con un solo trazo, en apenas un momento. ¿Cuánto le debo maestro?”, interroga la señora. “Son cinco mil dólares”, dice Picasso. Extrañada la mujer pregunta: “¿Cómo puede pedirme cinco mil dólares por algo que sólo le tomó pocos minutos?” Picasso mirándola con ironía y sin pensar en reducir un solo dólar responde suelto de cuerpo: “Señora, se equivoca usted, ese retrato me llevó toda la vida.”
por Antonio Las Heras*
*Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, filósofo y escritor. email: [email protected]