Editores Marcelo Colombo Murúa – Juan Eduardo FlemIng.
Buenos Aires, 2018.
Como indica el título es éste el segundo volumen de testimonios de diplomáticos argentinos, el anterior, de 2015, comentado en CRITERIO, tuvo como editores a Vicente Espeche Gil y Estanislao Zawels. Rosendo Fraga resume en “No hay futuro sin memoria” lo valioso de esta suerte de rendición de cuentas de quienes integraron el Servicio Exterior que es, con las Fuerzas Armadas y el Poder Judicial, una de las tres burocracias centrales para el funcionamiento del Estado. Veinte diplomáticos de carrera, ya retirados tras varias décadas, cercanas al medio siglo, representaron a la Argentina en los cinco continentes en circunstancias políticas contrastantes en las que siguieron desempeñándose con igual dedicación, pero resultando en más de un caso, víctima de sus avatares y de los caprichos oportunistas de los gobernantes de turno. A través de ellos pasan la Argentina y el mundo, la paz y la guerra, el dolor y el humor, la reflexión y el análisis. Así, Colombo Murúa mientras las bombas caen sobre Ryyadh, la capital saudita, en la Guerra de Irak de 1991, Hernán Plorutti en Siria aún en tiempos de paz, Fleming en la embajada en Londres el 2 de abril de 1982 y hasta 1988 a cargo de la Sección de Intereses Argentinos de la embajada de Brasil hasta la reanudación de las relaciones diplomáticas y las experiencias de Hugo Caballero y Abel Parentini Posse en la URSS. A veces se tiene la satisfacción de abrir una embajada, como la de Santa Lucía (Martínez Thomas), el presentar credenciales en las Seychelles (Albino Gómez), y la tristeza de cerrar una representación, como le ocurrió a José M. Cantilo en una de sus tres experiencias africanas, en esa ocasión Senegal. Alberto Daverede, Elsa Kelly, Gerardo Biritos que al igual que Cantilo literalmente armonizaron su amor a la carrera y a la música, Ilda Di Giovan (experta en el G20) , Eduardo Airaldi con su “construcción de un diplomático”, Eduardo Sadous en fecunda misión en Malasia y traumática en Venezuela tras denunciar una embajada paralela para maniobras de corrupción, y el “realismo mágico” de Juan A. Pardo como cónsul en Villazón con la historia dramática de su colega en Yacuiba allá por los sesenta. Jorge L. Viñuela, Marcelo Delpech, Jorge Stock Capella hacen sus aportes, pero la falta de espacio impide detenerme en ellos. El sentido de estos informes de “fin de misión” está bien expuesto en el capítulo final de Jesús F.Taboada tras cuarenta y siete años de servicio. Destaco la seriedad, sentido de estado, cultura y capacidad de escucha y de diálogo, en cada país donde estuvieron destinados. Son virtudes todas que es de desear, aunque en un mundo en muchos casos distinto al de sus mayores, sepan encarnar los diplomáticos del siglo XXI.
Por Norberto Padilla
Fuente: REVISTA CRITERIO, nº 2456, marzo, 2019.