1.– INTRODUCCIÓN
El destino del Siglo XXI se dirimirá por la correlación de fuerzas entre EE.UU. y China.
¿Cuáles serán los terrenos en que se dirimirá la contienda entre las dos grandes potencias? 1) El resultado de la guerra comercial, unilateralmente declarada por la Administración Trump; 2) la disputa sobre la generación y el control de la tecnología de la 4° Revolución Industrial; 3) la guerra monetaria que desafía la supremacía del dólar; 4) la primacía entre soberanismo y globalización, 5) la cuestión de bilateralismo versus multilateralismo; 6) los temas de la defensa; y 7) la carrera espacial.
Cualquiera sea el resultado, la novedad geopolítica del Siglo XXI es que, después de 5 siglos del descubrimiento de América y la aparición de la modernidad capitalista, la hegemonía geopolítica se disputa fuera de Europa. Los dos grandes actores o sujetos de la historia son, ahora, una potencia Asiática: China y una situada en América del Norte: EE.UU. No es la primera vez en la historia que una potencia hegemónica enfrenta el desafío de una potencia emergente. De los 16 casos que registran los historiadores, 12 terminaron en guerra. Esto es lo que se conoce como “La trampa de Tucídides”. El historiador de la Guerra del Peloponeso sostenía, en base a la derrota de Atenas frente a Esparta, que la potencia emergente tiene siempre una ventaja frente a la opulencia y la molicie del hegemón dominante.
Asistimos al ocaso del sistema mundial liberal fundado hace un siglo en la Conferencia de Versalles de 1919, de la cuál surgiera la Sociedad de las Naciones, con sede en Europa, y el multilateralismo en las relaciones internacionales. Ese sistema fue renovado en 1945 con la Carta de San Francisco que creara la Organización de las Naciones Unidas, con sede en los EE.UU., líder indiscutido desde la última posguerra.
En nuestros días la gobernabilidad del mundo se ha escapado de las manos de la ONU, de su Asamblea, de su Consejo de Seguridad, de sus agencias especializadas: la OMC, la Organización Internacional de Energía Atómica, la UNESCO etc. Hoy la gobernabilidad del sistema internacional no está fundada en la libertad, sino en el miedo. Ha renacido, artificialmente, el miedo a una catástrofe nuclear que no ocurrirá, pero que le permite a los dueños del “Club Nuclear”, manejar el mundo a su antojo. Asustándonos con unos países pequeños y lejanos como Korea del Norte o Irán, mientras llenan de zalamerías al primero y amenazan con la invasión al segundo. En esa fenomenología de la mentira, se oculta que la economía del mundo es manejada por el capital financiero internacional. Como ejemplo, sirva decir que 147 bancos controlan y manejan 43 mil corporaciones de primera magnitud alrededor del planeta. En ese ámbito donde las finanzas y el poder militar, manejan y disputan la supremacía en el comercio, la tecnología, las monedas, la defensa y la carrera espacial, se enmarca la disputa por la hegemonía entre China y los EE.UU.
En estos tiempos, en términos políticos y económicos, el bilateralismo se impone al multilateralismo, el proteccionismo a la integración y el mercantilismo a la globalización. Por lo tanto, se plantea una geopolítica, donde el soberanismo se impone a los organismos internacionales y la cesión de soberanía se vuelve escasa o nula. Es, en cierta medida, el mundo de “sálvese quien pueda”.
Sin embargo, la confrontación sino-estadounidense, es un desafío pero también una oportunidad, para América del Sur y Argentina. Mientras ese enfrentamiento no existió, éramos irrelevantes, en el tablero internacional. Ahora tenemos dos opciones: sacar ventaja de ese conflicto, manteniendo nuestra equidistancia de los protagonistas, o caer en la doble dependencia: tanto de China como de EE.UU. Ello depende enteramente de nosotros, de contar con una geopolítica pensada desde nuestra perspectiva y una política exterior que se nutra de esa visión estratégica. Todo depende de cómo manejemos el imperativo interno del desarrollo, en relación con la restricción externa de la dependencia. El endeudamiento nos ha llevado al ajuste indiscriminado en el terreno económico, lo único que queda por ajustar, es una cuestión política: nuestra democracia. La declinación de la democracia en América Latina, ante los poderes corporativos, mediáticos y la judicialización de la política, es una manera de ajustar la democracia. Se da la paradoja que, mientras todos jerarquizan la democracia como forma de gobierno, se practica la anti-política, se devalúan los políticos, los parlamentos, las organizaciones sindicales, los partidos políticos y todo aquello que constituía la democracia representativa, republicana y federal.
En el escenario actual ya no nos sirven las categorías de derecha e izquierda, que tienen 230 años de antigüedad, para caracterizar a los países y sus regímenes gobernantes. Estamos en la fase del caos. En la transición de un mundo unipolar a uno multipolar. Esta transición no tiene un lenguaje propio. Confucio decía que el caos se inicia con la confusión del lenguaje. Hoy, la lucha por la hegemonía se da entre neo-nacionalistas por un lado y globalistas por el otro. Es necesario hacer una deconstrucción de la cultura en términos geopolíticos. Se han invertido todos los roles. Los países inventores del librecambio se han vuelto neo-nacionalistas y proteccionistas. Mientras, las potencias de origen estatista hablan de apertura comercial, de romper barreras arancelarias y sostener a la OMC. Lo cierto es que todos, Trump, Putin y Xi Jinping, son nacionalistas pero con distinto discurso. Los simplificadores de los conceptos y del lenguaje, a los nacionalistas los llaman populistas de derecha o de izquierda. Con lo cual el concepto de “populismo” se ha constituido en un pozo negro epistemológico donde cada quien arroja todo lo que no entiende o, simplemente, le disgusta. Lo cierto que al templo de la globalización económica, el Foro de Davos, ya no va casi nadie y menos, ninguno de los tres nombrados. Hay excepciones: a su última reunión fue Bolsonaro.
Las causas estructurales del conflicto entre EE.UU. y China aumentan el riesgo geopolítico y rompen las ventajas de la “Guerra Fría”, conflicto que no terminó en una confrontación nuclear. El mundo actual es mucho más peligroso. Estamos en un momento de transición entre globalizaciones del capitalismo. La primera globalización ocurrió entre 1860 y 1914 y estuvo dominada ´por el Imperio Británico. La segunda ocurrió entre 1944 y 1989 y estuvo dominada por los EE.UU. La tercera se inició con el colapso de la Unión Soviética en 1989 hasta la crisis de 2008, estuvo dominada unilateralmente por EE.UU., pero con creciente participación de la UE, Rusia y China. En los intervalos de las globalizaciones, la rivalidad entre países aspirantes al dominio aumenta y puede derivar en guerras entre ellos o entre los aliados de cada uno. La rivalidad en este momento es entre EE.UU. un imperio en declive y China un imperio ascendente. Para 2030, Asia puede ser el motor de la economía mundial, como lo fue hasta el siglo XV, y China puede convertirse en la primera economía del mundo. Para entonces, alcanzará un PBI de 42 trillones de dólares, contra 24 trillones de EE.UU. Por eso la guerra comercial se intensifica y lleva a una guerra tecnológica, porque quien controle la tecnología comunicacional, la robótica y la inteligencia artificial, dominará la próxima globalización.
2.- LA LUCHA POR LA HEGEMONÍA ENTRE E.E.U.U. Y CHINA
Señalamos en la Introducción que la lucha por la hegemonía a nivel mundial abarca guerras comerciales, monetarias y tecnológicas, hasta llegar a la Revolución en Asuntos Militares (RAM) que introduce las innovaciones en materia de Defensa. Hoy, tanto para el Comando en Jefe de los EE.UU. como para el Ejército Popular de Liberación (EPL) de China, la base de la revolución militar es la informatización. Han pasado de la disuasión militar a la disuasión informática. De la guerra clásica de contacto a la guerra informática sin contacto, cuyos mayores atributos son la precisión y la invisibilidad, tratando de ocultar capacidades e impedir acciones de inteligencia al adversario. Para EE.UU. la mayor amenaza es una guerra informática asimétrica por parte de China. Se están preparando para la guerra cibernética, para la guerra digital o informatizada, cuyo campo de operaciones abarca: tierra, aire, ciberespacio y el espectro electro-magnético. En suma, están adaptando el campo de batalla a los acelerados cambios de las tecnologías de frontera.
¿Qué se entiende por Ciberguerra, Guerras Híbridas y Guerras Asimétricas?
Ciberguerra: Es la amenaza más sofisticada, más sutil, no usa armas, ni municiones, ni ejércitos, se trata de una guerra cibernética que infiltra los sistemas tecnológicos y es capaz de derrocar gobiernos, adulterar procesos electorales, quebrar economías, colapsar sistemas financieros y desquiciar grupos sociales. Esta guerra informática o digital es un conflicto que se libra infiltrando el espacio electro-magnético (PEM), los sistemas de información y comunicación, convirtiéndolos en el campo de operaciones de una nueva guerra.
EE.UU. utiliza la informática, a través de drones, hackers, virus, radares y censores, para hacer ciber-espionaje, para espiar y destruir infraestructuras o sitios críticos o estratégicos de sus enemigos. Rusia infiltra las redes del Estado o los partidos políticos y sus trolls intervienen para influir en los procesos electorales sobre la opinión pública. China roba datos personales y propiedad intelectual de las principales corporaciones de EE.UU.
Se trata de una guerra no declarada. Henry Kissinger advirtió “Hemos pasado de un mundo donde la guerra la hacían actores conocidos a otras formas donde los actores son desconocidos, porque la guerra informática garantiza el anonimato”. “No podemos controlar el futuro, porque las redes están bajo el control de los usuarios, que pueden ser actores no estatales, individuales o colectivos. Sólo un sistema de Ciberdefensa colectivo, puede controlar y establecer un nuevo orden en el sistema internacional. Vivimos tiempos del ciber-espionaje, la ciber-estrategia, a los que debemos oponer un sistema de Ciber-defensa.” Hoy la inteligencia no es más analógica. Se ataca a los sistemas y procesos del PEM (apagones). Hay que adaptarse al campo de batalla de la tecnología informática. Recomienda: 1) Confección de una matriz de ciber-riesgo; 2) Tener una estrategia de Ciber-defensa destinada a la disuasión informática; 3) Contar con capacidad para detectar el ciber-riesgo y al atacante; 4) Contar con ciber-equipos, es decir crear su propio sistema de ciber-defensa.
Guerra asimétrica: Es la que se libra entre una potencia militar contra un país con menos capacidad de respuesta. Es el caso de EE.UU. y sus aliados contra Afganistán, Irak y Libia; de Rusia en Crimea o de Arabia Saudita y los países del Golfo en Yemen.
Guerras Híbridas: Estas sustituyen a las guerras asimétricas. Se trata de una agresión que genera confusión, a partir de una combinación de fuerzas regulares encubiertas, con fuerzas irregulares o milicias (ISIS), organizaciones de mercenarios (Black Waters) y la agresión cibernética a través de la web y de drones. El arquetipo es el conflicto de la secesión de Ucrania, donde actuaron milicias separatistas junto con tropas rusas y ocuparon parte del territorio ucraniano, con fuertes raíces históricas y culturales rusas. Otros ejemplos son Siria e Irak. En estos casos de guerra hibrida, como en Yemen, hay milicias que cambian de bando contendiente, como las milicias kurdas, sunnitas y chiitas, que combaten en ciertos escenarios aliadas a EE.UU. y, en otros, a Rusia.
Todos queremos la ciber-paz, sin por eso silenciar la disidencia digital.
El Papa Francisco ha dicho que vivimos una tercera guerra mundial. Lo cierto es que si estallara no nos daríamos cuenta. Si Rusia pudo penetrar y operar sobre el sistema electoral de EE.UU., quien garantiza que China no pueda penetrar el sistema bursátil y financiero de Wall Street, provocando un fenomenal caos.
Todo ello explica por qué el conflicto entre China y los EE.UU. por el 5G y las patentes sigue profundizándose. La decisión de Donald Trump de prohibir las relaciones comerciales entre empresas informáticas de su país y de China ha enfurecido no sólo a empresarios asiáticos, sino a los propios inversores estadounidenses. Es que por una cuestión demográfica China es el mercado más atractivo para hacer negocios. Pero el CEO de Huawei fue contundente: “Detener el suministro a Huawei significa que están perdiendo irreversiblemente el mercado chino”. Durante tres décadas ha predominado la idea de que las grandes empresas que dominan el mundo de Internet, no tienen nacionalidad, pese a su sede física o jurídica. Google, Amazon, Facebook o Huawei, eran percibidas como grandes actores globales, que estaban por encima de organizaciones multilaterales y estados nacionales. Esta idea está hoy en crisis.
En suma, el hecho estratégico más importante en el ámbito global, es la pugna entre EE.UU. y China por la hegemonía. El primer ámbito en el cual se desarrolla es el comercial. Es evidente y hoy está en el centro de la discusión política y económica. El segundo es el tecnológico, y se está manifestando en el enfrentamiento por el predominio del mundo de Internet en sus distintas versiones. El tercero es el geopolítico, y tiene evidencias tanto en las tensiones en los mares sur y oriental de China, como en las resistencias o recelos que generan proyectos de la potencia asiática, como la Nueva Ruta de la Seda, el amplio corredor que busca unir desde el extremo oriental de China hasta la península ibérica, enmarcado por el concepto de que “Eurasia” es, al fin, un solo continente. Pero es en la pugna por el predominio en el mundo de la tecnología donde se está poniendo en evidencia que las grandes empresas del sector tienen nacionalidad, contra lo que muchos pensaban. La ofensiva de Trump contra la empresa china Huawei, es el hecho que lo ha puesto de manifiesto. La amenaza estadounidense contra esta empresa en la cual el Estado tiene un rol relevante, expresa el modelo chino de grandes empresas privadas, estatales o para-estatales en el mundo de las nuevas tecnologías. China reacciona como Estado y lo hace porque una importante ejecutiva de esta empresa, fuera detenida en Canadá -país aliado de EEUU- meses atrás. Ahora Trump determina que las empresas tecnológicas de su país, dejen de abastecer de insumos a China y lo están acatando aunque ello implique perdidas económicas e incluso costos en materia de cotización de las acciones. Google fue una de las primeras empresas en sumarse a la política de Trump contra Huawei, asumiendo que es estadounidense y no supra-nacional. Cada vez más son las tecnológicas de Syllicon Valley que asumen esta posición. Se trata así, de un conflicto que las dos grandes potencias libran a través de sus empresas. China amplía su contra-ofensiva y amenaza con dejar de exportar “tierras raras” (son nuevos minerales clave para la industria de aparatos electrónicos de alta tecnología) del cual la potencia asiática es primer productor y exportador, lo que afectará la industria electrónica estadounidense al restringirle el acceso a insumos muy importantes. En conclusión, el conflicto desatado en torno a Huawei, ha puesto en evidencia que, finalmente, las grandes empresas tecnológicas que dominan el universo de Internet, no son supranacionales sino que tienen nacionalidad, siendo una herramienta clave de la política exterior y actores centrales en la pugna por la hegemonía global.
3.- EL PAPEL DE RUSIA
Rusia no es neutral en el marco de esta disputa geopolítica por la hegemonía. Es de gran importancia la conformación de estrategias militares conjuntas entre los países que, liderados por Rusia y China, conforman la Organización de Cooperación de Shanghái. En una reciente reunión de ministros de defensa realizada en Bishkek, capital de Kirguistán, se decidió la creación de un comando unificado y la realización de maniobras conjuntas. El trasfondo de esta asociación está dado por la creciente solidez del Acuerdo Estratégico entre Rusia y China. Será importante observar las celebraciones que se desarrollaran en Moscú y Beijing por el 70 aniversario del establecimiento de relaciones entre la entonces naciente República Popular China y la Unión Soviética. Será en Octubre y está prevista, a tal efecto, la visita oficial de Xi Jinping a “su gran amigo” Putin. El evidente objetivo de esta alianza, cimentada en un giro comercial record de US$ 108.000 millones y en crecimiento, y en proyectos de inversión por US$ 120.000 millones. Es la consolidación de un proceso que unifica la potencialidad de ambos gigantes, en diferentes formatos de integración y, en primer lugar, en la hegemonía política de organismos como la Organización de Cooperación de Shanghái, integrada por 24 países asiáticos y europeos, la naciente Unión Económica Euroasiática, la ASEAN, los BRICS y otras asociaciones regionales. Beijing y Moscú procuran la formación de una Gran Sociedad Euroasiática, tanto económica como política, fundada en los principios de multipolaridad, apertura, transparencia y consideración de los intereses de todos los miembros. Falta conocer que hará Washington con socios como una Europa cuasi desmembrada y una América Latina atravesada por crisis de todo tipo e inestabilidades latentes.
Rusia, además, es el paraguas nuclear de China. Cuenta con dos instrumentos fundamentales su armamento y su potencial energético, sobre todos el gas. Mientras Washington continúa reforzando su escudo atómico, inclusive en Europa, Rusia logra el mismo efecto devastador sin utilizar componentes nucleares y con un presupuesto 10 veces menor. La energía cinética de los misiles “Avant Gard”, “Tornado-C” y “Kalibr”, muchas veces demostrada, incluso en Siria, es capaz de equipararse al armamento atómico. Ahora la aviación rusa posee los novísimos interceptores S-70 de quinta generación y los renovados bombarderos T-160, portadores de misiles hipersónicos. Ha comenzado la botadura de submarinos atómicos, clase “Borei”; capaces de lanzar misiles y torpedos hipersónicos (cuya velocidad es superior a los 5.000km/hora), es decir, superior a la velocidad del sonido. El complejo militar-industrial ruso se ha convertido en el principal competidor de EE.UU. en los mercados internacionales. Turquía, socio de la OTAN, acaba de comprar complejos antiaéreos rusos y ante la amenaza de Washington de no proveerles los nuevos F-35, advirtió que en tal caso compraría los S-57 rusos.
El otro instrumento estratégico que tiene Rusia es el gas. EE.UU. intentó convencer a sus socios (¿) europeos de desistir del tendido del “Nord Stream-2”, el gasoducto que va desde los yacimientos siberianos hasta Alemania, con ramificaciones en los países bálticos, Holanda, Bélgica y Francia. No tuvo suerte. Porque los europeos necesitan igual que el aire y el agua, el gas ruso, bastante más accesible y barato que el gas de esquisto ofrecido por los estadounidenses. Lo mismo ocurre con el gasoducto “Torrente Turco”, con capacidad para 31,500 millones de m3 anuales, destinado a abastecer del fluido tanto a Turquía, a Grecia y a Israel. Ambos gasoductos magistrales estarán operativos en diciembre de 2019. La reciente visita de Putin a Austria, está vinculada con otro gran proyecto energético: el “Torrente Azul”, que abastecerá de gas por un tendido que llegará a los países balcánicos, Italia, el Sur de Francia y España. No extraña que los países europeos abastecidos de gas por Rusia, se hayan pronunciado contra las sanciones a Rusia por la incorporación de Crimea y la supuesta intromisión en la guerra interna de Ucrania.
En la última sesión del Consejo Ártico, conformado por los 8 países que tienen acceso a ese mar, la diplomacia rusa dejó en soledad a EE.UU. quien se negó a firmar la declaración final. Esta versaba sobre el carácter no beligerante del Ártico, el régimen coordinado de navegación, el status de los mares continentales y las normas de explotación de los recursos hidrocarburíferos. Washington acentuó sus pretensiones sobre los yacimientos de la región y eso dejó sin consenso a la declaración. EE.UU. perdió 7 a 1, actitud muy criticada por el New York Times.
En suma, Rusia responde de esta manera a los continuos desafíos de Washington, como su renuncia unilateral al Tratado de Limitación de Misiles de Alcance Medio, que adoptó la Administración Trump.
4.- La declinación de la Unión Europea
Europa y la UE viven una crisis. Se revela una creciente disminución de ese continente, la UE y la zona del euro, en el contexto mundial. La UE representa sólo el 7% del Producto Bruto Mundial. En 2030 se va a reducir al 4% o menos. Vive una alarmante disminución de su población en términos relativos y absolutos, en forma directamente proporcional al problema de la inmigración. Esta situación tenderá a acentuarse en los próximos 10 o 20 años. Si la Europa periférica (Italia, España, Grecia y Portugal) no logran incrementar la productividad al ritmo de Alemania, se acentuarán las tendencias centrifugas y a la fragmentación, convirtiendo en irrelevante a la Zona del Euro y al euro mismo.
Es fácil vincular estas tendencias con la guerra de divisas entre el dólar, la libra y el euro. El fracaso parlamentario de la Señora May, movilizó a Donald Trump a desplazarse al Reino Unido y reclamar una salida drástica de Europa, a través de un Brexit desordenado. Todo sea para salvar la primacía del dólar y ofrecer a los ingleses una asociación bilateral de libre comercio con EE.UU. Es simple, cuando los chinos muestran su vanguardia tecnológica con el alunizaje en el lado oscuro de la luna y Rusia produce y vende las armas más sofisticadas, el aspecto más claro en que prevalece EE.UU. es en el señoreaje monetario del dólar. El ex Asesor Estratégico de Donald Trump, Steve Bannon, está trabajando para cambiar el equilibrio de fuerzas en una UE inclinada a la fragmentación, promoviendo gobiernos conservadores, nacionalistas y xenófobos, con la divisa “anti-euro”. Para ello usa líderes como Matteo Salvini o Marine Le Pen, a quienes identifica con un relato donde los enemigos de Europa son: la inmigración, Bruselas, la cultura de género, las ONG´s, Alemania, la Sra. Merkel, Davos o el Papa Francisco. El éxito de esa fórmula es real, no virtual, aunque la difusión del relato político se haga desde una trinchera digital, utilizando los trolls y las redes. Todo puede contagiarse a través de Internet y Facebook, gobernados por un algoritmo mezcla de “trumpismo” mediterráneo y “lepenismo” de baja intensidad”.
Es indudable que Donald Trump está erosionando la Alianza Atlántica con Europa. Ha abierto varios frentes contra sus anteriores aliados del viejo continente. 1) Su proteccionismo comercial ha afectado a Europa con la imposición de aranceles para los productos que exporta a EE.UU. 2) El rechazo unilateral del Acuerdo Nuclear con Irán de las 6 potencias, conocido como (6+1). Por razones geopolíticas y económicas la UE no quiere otra guerra en Medio Oriente, como tampoco el alto costo a empresas europeas, que acarrea la aplicación extraterritorial de las sanciones estadounidenses contra Irán. Ésta extensión de las sanciones de EE.UU. a terceros países, que negocien con Irán, ha hecho perder a la petrolera francesa Total y a la alemana Siemens, contratos del orden de U$S 10 mil millones. Desde el punto de vista del Derecho Internacional, la extensión de la ley estadounidense es ilegal y violatoria del Convenio de Viena sobre “El Derecho de los Tratados”. 3) La exigencia de que financien a la OTAN, regañando a Bruselas y Berlín, tanto en materia comercial como de seguridad. En tal sentido, Trump afirmó: “Alemania debe mostrar liderazgo en la alianza OTAN, haciendo algo por su déficit en inversión militar que viene desde hace años. No aporta lo que le corresponde y se beneficia mucho más que los EE.UU. Además, como se sabe, los europeos compran grandes cantidades de gas a Rusia, pagando decenas de miles de millones de dólares.” 4) La exigencia al Reino Unido de una salida drástica de la UE, a través del Brexit. 5) La desestabilización del Instex, el canal comercial de la UE con Irán, para evitar las sanciones estadounidenses. 5) Las presiones dirigidas al reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel y el traslado de sus embajadas. 6) La denuncia del Tratado de París sobre el Cambio Climático. 7) Su permanente boicot a la Zona del Euro y a esa moneda en el campo de las transacciones internacionales, entre otras medidas, muestran la hostilidad de Trump y el intento de controlar las decisiones de Europa.
Para llevar adelante ese control, a través de Steve Bannon, alienta a las extremas derechas europeas a constituir un poderoso bloque en el Parlamento Europeo, con el objeto de sembrar el temor de una invasión de Oriente a Occidente y promover el rechazo a la globalización. Esta política forma parte ya de los oficialismos en Italia, Austria, Bulgaria, República Checa, Polonia, o es una alternativa que nadie puede obviar, tal como ocurre en Francia, Hungría, Suecia, Holanda o Bélgica. Catalogadas bajo la definición de derechas duras, patrióticas o soberanistas, son todas convergentes en la abominación por la Europa administrada desde Bruselas. Esas derechas comparten sus fobias anti-integración, con la extrema izquierda del viejo continente. El mismo euro-escepticismo. De allí deriva la confusa caracterización como “populismos de derecha” y “populismos de izquierda”. Hoy, más allá de sus desavenencias ideológicas respectivas, los “ultras” funcionan según una idea fija: la globalización equivale a la ocupación de Occidente por Oriente. Ocupación cultural mediante la islamización y la ocupación económica a través de las exportaciones que vienen de China.
5.- La política hemisférica de los EE.UU.
Donald Trump está convencido que, en las últimas décadas, EE.UU. produjo un repliegue de su influencia en América Latina y está decidido a recuperarla. A la política tradicional de considerar como “Zona de Seguridad Estratégica” a la región comprendida desde la frontera con México hasta el Canal de Panamá y Colombia, impulsa considerar, en esa condición, a todo el subcontinente. Es decir, se impuso el “Monroísmo puro”. Sus objetivos estratégicos son, básicamente dos: contener la penetración de China y Rusia en la Región y derrocar el régimen de Nicolás Maduro. No es casual el cambio del mapa político de la región. En las últimas siete elecciones celebradas en Sudamérica se han impuesto partidos o coaliciones de centro-derecha, con un marcado alineamiento con los objetivos geopolíticos de la Administración Trump. El último capítulo de esta oleada ha sido la elección de Jair Bolsonaro en Brasil. Las características de los nuevos regímenes reproducen la cruzada de Trump, contra los que llama las “nuevas amenazas “. Se caracterizan por cultivar la antipolítica, la xenofobia anti-inmigratoria, la militarización de la seguridad y el combate al narcotráfico, además del rechazo a lo que llaman “la ideología de género” y la repulsa a lo que denominan de manera imprecisa y generalizada “el populismo”. La contradicción que exhibe el neo-nacionalismo de esos regímenes es que, en el plano económico, son neo-liberales, aperturistas, anti-estatistas y pro- mercados.
Trump, con evidentes éxitos en su política interna (descenso al 3,6% de la desocupación y mejoras en los indicadores económicos), intenta replantear una plataforma hemisférica de hegemonía en América Latina. Esto se evidencia en el fortalecimiento presupuestario y político del Comando Sur, donde el Segundo Comandante es un general brasileño, aunque el cargo de Sub-Comandante jamás ha existido.
El otro aspecto del avance de Trump en la región es el establecimiento de aranceles a la mayoría de sus miembros. El ejemplo más cercano es México, bajo el pretexto de la pasividad frente a los migrantes que atraviesan su territorio para llegar a EE.UU. La idea de que los mexicanos roban los empleos a sus connacionales, es un prejuicio y un pretexto para levantar el muro que permita su reelección. El ciudadano de Detroit que, a diferencia de su padre, no sigue trabajando en la línea de ensamblaje, le debe su realidad a la crisis global de 2008 y a la automatización de los procesos industriales. Cualquiera que haya visitado recientemente una planta automotriz puede atestiguar dos cosas: el capital humano está altamente capacitado y cada vez se utiliza menos mano de obra en la mayoría de los procesos. Lo real es que Trump que no ha podido cumplir casi ninguna de sus promesas en el campo internacional, amenaza a su socio más vulnerable, México, para justificar la construcción del Muro, carta maestra para su reelección. Habla de la “palestinización” de la frontera ya que los mexicanos serían un peligro para EE.UU. como los palestinos lo son para Israel. Curiosamente, la misma empresa que está construyendo el muro con México es la que construyó el muro de Gaza.
En suma, la sombra del juicio político o la moción de censura, todavía pende sobre la cabeza de Trump. El enfrentamiento con los demócratas, puede desatar una crisis con el estallido de la burbuja financiera. Hay una guerra dentro del gobierno de EE.UU. Los Demócratas con Nancy Pelosi a la cabeza, buscan el empechment y la única manera de contrarrestarlos es mostrar el músculo con México y levantar el muro, porque no hay un Plan B.
Estamos en medio de una guerra comercial, que afecta profundamente a América Latina. Mientras EE.UU. y China se aplican, mutuamente, aumentos de aranceles y medidas proteccionistas, que hacen caer los precios de las commodities que exportamos, con efectos traumáticos para nuestras economías, nosotros nos abrimos al mundo. Todo es muy paradójico. Trump desafía a China, pero muestra el músculo con su aliado más próximo: México, a quien amenaza con imposición de tarifas que ya ha establecido para los otros países de América Latina, en materia de acero, aluminio, bio-diesel, tubos sin costura, carnes y hasta cítricos. Esto le afecta a Chile que vive del cobre que le vende a China, le afecta a Argentina en casi todos los rubros, a Brasil cuyo primer socio comercial es China y a México cuyo principal socio son los EE.UU.
Enfrentar el proteccionismo de Trump, exige unir esfuerzos entre los países de la Alianza del Pacífico y el Mercosur, para reclamar con una sola voz ante la Organización Mundial de Comercio, sobre la elevación de aranceles impuesta, unilateramente, a América Latina. Vivimos en un mundo peligroso, diferente a la Guerra Fría. Ésta fue fría para las potencias que se repartieron sus respectivas esferas de influencia. Pero muy caliente para América Latina, Asia y África, donde corrió mucha sangre. Las grandes potencias no dirimen sus diferencias en su propio territorio, sino en la periferia empobrecida que las rodea.
6.- El dilema geopolítico de la Argentina
La Argentina generó, durante el Siglo XX, dos teorías geopolíticas. Una primera, desarrollada por el Almirante Storni, en un libro titulado “Intereses Argentinos en el Mar”. Según la misma, Argentina tenía un papel insular respecto de América del Sur y su vinculación con el mundo se daba a través del Océano Atlántico. Es decir, definía a la Argentina como un país marítimo unido a sus mercados y centros de cultura por el Atlántico, al que llamaba el “Mar de la Civilización”. La otra teoría, acuñada por el General Juan Enrique Guglialmelli, sostenía, por el contrario, que Argentina era un país continental, vinculado con América del Sur, por lo tanto bimarítimo. Argentina debía integrarse económica, social y territorialmente en el orden interno, para luego encarar la integración con el resto de Latinoamérica. Las dos primeras décadas del Siglo XXI parecen confirmar más la teoría de Guglialmelli que la de Storni. Los diferentes esquemas de integración que se han desarrollado hasta la actualidad, desde ALALC, ALADI, PACTO ANDINO, MERCOSUR, UNASUR, CELAC y, últimamente, la ALIANZA DEL PACÍFICO Y PRO-SUR, se dieron entre países latinoamericanos. El panorama que tenemos hoy es muy distinto. Asistimos a una crisis del regionalismo. El MERCOSUR que pretendió emular un esquema de integración similar a la UE, es considerado por uno de sus creadores: Brasil, como de baja prioridad. Lleva 20 años negociando con la UE un acuerdo inter-regional que no se ha concretado y que por la resistencia de Francia, en protección a sus agricultores, resulta de muy difícil concreción. Aún en el caso de firmarse, cualquier tipo de compromiso, entre ambos bloques regionales, en base a las posiciones negociadas hasta la fecha, su resultado resultaría ruinoso para los países del Mercosur. Tanto por las condiciones de vulnerabilidad externa de éste último y la asimetría entre ambos bloques, como por la magnitud de lo que concederían los países del Mercosur en relación a las escasas concesiones que les otorgaría la UE, en función de su mayor poder negociador. Asimismo, su ratificación demandaría: la revisión por los 28 países que son parte de la UE, la aprobación del Parlamento Europeo y la ratificación de cada uno de los países miembros del Mercosur. Como podrá apreciarse su materialización no sería fácil, tomaría mucho tiempo y no se ve favorecida, por el contexto nacionalista-proteccionista que se expande en Europa, y la circunstancia de que las autoridades que negocian en representación de la UE, como Junker y Mario Draghi, terminan sus mandatos. Con EE.UU. después del rechazo del ALCA no tenemos ningún mecanismo de integración bilateral, ni multilateral. Es decir, no tenemos acuerdos comerciales, firmes y ratificados legalmente, con la UE, ni con EE.UU. Además por las declaraciones de Jair Bolsonaro y su Ministro Paulo Guedes, un sinceramiento del Mercosur debiera rebajarlo, ni siquiera a una unión aduanera imperfecta, sino a un acuerdo de libre comercio, con aranceles coordinados. La posición de Bolsonaro, seguida por ciertos países, es abrirse al mundo y abandonar la quimera del regionalismo. Esto lo afirmó en nuestro país, el propio Bolsonaro, en su única visita.
Que tenemos entonces como opción? Una Asociación Estratégica Integral con la República Popular China, que data de 2014 y que el actual gobierno argentino continúa. En función de ese mecanismo Argentina recibió dos SWAP por alrededor de 20 mil millones de dólares .En América Latina los préstamos chinos alcanzaron en 2010, 37.000 millones de dólares. Más de lo que aportaron el BID, el Banco Mundial y el Eximbank juntos.
En la Reunión del G-20 en Buenos Aires, los Mandatarios de China y Argentina firmaron un Plan de Acción Conjunta 2019-2023, que es una hoja de Ruta para fijar políticas de estado entre ambos países. Este Plan de Acción no hace sino retomar con ciertas modificaciones lo establecido por el Acuerdo Estratégico de 2014 sobre: infraestructura ferroviaria y construcción de represas hidroeléctricas. En materia de energías renovables se acordó la construcción de 11 plantas: 7 eólicas y 4 de energía solar. En materia de Minería, China importa U$S 100 mil millones al año y Argentina necesita U$S 27 mil millones de inversión. La Shandong Gold compró la empresa Barrick que estaba operando en San Juan y participa en la extracción de litio que Argentina exporta en bruto a precios excepcionales. En el Sector Petrolero China adquirió el 50% de la empresa Bridas y participa en Vaca Muerta como parte de Pan American Energy. En materia de energía nuclear China ha ofrecido financiamiento para construir dos nuevas centrales núcleo-eléctricas, lo mismo que en plantas hidroeléctricas y energías no renovables
En materia de soja China es el mayor importador del mundo y Argentina tiene la ventaja de producir y abastecer al país asiático, en la etapa de contra-estación con los EE.UU. Desafortunadamente, el comercio de soja entre Argentina y China se triangula desde EE.UU. Así, hemos pasado del esquema: Argentina produce – China compra y consume; al esquema: Argentina produce – China consume – EE.UU. compra y vende, a través de Cargill China, ADM, Dreyfus y demás grandes traders internacionales.
En suma, Argentina tiene que tener una geopolítica coherente entre sus socios comerciales y los compromisos de tipo hemisférico que se tratan en el Grupo de Lima, en la OEA, o Pro-Sur. Todos alineados con la geopolítica hemisférica de EE.UU. Cualquier país que se respete debe tener una política exterior tanto en lo político, tecnológico y comercial de carácter radial y no contradictorio. Se pueden tener buenas y maduras relaciones con EE.UU., integrarse equitativamente con la UE y comerciar con China. Tendríamos que escuchar a los chinos cuando dicen: “Comerciamos con todo el mundo, hacemos negocios con nuestros amigos y construimos el futuro con nuestros aliados”. Eso es pensar estratégicamente, desde nuestro lugar en el mundo, no comprar recetas importadas sobre las relaciones internacionales. En el mundo de hoy existe una distribución del poder y el prestigio internacional. Es la manera ejemplarizadora de demostrar la “centralidad” de EE.UU. y Europa. Tienen que convencernos que ellos son el centro y el sujeto de la historia y nosotros – los que habitamos la periferia- somos los objetos de la misma. Esa visión centrípeta de la geopolítica quiere aparecer como una teleología y ese telos son EE.UU. y Europa. Razón, historia, progreso y centralidad, son términos equivalentes. Habrá que escribir –como hizo Kant, en su tiempo- una “Crítica de la Razón Hegemónica”. Allí encontraremos que esa razón encubre el proceso de dominación mundial instrumentado por las potencias centrales. Para ello tenemos que aprender a ejercer un nuevo pensar situado, desde una geo-cultura, una geopolítica construida desde la periferia, desde la Argentina, desde América Latina. Una visión propia de la historia, la economía y las relaciones internacionales, que expresen, definan y concreten nuestros intereses y aspiraciones históricas.
Por José Miguel Amiune
José Miguel Amiune es Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad Nacional del Litoral y Master en Relaciones Internacionales por la Universidad de Tufts, Medford, Massachusets. Ha sido consultor de varias agencias del sistema de la ONU, Secretario de Estado y Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República Argentina.
Comentarios por Carolina Lascano