En junio de este año se conmemoran dos bicentenarios de 1821. El 17, la muerte en Salta del general Güemes. El 26, el nacimiento de Bartolomé Mitre. En 1921, ambas recordaciones aproximaron a esas dos figuras. Hoy, algunos ponen más empeño en atizar discordias que en comprender.
Güemes murió a los 36 años en un campamento, por herida de bala recibida en una emboscada. Mitre falleció a los 84 años. En 1906, cuando su salud se deterioró, pidió ser asistido por el médico Luis Güemes Castro, nieto del general.
En 1864 las trayectorias de Güemes y Mitre se cruzaron cuando Vélez Sarsfield objetó a Mitre supuestos errores históricos y descalificaciones en los que incurrió al referirse a Güemes en su “Historia de Belgrano”, publicada seis años antes.
Vélez consideró “ingrata calificación” de Güemes como jefe “a quien el caudillaje dio fama”, sin recordar que “fue el salvador de la patria y la única esperanza de los pueblos”, después de las derrotas patriotas en el Alto Perú. Güemes “se apoyaba en el pueblo bajo del cual era idolatrado”. Según Vélez, fama y gloria de Güemes fueron menoscabadas por Mitre. El salteño debía figurar junto a Bolívar y San Martín.
Mitre respondió con datos precisos las objeciones de Vélez, quien no había aportado documentos para refutarlo. Sus críticas, replicó Mitre, eran “meros juicios o apreciaciones”, y solo había sumado “recuerdos, reminiscencias vagas e incompletas”.
La autoridad del Vélez jurista contrastó con la debilidad de su relato histórico: no había sido “un testigo presencial de los sucesos”. “Sus apreciaciones son exageradas, sus juicios son absolutos”. Vélez reconoció: los argumentos de Mitre “no pueden ser refutados sino en una discusión de detalles, para la que no estamos preparados”.
Mitre señaló que, en escritos suyos y de sus partidarios, “se presenta a Güemes como lo es, como un caudillo político y militar”: “rasgo prominente y verdaderamente original de su fisonomía”. Llamarle “caudillo” caracteriza una fisonomía, no denigra.
Si como “caudillo” se lo condena como “funesto”, como militar “fue grande combatiendo por la causa común”. En 1864 Manuel Solá Tineo publicó sus “Rectificaciones históricas”. Solá Tineo rechazó el calificativo de “caudillo” aplicado a Güemes, reconoció sus méritos y su “corazón noble y humanitario”. Pero criticó el desapego a la ley, al derecho de propiedad, la independencia de la Justicia y la seguridad individual.
El 17 de junio de 1894 poco después de fundada la Junta de Historia y Numismática Americana, Mitre escribió a Martín Miguel Güemes Castro, nieto del general, informando que la Junta mandó acuñar cien medallas conmemorativas del 73 aniversario de la muerte de Güemes, consagrada a éste en el anverso y a “los heroicos gauchos”, en el reverso.
Esta fue la tercera medalla que acuñó la Junta de Historia y Numismática. La segunda la dedicó a don Ramón García de León y Pizarro, fundador de la Ciudad de Orán en Salta, la última que puso de pie la corona en la América española.
“Reconociendo en usted a uno de los dignos descendientes de aquel Gran Patriota, sírvase aceptarla como una prueba palpitante de que se aproximan los días de reparaciones y de justicia para los que, como su ilustre antecesor nos legaron una patria libre y soberana”. Junto a la firma de Mitre está la de Ángel Justiniano Carranza, fundador de esa Junta, cimiento de la Academia Nacional de la Historia.
En 1885, nueve años antes de esa carta, estando en Salta Carranza organizó el primer gran homenaje “A la memoria del patriota Güemes”, en el recién inaugurado Teatro Victoria. En su discurso, Carranza destacó los servicios militares y las virtudes cívicas de Güemes.
Lo ponderó como “fundador de la independencia” y la nacionalidad. “Nuestro célebre caudillo, apelaba sin desaliento al fallo remoto, pero justo del porvenir. Afortunadamente estamos ya en él”.
En esa velada lírico-literaria Juana Fowlis recitó: “Al hacer la apoteosis de Güemes, /Rindiendo a su memoria una ovación, /Nos dice la conciencia que cumplimos, /El deber de una gran reparación. /Salta, su cuna, teatro de sus hechos, / Su espíritu inmortal no comprendió”.
Incomprensión y olvido existieron, pero no fueron absolutos. En 1835, durante el gobierno de Fernández Cornejo, se realizó un homenaje “A la memoria del patriota Güemes”. Cornejo había sido opositor a Güemes. Después de que el jefe militar fuera asesinado, lo había reemplazado como gobernador con aval de las fuerzas realistas que ocupaban Salta.
En 1847, Dionisio Puch, cuñado de Güemes, exiliado en Lima con los tres hijos de Martín Miguel y Carmen Puch, publicó una breve “Biografía del Jeneral Martín Güemes”. En su escrito, Puch exaltó las cualidades personales y militares de Güemes.
“A 26 años de la muerte de Güemes, “necesitamos volver la vista a lo pasado para que brille de nuevo esa espada fundadora de la independencia argentina”. Puch concluyó: “Pero él murió, y el alma cana del tiempo cubrió su tumba fría y solitaria, como ha cubierto la de tantos héroes”.
El 17 de junio de 1921 “La Nación” dedicó toda su portada a destacar el centenario de Güemes. Dedicó varias páginas y su título de tapa “Rememórase hoy el centenario de la muerte general Güemes. Significado de la actuación del héroe del Norte del país. En toda la República se realizarán ceremonias recordatorias”.
A la extensa biografía de Güemes y a un poco conocido rostro de Güemes del prestigioso artista plástico Málaga Grenet, se añadieron textos de Joaquín V. González, Ricardo Rojas y otros. El homenaje a Güemes se realizó en la capital de las provincias y en decenas de localidades de todo el país.
“La Nación” dijo que en sus páginas trató de mostrar los rasgos principales “del gran patriota salteño” y los acontecimientos memorables de la independencia argentina de los que fue protagonista. “De todo ello surge su digna, como pocas de la glorificación póstuma que en estos días se le tributa”.
Hay documentos que refutan creencias arraigadas. La reiteración forma una capa de prejuicios, presentados como verdades irrefutables.
El exceso de énfasis suele sustituir el rigor histórico. La intensidad de una creencia no es criterio de verdad, señaló Locke. No lo es en materia de historia. Su uso y abuso no enaltecen méritos: los empañan y disminuyen.
por Gregorio A. Caro Figueroa