Por Román Frondizi
Por aquel entonces Europa, en particular Italia –más rica y con mucha más cultura que los demás estados europeos- y el papado, se mostraban culpables de muchos pecados: el lujo, el juego, la lujuria, la simonía. Como otras veces la corrupción de las costumbres marchó del bracete con la decadencia religiosa. Los vicios de los laicos eran muchas veces causa, pero la más de las veces efecto, de los vicios de los curas y de los frailes, a quienes el peor ejemplo les venía de Roma, sobre todo desde que Alejandro VI, Borgia, subió a la silla de Pedro. Fue entonces que contra los unos y los otros se alzó la voz terrible de Fray Girolamo Savonarola, que predicaba la próxima llegada del castigo de Dios.
Diecinueve años más tarde tenía inicio la Reforma protestante en Alemania. Tuvo sus motivaciones teológicas: mientras San Agustín predicaba la salvación a través de las obras, Lutero la predicaba a través de la fe.
Aquí vale recordar algunas de las motivaciones terrenas, políticas, históricas.
Puntualmente: en 1514 el príncipe Albert de Hohenzollern fue nombrado por el Papa Leone X (Medici), a los veintitrés años, Arzobispo de Magdeburgo. Pagó al Pontífice por ese cargo, así como por el obispado de Halbertstadt, la suma de 24.000 ducados. Tres años más tarde, Maguncia, el más extenso principado eclesiástico de Alemania, esperaba la designación de un nuevo Obispo. Si obtenía el nombramiento Albert pondría sus manos sobre un tercio del territorio alemán. Hizo su oferta: 14.000 ducados por el arzobispado más 10.000 por la dispensa papal que le permitiría mantener todos los cargos. Intermedió en el negocio el Banco Fugger, de Augusta, que anticipó los fondos. Concluída la operación Albert debía a los Fugger 30.000 ducados. Los banqueros indicaron el modo de pago. Albert promovería en sus tierras la predicación de las indulgencias del Papa Leone X. Los fieles pagarían una contribución para la construcción de la Basílica de San Pedro, en Roma, y obtendríán a cambio un certificado: el Papa los absolvería de todos sus pecados. La mitad de lo recaudado financiaría los obradores en Roma. El resto Albert lo destinaría a pagar a los Fugger.
El encargo fue confiado a Fray Johann Teztel, el predicador más experto del lugar. Teztel recorrió las aldeas durante todo el verano de 1517. Se detuvo en la frontera de Turingia que pertenecía a Federico el Sabio, Duque de Sajonia. No podía poner sus pies allí. Federico recaudaba él mismo las indulgencias a través de la venta de reliquias cristianas. No toleraba competidores en su territorio. Pero Teztel era experimentado y hábil: sabía que los súbditos de Federico recorrerían sin problemas unos pocos kilómetros más allá de la frontera. Un nulla obstat para el paraíso bien valía el viaje.
El ir y venir de las almas en búsqueda de asegurarse el perdón indignó a muerte a un joven fraile agustiniano, doctor y profesor en la Universidad de Wittenberg. No pudo tolerar la obscenidad del mercado que, con el blasón y el sello papal, Teztel había puesto en pie a la vista de todos.
El 31 de octubre de 1517 el fraile fijó en la puerta norte de la capilla del castillo de Wittenberg las noventa y cinco tesis contra el comercio de indulgencias, escritas de su puño y letra.
Se llamaba Martín Lutero. Fue excomulgado en 1521 y en 1545 el papa convocó el concilio de Trento, llamado de la contrareforma, que no logró unir a la iglesia.
Con el gesto de Lutero tuvo comienzo la Reforma protestante.
Su influencia fue muy grande, en el campo de la vida social y en el de la religión cristiana.
La Reforma protestante removió por completo el estigma que pesaba sobre el enriquecimiento personal por el comercio y el préstamo a interés, glorificó los negocios y la ganancia monetaria y echó los fundamentos del enaltecimiento del hombre de negocios. Una de sus mayores influencias sobre la vida y las ideas económicas fue el impulso que dio al ahorro, a la frugalidad y a la dureza del trabajo manual. Este especial ímpetu se debió particulamente a Calvino y sus partidarios, pues borraron del trabajo el tinte de servilismo con el cual había estado asociado en los tiempo clásicos y el aspecto penitencial que le había sido asignado por el catolicismo medieval. Calvino sostenía que la ociosidad había sido condenada por Dios, consideró al trabajo como una forma de prevenir el pecado y a la frugalidad como un medio de acumulación económica. De aquí procede, principalmente, la persistente tradición de las bendiciones morales y económicas que corresponden al trabajo enérgico dominantes en la época moderna. Cuando la burguesía se hizo rica descubrió, naturalmente, que el trabajo es una virtud…especialmente de la clase obrera.
El riguroso código moral desarrollado por los puritanos no fue, parcialmente, otra cosa que una sobrecompensación por su dedicación casi absoluta a la obtención de ganancias materiales en empresas tan dudosas como la piratería, el filibusterismo, la trata de esclavos y la venta de ron. La pureza moral de que hacían ostentación, la observancia rigurosa del sábado y otros deberes religiosos contribuyó a que sintieran sus conciencias limpias y a darles un sentimiento de piedad, autosuficiencia y respetabilidad: “prayer for profit ! ”
En el campo de la religión cristiana cabe anotar, en síntesis brevísima, algunos puntos esenciales, además de la referencia hecha al principio de este artículo acerca de los diversos caminos para lograr la salvación del alma.
Lutero se alzó contra el tráfico de las indulgencias. Estas son una suerte de perdón de la pena del tiempo a pasar en el purgatorio por las almas después de la muerte. Las concede la iglesia católica con motivo de los jubileos, como este año por el jubileo de la misericordia. Hoy no se compran, están unidas a un acto religioso: atravesar la puerta santa, confesarse, asistir a una misa rezando por las intenciones del papa.
Para Lutero solo contaban la Biblia y no la iglesia católica uno de cuyos objetivos es interpretarla para sus fieles. Lutero preconizó el acceso directo de cada persona al texto de la Biblia y una interpretación personal en conciencia. A partir del Concilio Vaticano II la iglesia católica admite y favorece el acceso de todos al texto bíblico, pero no acepta que su interpretación quede librada al juicio de cualquiera.
Los protestantes rechazan la autoridad papal para asignar a los sacerdotes el derecho a administrar los sacramentos. Para ellos el sacramento de la eucaristía no representa la presencia real de Cristo sino una presencia solamente simbólica. Rechazan asimismo la virginidad de María y el culto de los santos.
Un proceso de acercamiento se inició a través de un trabajo teológico común a partir de 1967 que fructificó en 2013 en el documento producido por ambas partes llamado “Del conflicto a la comunión”. Y ahora, el 31 de octubre, el papa Francisco, tras haberse acercado en la primavera europea a la iglesia vadense –una iglesia “protestante” anterior en cuatrocientos años a Lutero ! – celebrará en Suecia, junto a la Federación Luterana Mundial, los 500 años de la reforma del fraile de Wittenberg.El viernes 27, en una entrevista a la revista “La civiltà cattolica”, dijo, a modo de explicación de su periplo, que “(…) no se puede ser católico y sectario”.
*El contenido de este artículo repite en gran medida textos del libro del autor “Conocer a Machiavelli”, que aparecerá en estos días.
Comentarios por Carolina Lascano