La sola noticia de que algunos jueces tienen simpatías políticas es desolador y signo de que la república está en peligro. Cuando Bartolomé Mitre designó a los primeros integrantes de la Corte Suprema, eligió a abogados independientes, probos y honestos, que en algún caso habían sido sus adversarios políticos. Hoy parece que esas características son innecesarias y que los jueces, de todas las instancias, deben tener simpatías político-partidarias. Hasta las agrupaciones de magistrados disputan sus conducciones por ese motivo. Que las consecuencias de esta nueva impronta sean motivo de comentarios, elucubraciones y habladurías es de una gravedad que el público no advierte.
Como veterano abogado, heredero de varias generaciones de abogados honestos y dedicados a su profesión, estoy escandalizado, sobrecogido de angustia y desconsuelo frente a esta ignominia que parece haber llegado para quedarse, salvo la urgente reacción de la ciudadanía y las instituciones que la representen.
por Guillermo V. Lascano Quintana
Reproducimos aquí esta Carta de Lectores publicada el 7 de diciembre en La Nación