El viaje del papa Francisco a los Emiratos Árabes Unidos que comenzó el 3 de febrero de 2019 trajo consigo una sorpresa. Además de las habituales acciones de estilo innovador que Francisco impuso al protocolo y a la diplomacia vaticana, la visita culminó con la inesperada firma de una declaración que sin dudas marcó el comienzo de una nueva forma de relacionarse entre las religiones, a partir del concepto de fraternidad. Su título, Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, resume el espíritu y el objetivo del tratado, y marca el rumbo para la construcción de convivencia.
El valor de esta declaración no radica únicamente en el peso que tiene para los fieles de las religiones firmantes, sino en el alcance que ha tenido en la comunidad internacional. Tal es así que las Naciones Unidas declararon el aniversario de la firma el Día de la Fraternidad Humana. Se trata de un hecho poco habitual: que un documento de carácter religioso sea considerado por los gobiernos del mundo, y apoyado formalmente en el foro mundial por excelencia de las relaciones internacionales.”Las religiones no incitan nunca a la guerra y no instan a sentimientos de odio, hostilidad, extremismo, ni invitan a la violencia o al derramamiento de sangre. Estas desgracias son fruto de la desviación de las enseñanzas religiosas, del uso político de las religiones”.ds by
“Las religiones no incitan nunca a la guerra y no instan a sentimientos de odio, hostilidad, extremismo, ni invitan a la violencia o al derramamiento de sangre. Estas desgracias son fruto de la desviación de las enseñanzas religiosas, del uso político de las religiones”, afirman en el documento el papa Francisco y el Gran Imam de al Azhar, Ahmad al-Tayyeb. Su convicción, por el contrario, es que “las enseñanzas verdaderas de las religiones invitan a permanecer anclados en los valores de la paz; a sostener los valores del conocimiento recíproco, de la fraternidad humana y de la convivencia común”. Eco de ello se hizo el presidente del Congreso Judío Mundial, Ronald Lauder, al apoyar la declaración en un discurso en la Universidad Gregoriana de Roma, una de las más importantes universidades pontificias: “Los judíos compartimos y respaldamos sus principios básicos”, expresó sobre el documento.
Si estos conceptos efectiva y ciertamente sirven como declaración de principios para los líderes de las religiones, tal vez sea necesario recalcar lo que la misma declaración dice: que la religión es, en su estado natural, el punto de partida del diálogo. Es el uso político y el tamiz ideológico al que tantas veces se la somete aquél que deriva en el derramamiento de sangre. Cabe preguntarse entonces si el problema no radica en la política más que en la religión.
Sin embargo, la política moderna ha demostrado que también puede funcionar como un motor de unión. Los recientes Acuerdos de Abraham, y la consecuente normalización de las relaciones diplomáticas entre Israel y los Emiratos Árabes, Bahrein y Marruecos, muestran que la política puede acercar a los pueblos. La convivencia no es producto de la providencia divina, sino el resultado de las decisiones que toman los líderes.
La historia de nuestros pueblos nos ha demostrado que podemos vivir como hermanos, como lo hicimos durante siglos en España o el antiguo Imperio Otomano. También podemos, tristemente, hacerlo como enemigos. La elección es nuestra. La decisión de las Naciones Unidas de establecer el aniversario de la firma de la declaración de Abu Dhabi como el Día de la Fraternidad representa un llamado a la humanidad a tomar conciencia de nuestra capacidad y responsabilidad en este asunto.
Si juntos enfrentamos los prejuicios y el odio, e implementamos el diálogo como motor en la construcción de la fraternidad humana, haremos posible un mundo para nuestros hijos mejor que el que recibimos de nuestros padres.
por Claudio Epelman*
La Nación, 30 de enero de 2021
* Comisionado para el Dialogo Interreligioso del Congreso Judío Mundial