Algún tiempo atrás se hizo público que, en el listado de gastos escrito por Domingo Faustino Sarmiento durante un viaje de tres años a Europa, aparecía -algunas veces- el rubro “orgía”, lo que motivó todo tipo de comentarios, siempre atribuyéndole a esa denominación asuntos relativos a encuentros sexuales grupales.
Cuando el Domingo Faustino Sarmiento anota sus gastos como “orgía” se refiere a una reunión con hermanos masones y participación en trabajos de una logia. Como este tipo de reuniones, por aquellos días, requería juramento de secretismo, Sarmiento encuentra una forma de asentar el movimiento de dinero, sin decir la verdad… ¡pero, a la vez, sin mentir!
Como veremos, nada mejor que usar la palabra “orgía” para referirse a un “encuentro masónico”. Claro que para entender esto es necesario o bien pertenecer a una orden iniciática… o tener profundos conocimientos sobre el origen y naturaleza del término.
Orgía, desde la antigüedad griega, remite a la reunión de personas que pertenecen a una “escuela de misterios”. De manera tal que el Maestro de América hizo la anotación sin mentir y, a la vez, sin faltar a su juramento pues la realidad del gasto sólo podrían entenderla quienes fueran, precisamente, participantes en esos secretos celosamente guardados. En este caso concreto, puede decirse que la casi totalidad de sus contemporáneos que pudieran tener interés en leer ese listado de egresos, formaban parte de la Masonería que ya era una agrupación fuerte en el Río de la Plata donde numerosos de sus integrantes ocupaban cargos en el gobierno y el ejército.
A modo ilustrativo, tengamos en cuenta que Sarmiento obtuvo el grado 33 (el más elevado del Rito Escocés Antiguo y Aceptado) en la reunión de logia donde se definió lo que sería la Batalla de Caseros y que también fue Gran Maestre de la Orden Masónica de la Argentina.
Origen
El término proviene de orgion (órgion o más usualmente, en plural, orgia, órgia), que en la Grecia Antigua era una forma de celebración -consistente en la realización de determinados rituales- para el culto a Dionisos. Tanto el arte como la literatura de la Grecia de ese entonces se refieren a estos encuentros orgiásticos indicando que incluían el aprendizaje de la manipulación de las serpientes, a las que se atribuía cierta conexión con las divinidades. Las orgías, tanto en el culto a Dionisos como a Cibeles, tuvieron, siempre, como objetivo conseguir el encuentro entre los celebrantes con la divinidad. Entramar de manera armónica lo terrenal con lo divino. No podía participar quien quisiera. Sólo los “iniciados” en los “misterios” eran admitidos a participar en una orgía.
“Los Grandes Misterios que seguían a los Pequeños Misterios (escribe el especialista Edouard Schure -1841/1928- ), y que se llamaban también las Orgías Sagradas, sólo se celebraban cada cinco años, durante el mes de setiembre, en Eleusis. Estas fiestas, totalmente simbólicas, duraban nueve días; al octavo eran distribuidas entre los participantes las insignias de la iniciación: el tirso y una canastilla llamada cisto, rodeada de ramas de hiedra, que contenía misteriosos objetos cuya inteligencia debía proporcionar el secreto de la vida.”
Como se advierte, las orgías ningún vínculo tuvieron con desenfrenos sexuales, que es la connotación que se le da actualmente.
Recién en el siglo XII, el autor medieval cristiano Conrado de Mure, en su obra Fabularius, hace una redefinición del término hacia el que es hoy vulgarmente conocido.
Las sumas anotadas por Sarmiento en el rubro orgía no son pequeñas. Eso tiene sencilla explicación. En el siglo XIX cada encuentro de hermanos masones requería del día completo: encuentro de desayuno, caminatas, conversaciones, almuerzo, reunión en clubes sociales o residencia de uno de los hermanos, al atardecer ceremonia en la logia (que implica dar alguna donación y coparticipar en los gastos del taller) y, finalmente, cena. Es decir, había bastante que abonar.
Por Antonio Las Heras
– Doctor en Psicología
Social, filósofo, escritor y docente.