De un tiempo a esta parte se advierte, por sobre todo en las redes sociales, una continuidad de acciones tendientes a poner en duda – o, directamente, descalificar – asuntos que han sido validados por la Ciencia. Tal vez el más notorio es la repentina aparición, en Occidente, de agrupaciones afirmando – sin prueba alguna – que las vacunas provocan daños a las personas en lugar de evitarles enfermedades. Sería absurdo intentar demostrarles hechos tales como que la poliomielitis fue erradicada por el uso masivo de la vacuna correspondiente. ¡Y tantas otras evidencias concretas, irrefutables, que hay!
No obstante, la prédica de los antivacunas encuentra eco. Hay quienes les hacen caso. Los resultados son, como era de esperarse, un aumento notorio de padecimientos que estaban, casi, extinguidos. Pongamos el ejemplo del sarampión. Sólo el pasado 4 de octubre fueron informados seis casos ocurridos en el Gran Buenos Aires. Una madre contagió a sus cinco hijos (de entre 5 y 19 años) a los que no había vacunado. Hechos similares empiezan a repetirse. En nuestra investigación, hemos encontrado – inclusive – quienes han adherido a esto sostenidos en una hipótesis conspiranoica. Así oímos expresiones de esta índole: “¿Cómo voy a vacunar a mis hijos? Vaya a saber qué les están poniendo en esas vacunas…” O sea, que una “mano oscura” estaría contaminando esas vacunas con algún agente destructivo… De dónde salió semejante idean, lo desconocemos.
Verdad es que la Ciencia no es un conjunto de conocimientos irrefutables e indiscutibles. Hay mucho para debatir y poner en duda en el ámbito científico. Esto siempre ha sido admitido. Recuerdo que cuando asistí – en los años 80 del siglo pasado – a los cursos sobre Historia de la Ciencia que el ingeniero José Babini daba en la Sociedad Científica Argentina, siempre nos advertía: “La Historia de la Ciencia es la historia de la corrección de los errores que han sucedido en el campo científico.” ¡Por supuesto! Seres imperfectos como los humanos no podemos desarrollar algo ineludiblemente verdadero. “El conocimiento siempre es momentáneo hasta que sea refutado”, expresó Karl Popper – considerado uno de los filósofos de la Ciencia más importantes del siglo XX – en “Búsqueda sin término: una autobiografía intelectual.”
Pero una cosa es admitir que la Ciencia nos proporciona datos en muchos casos susceptibles de correcciones y otra muy distinta tirar por tierra aquello que la evidencia de la persona común tanto como la fría estadística muestran su realidad y certeza.
Las epidemias – tras ser flagelos que azotaron a la Humanidad durante siglos – fueron superadas a través de hallazgos científicos que demostraron de manera concreta su utilidad, beneficio y valía.
Siendo, entonces, inequívoco que las vacunas brindan bienestar y salud a la Humanidad tanto como que ello viene siendo demostrado desde hace décadas, cabe preguntarse ¿cuál es la real motivación que lleva a estas personas a predicar lo contrario? ¿Acaso la ignorancia? ¿El desconocimiento? ¿O quienes dirigen la difusión de estas ideas tienen una razón oculta que no han manifestado?
No puedo menos que concluir recordando que al mismo tiempo que ocurre la descalificación de los efectos benéficos de las vacunas hay grupos que hasta hacen congresos para sostener que la Tierra no es redonda, sino plana. Si. En coincidencia con los antivacunas han aparecido quienes afirman que nuestro planeta es plano…
Tiempos muy extraños transitamos. Que ameritan especiales estudios e investigaciones desde la Psicología Social.
por Antonio Las Heras