Últimamente se ha comenzado a hablar de socialismo democrático y de socialismo cristiano como las dos únicas alternativas políticas al oficialismo gobernante. Quienes introducen esta distinción (el gobernador de la Sota y el filosofo Abraham, por ejemplo) no aclaran que ideología abraza el kirchnerismo, limitándose a apuntar que se trata de una gestión populista, demagógica y autoritaria. Tampoco queda claro cuál es la ventaja de cualquiera de las dos alternativas señaladas -salvo que al menos una es republicana- frente a otras existentes en el mundo civilizado y que han demostrado éxito, entendiendo por tal la generación de riqueza y prosperidad material y moral. Despojado de todo ropaje propagandístico el gobierno actual es intervencionista en lo económico, subsidia el consumo y limita las libertades económicas, además de cometer otra serie de tropelías que no vienen a cuento.
La referencia del párrafo anterior es al sistema liberal o como quiera ser llamado, que rige en varios países de Europa, América Latina, Asia, Oceanía y África y especialmente, en los EE. UU., que sigue siendo el motor del mundo, cabeza de innovaciones científico-tecnológicas, principal actor en el comercio internacional, guardián de la libertad y ejemplo de autentica democracia republicana. El otro actor principal del momento (China) es socialista en ciertas aéreas pero fanático del libre comercio, lo que lo ha colocado en una posición preeminente en el mundo.
Hay una expresa tendencia a ignorar a aquella manifestación de progreso y desarrollo, ligándola con una tergiversada visión que condena a la derecha (que no es socialista sino partidaria de la libertad), como expresión de totalitarismo y cuanto otro calificativo negativo que se le quiera adicionar (capitalismo salvaje, sinarquía internacional, imperialismo, etc.).
Para conocimiento de los jóvenes y los adultos ignorantes o sometidos a los efectos de la propaganda, conviene recordar, que con todas las lacras que se le puedan imputar, el capitalismo fue el promotor del más formidable crecimiento de los últimos dos siglos. Hacia comienzos de 1800 la humanidad era básicamente pobre. Hoy no lo es, aunque subsistan inequidades que siempre será mejor combatir con más desarrollo y más libertad que con limitaciones a ésta. La expectativa de vida se ha triplicado, la medicina ha hecho progresos formidables. La industrialización, hija de la libertad, ha generado aviones, barcos a vapor, naves espaciales, ferrocarriles, automóviles, electricidad, telefonía e internet (que ha producido una revolución en las comunicaciones, de futuro abierto). La libertad permite estudiar y capacitarse en lo que cada uno quiera realimentando el círculo virtuoso.
Todo aquel progreso se hizo en libertad, sin cortapisas. Naturalmente hubo abusos y errores, propios de la condición humana, pero la misma libertad, la democracia y la república, los han ido corrigiendo y enmendando.
En cambio los gobiernos que, cercenando la iniciativa privada y la libertad, intentan y han intentado regir naciones, han fracasado estrepitosamente. Piénsense en la Unión Soviética y sus países satélites, o en Cuba, Corea del Norte y Venezuela y compárense con Canadá, o Gran Bretaña o Alemania. Aún aquellas naciones que asumen posiciones socialistas (Francia, Dinamarca, Suecia, entre otras) lo hacen con un amplio respeto por la libertad y la iniciativa privada. Esto último sin considerar la eficiencia y ecuanimidad con la que se administran los fondos públicos, lo que no sucede en ningún “paraíso” socialista.
Es lamentable que quienes dicen defender la libertad (todas las libertades, en realidad) admitan, con su silencio, el falso dilema con el que comencé esta reflexión y no proclamen su compromiso con aquella, aunque sean calificados de derecha. Algunos íderes prefieren ocultar su adscripción a las libertades sin proclamar su compromiso con ellas por temor a ser considerados reaccionarios. ¡Que tiene de incorrecto reaccionar contra la demagogia, el populismo, el intervencionismo estatal en la economía, en la educación y en la cultura! Más bien todo lo contrario: se trata de la conducta adecuada frente a los fines que proponen los socialismos.
por Guillermo V. Lascano Quintana
Comentarios por Carolina Lascano