Autor: Eduardo Arranz

A mediados de la década de 1920 del siglo pasado, un domingo de verano a la noche, dos personas bajaban en un auto a toda velocidad, localidad precordillerana de La Carrera. Pero lo curioso del caso era que ese auto andaba muy rápido porque desde otro auto los seguían para matarlos. Cuestiones políticas, seguro. Al llegar a San José, dobló a la izquierda a toda velocidad en dirección a Mendoza. Al andar un buen trecho el acompañante descubre con su mirada a un hombre sentado en la puerta de su casa e inmediatamente pensó, “Ahí puede estar la solución, nuestra salvación.” El chofer frenó bruscamente y el acompañante le dijo al dueño de casa: “Señor por favor ayúdeme nos quieren matar, usted ¿nos puede esconder en su casa? “. El hombre, un inmigrante no lo pensó dos veces, abrió el enorme portón de su casa e hizo entrar con toda celeridad a los perseguidos. A minutos de haber cerrado el portón, pasó un auto a toda velocidad persiguiendo a quienes nunca encontraría. Mientras todo esto sucedía este inmigrante pensaba “Estaré haciendo bien ¿no estaré protegiendo a unos asesinos? Una vez que entraron y cerró el portón, la luz de la casa, iluminó el rostro de los visitantes y ahí este buen hombre se tranquilizó: el acompañante era Carlos Washington Lencinas, el gauchito Lencinas, ex gobernador de la provincia. Por supuesto cómo no iba a ayudar a este mandatario que tanto hizo por la gente.
Así es que Lencinas y su chofer pernoctaron en la casa del inmigrante que los invitó a cenar acompañados por la familia numerosa de este buen hombre, todos deseando construir un mundo mejor a través del trabajo. Al día siguiente bien temprano partieron para Mendoza. El Gauchito agradeció al extranjero que lo auxilió y no solo agradeció con palabras, sacó de su bolsillo un buen
fajo de billetes y se lo extendió, a lo cual el inmigrante le dijo, rechazando el dinero: “Coño que yo he hecho lo que debía hacer, yo solo cobro por mi trabajo, no por ayudar a la gente. Además usted ha sido un Gobernador que hizo buenas obras , especialmente ayudó mucho a todo el mundo, especialmente a las clases humildes. El ex Gobernador estrechó la mano del inmigrante y le dijo: “Ojalá todos fueran como Usted.“
Pocos años más tarde en 1929, cuando Lencinas llegaba de Bs. As. a Mendoza en el tren , se preparó un complot y fue asesinado. Lamentablemente ahí no estaba el buen hombre español y su familia para salvarlo.
ESE INMIGRANTE SE LLAMABA TEODORO ARRANZ Y ERA MI ABUELO.-

El autor es escritor, conductor de programas de televisión, cineasta e historiador de Cuyo, nacido en Tupungato (Mendoza) donde reside.