Escribe el Prof. Dr. Antonio LAS HERAS
“El mal no tiene una subsistencia por sí mismo.” Basilio el Grande (330/379)
El mal no existe; sólo privación del bien”. San Agustín de Hipona (354/430)
“No hay mal que por bien no venga” es una antigua sentencia que solían repetir nuestros antepasados y que, hoy por hoy, poco se conoce, menos se dice y nada es tenida en cuenta. Sucede que en esta sociedad líquida – como a nuestro juicio la ha definido con gran acierto Zygmunt Bauman – los acontecimientos de la vida son evaluados (y valorados) de manera fragmentada lo que asegura que nunca pueden ser entendidos. La necesidad de inmediatez que se aplica a todo, hace que la persona carezca del tiempo necesario para el debido análisis de por qué sucede lo que haya acontecido.
De esa manera todo aquello que no se produce tal cual era lo esperado provoca frustración y malestar emocional generando las ya cada vez más frecuentes reacciones violentas quie afectan tanto a uno mismo como a quienes rodean a quien así procede.
En la sociedad actual no hay invitación a presuponer que si algo no ocurrió como era deseado bien puede deberse a que algo mejor espera en las proximidades.
Existe una gran sabiduría (a más de un claro entendimiento de cómo es el encadenamiento de hechos en la vida de cada humano) cuando se afirma que “no hay mal que por bien no venga.” Quien así lo está viendo es por que, desde el desconocimiento de la totalidad de las variables intervinientes, está prejuzgando que ha sido perjudicado.
Llegado a este punto, corresponde poner en duda si el “mal” en tanto entidad tiene existencia real. Asunto filosófico de no poca valía que, a través de este refrán, aparece resuelto por nuestros ancestros. Nada es malo en sí mismo; y el hecho de que algo aparezca a nuestra consciencia como tal puede estar haciendo que nos privemos de aquello valioso que no hemos tenido en cuenta.
Lo que comprendieron quienes nos precedieron es que cada uno debe observar su vida no como una serie de sucesos esparcidos y sin relación entre ellos, sino como un sutil entramado donde desde el momento mismo del nacimiento (con las circunstancias físicas, familiares y psicosociales que en ese momento hayan imperado) se inicia un recorrido en que cada aspecto cuenta. De allí que el hecho de que algo nos parezca malo sólo por que no es lo que nuestra consciencia aguardaba puede ser un error cabal de comprensión. Se trata de acontecimientos que, ya vistos en el tiempo, son los quellevan a expresar: “Menos mal que no pasó aquello…”
Llegar tarde a una cita, quedar encerrado en el ascensor, un auto que no arranca, cierto olvido, el uso de un sendero equivocado, junto a tantos otros ejemplos, llevan a quien los protagoniza a pensar de inmediato que las cosas le están saliendo mal. Empero, más de una vez, cuando las hojas del calendario han caido lo suficiente, se observa lo beneficioso que el hecho considerado a priori “malo” ha resultado.
Los taoistas chinos tienen para estas cosas la expresión “Wu Wei” que puede traducirse como “dejar fluir” la vida y sus hechos. Pero atreverse, en verdad, a dejar fluir sin interrumpir, ni querer corregir el flujo vital con cambios, atajos, prejuicios o categorizaciones conscientes. Las plantas, pongamos por caso, crecen respetando el Wu Wei ya que no hacen otros esfuerzos para crecer sino aquellos que la Naturaleza misma les requiere. Wu Wei puede entenderse, entonces, como una manera natural de hacer las cosas respetando las leyes universales (a las cuales también estamos ajustados los humanos aunque hoy las conductas parezcan reflejar que nos hallamos por fuera y encima de ellas), sin forzarlas con artificios que desvirtúen su armonía y principio.
El célebre sabio suizo Carl G. Jung (1875/1961) utilizaba la expresión “don`t interfere.” Un objeto que le era necesario en ese momento y no aparecía, por ejemplo. “No interferir” era su punto de vista; su manera de actuar. Dicho de otro modo: si no sucede lo que se está pretendiendo es porque no es el momento oportuno. No hay que interferir.
Comprendemos que para la vida consumista y, por ello, banal e intrascendente, que impera en la actualidad ésta manera de comportarse – que aunque no lo hayamos señalado, claro está requiere de un interés por la práctica de lo espiritual – dejando fluir y evitando interferir se torna ajena, irreal, imposible de realizar. Aunque haya quienes nos empeñamos en hacerlo. Pero lo que hemos querido presentar en éste artículo son sólo las razones por las cuales quienes nos precedieron estuvieron convencidos – como todavía hoy lo estamos algunos – de que “no hay mal que por bien no venga.”
Antonio LAS HERAS es doctor en Psicología Social (UAJFK) y magister en Psicoanálisis (UAJFK) Profesor universitario. Conferencista. Escritor. Su último libro es “Permiso para una vida mejor” (Editorial Atlántida, Buenos Aires) Cofundador y presidente de la Asociación Junguiana Argentina (AJA). Miembro Honorario de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE)
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