En 1987 me tocó ser candidato a gobernador de Entre Ríos. Tenía 37 (saquen la cuenta…)
Era el primer turno de renovación de la democracia, recuperada cuatro años antes. Me animaba una convicción: la necesidad de dar vuelta la página de la historia de luchas por la democracia sostenidas hasta 1983, y ya conseguida ésta en sus bases fundamentales, dedicarse a la nueva etapa: diseñar el camino hacia el crecimiento, con otra agenda, otras alianzas, otras formas políticas y una nueva lectura del mundo que se transformó a partir de los años ochenta. Sin abordar esas tareas, la propia democracia corría el riesgo de volverse endeble. El diagnóstico se confirmaría en las tres décadas siguientes.
Sobre esa convicción enfrentamos con miles de entrerrianos la frustrada elección de 1987, derrotada por una serie de hechos -propios y ajenos- que no es el momento recordar, pero que poco tuvieron que ver con el proyecto que ofrecimos. Sin embargo, releyendo los documentos de entonces (por ejemplo “Mirando al Futuro”, documento central de nuestra propuesta de campaña) es imposible no encontrar la esencial identidad entre sus postulados y los llevados adelante desde 2015 por CAMBIEMOS.
Hoy, con 69 y ya como simple ciudadano, veo en la etapa iniciada en 2015 una innegable identidad con aquella propuesta de mirar al futuro. Inserción en el mundo, política inclusiva, modernización tecnológica, infraestructura, integración regional, seriedad macroeconómica frente al voluntarismo generador de hiperinflaciones, respaldo al esfuerzo productivo apoyado en los jóvenes emprendedores y recuperación de la mística de crecimiento que el país había protagonizado en el medio siglo de 1880 a 1930, y Entre Ríos extendiera hasta 1943, hasta el fin abrupto del gobierno de Enrique Mihura por la intervención filofascista de aquel golpe.
El hecho no es traído a la memoria por nostalgia sino porque, pasadas ya más de tres décadas, el desafío es el mismo. Por eso mi coincidencia es absoluta y sin ninguna fisura. Trenes, rutas, aeropuertos, comercio internacional, energías renovables, producción, revolución de los aviones, gasoductos, comunicaciones, obras públicas de saneamiento postergadas por décadas, el mayor gasto social de la historia argentina -agua potable, cloacas, pavimentos, iluminación de barrios- aún a pesar de la megacrisis recibida -enorme deuda defaulteada, inflación artificialmente contenida y pobreza gigantesca ocultada por “estigmatizante”-, federalismo recuperado, escrupuloso respeto institucional, pero también, lo que no es menor en un mundo globalizado, lograr la recuperación de un respeto internacional que el país no tenía desde el primer gobierno de la democracia. Todos ellos son hitos decisivos y algunos de ellos, afortunadamente irreversibles. Pero falta.
Viejos amigos me preguntan: ¿no te hubiera gustado que la coalición de gobierno se hubiera institucionalizado, consolidado su esencia con la explicitación de un camino compartido de desarrollo, librara una lucha política sin concesiones frente a la corrupción ramplona y al populismo residual? ¿No hubieras estado más satisfecho una acción más enérgica que la realizada frente a la cooptación del Estado por corporaciones gremiales y aún empresarias que crean nichos de privilegio para castas mafiosas castigando a los trabajadores y a los ciudadanos que lo financian? ¿No has extrañado una explicitación mayor del camino que estamos recorriendo, dibujando con más claridad la meta a la que dirigen los esfuerzos -que nos han costado tanto- y se decidiera la ampliación de Cambiemos hacia más expresiones modernizadoras que existen en el país? ¿Un poco menos de ingenuidad efebofílica y mayor aprovechamiento de la experiencia muchos argentinos que pasaron su vida combatiendo al populismo y le conocen sus mañas?
Mi respuesta es clara: seguramente sí y reflejan falencias que hasta nos pueden costar la elección. Pero inmediatamente agrego: cualquiera de estos reclamos -o aspiraciones- es totalmente secundario ante lo principal, porque son temas que sólo pueden debatirse en una sociedad abierta, democrática, tolerante, éticamente sana, alejada tanto del flagelo del narcotráfico y la corrupción como de los populismos filofascistas que comienzan a propagarse en el mundo.
Y eso sí lo garantiza por su composición plural Juntos por el Cambio, que puede exhibir a la luz del día y con tranquilidad a todos sus dirigentes, aplaudidos o criticados, sin ocultar a ninguno. Que, por otra parte, no están presos ni multiprocesados y dan la cara sin ocultarse, intentar “irse” o negar estadísticas. Y que en cuanto a la ampliación del espectro del cambio, la propia integración de la fórmula, a instancias de la conducción de una de las fuerzas principales de Cambiemos que hubiera podido solicitar ese espacio para sí, es una muestra de que se ha tomado conciencia de la magnitud de las tareas que faltan.
Me hubiera gustado también -por qué ocultarlo- mayor información a los ciudadanos y especialmente a la propia base electoral de Cambiemos mediante una política comunicacional más inteligente y una acción política más proactiva y participativa. Los partidos viviendo -en lugar de mantenerse adormecidos- hubieran garantizado una mayor empatía con la acción de gobierno. Son temas a corregir, cualquiera fuera el resultado del proceso electoral.
Pero en este momento crucial el país necesita seguir en la senda que va y culminar el proyecto modernizador, de cuyo éxito devendrá al fin una democracia sólida. Transformar el Estado, limpiarlo de enfermedades que lo carcomen poniéndolo al servicio de los ciudadanos, proseguir el esfuerzo por la recuperación de una justicia imparcial y sana con los medios legales a su alcance, lograr de una vez por todas el equilibrio macroeconómico sin el cual es imposible planificar a largo plazo, continuar desarrollando la infraestructura con la mira puesta en el mundo globalizado, respaldar con más fuerza la iniciativa emprendedora inserta en la revolución tecnológica que es la impronta innegable de los años próximos, y mantener informada a la población de situación, problemas y objetivos con toda la verdad mientras asiste y contiene a los compatriotas menos favorecidos sin someterlos a la humillación del clientelismo.
La opción política superadora de Cambiemos-Juntos por el Cambio aún no existe. La que se ofrece como alternativa no mira al futuro sino volver hacia un pasado conocido, cuyas consecuencias a pocos les gustaría volver a sufrir. A esta altura de mi vida no puedo razonar con la ingenuidad de Caperucita Roja que no supo o no quiso ver al lobo cuidadosamente escondido bajo el disfraz de su abuelita. Tampoco perder el rumbo por una tormenta de superficie, de esas que hemos vivido y viviremos tantas veces cada vez que debamos elegir nuevo gobierno, sencillamente porque estamos en la Argentina y aún lejos de la madurez cívica.
Se han edificado por primera vez en años cimientos sólidos en lo económico -así como en lo político lo hicimos en el primer turno democrático-. Infraestructura, energía, alimentos, respeto a las normas, sólida inserción económica internacional, avances claros en la seriedad macroeconómica, son sus soportes básicos. Lo logrado en estos cuatro años, a pesar de lo que falta, ha sido realmente una gesta. Por eso y aunque a pocos les importe, me siento con el derecho y en la obligación de decir a los amigos, como simple ciudadano que durante tres décadas soñó con esas cosas, que voté y votaré sin duda alguna a Juntos por el Cambio.
Por Ricardo Lafferriere
Comentarios por Carolina Lascano