Por CARLOS PENELAS
A LA PALOMA DE UN POETA
En medio de la noche
entre anzuelos que suben de bocas alzadas
como un vestido negro
arrojado junto al lecho de un esposo inconsciente
la pollerita marina asediaba la silla del hotel.
Los vientos pescadores, los mástiles secretos,
-acaso como un galeote perdido sintieron
que tus muslos alimentaban mi sueño
disparando fragmentos de palabras.
Entonces, cruza la habitación en penumbra
llevando en su pico el asombro,
el laurel y las olas de la playa
un finísimo amanecer de febrero
anunciando culpas y un inexplicable abandono. Esto ocurrió en medio de la noche,
lejana Clodia,
mientras solitario fumaba mi pipa
entre corpiños blancos arrojados.
IMAGEN
Sobre el patio sueña lenta la tarde.
El otoño oculta en el viento lo temporal
del álamo, del beso.
Suavemente el silencio se ciñe
en el azul del vidrio. Detrás del agua
ha cesado la imagen de su rostro.
LA GAVIOTA BLINDADA
¿De dónde viene?
¿Del sur o de mi pecho?
¿Qué noches ha cruzado?
¿Y por qué es pensamiento
y canto y hombre?
¿Qué sangre o qué galaxias,
sobre sus alas,
no ha cubierto de sueño?
Alzada al infinito
con el llanto de agosto
para hallar otro edén
más misterioso y puro.
Su forma se renueva
inédita de tránsito
como un muelle plural
de ríos numerosos.
En pos de cada tarde
es resplandor que nutre.
Herida, clandestina,
regresa con su estrella.
Pálida, inagotable,
inmarcesible y trémula
atestigua la aurora.
¿De dónde viene?
¿Del sur o de mi pecho?
LA NOCHE
Te contemplo.
Me nutro en tu reposo.
Veo secretos ángeles a través del silencio.
Estás hecha de pájaro y laurel.
De soles y de signos.
Eres onda de mar en el poema.
Con la luna un aliento de alba.
Te sostengo.
Me animas en tu orilla.