Hace poco, en ocasión del sesquicentenario de la tragedia del vapor “América” en la madrugada del 24 de diciembre de 1871 en el Río de la Plata, publicamos un comentario recordando el episodio, el heroísmo de Luis Viale y algunos otros detalles. Nuestro amigo el subdirector Guillermo Belcore quedó impresionado por esta mención: “Ramón Artagaveytía que se salvó en este naufragio para morir años después en el “Titanic”, y me propuso rescatar su historia.
Los Artagaveytía son una antigua familia instalada en Montevideo, cuyo fundador Ramón había nacido en 1796 en Santurzi, en Vizcaya, hijo de Manuel y de María de Urioste. Llegó a Montevideo en 1813 y abrió un comercio, luego se dedicó al negocio del transporte marítimo, actividad que desarrollaba con seriedad, lo que le dio pronto gran prestigio. Amigo del general Manuel Oribe, se identificó con su causa, organizó un batallón de Voluntarios que comandó y que con su fortuna mantuvo durante la Guerra Grande. Falleció en Montevideo en 1856.
Había casado el 25 de noviembre de 1826 en la iglesia Matriz con María Josefa Gómez Calvo, hija de un acaudalado comerciante, natural de Galicia, instalado en Montevideo y de María Rita Calvo. El matrimonio procreó nueve hijos, algunos de los cuales dejaron numerosa y reconocida descendencia en ambas márgenes del Plata.
Ramón Fermín Artagaveytía, el sexto de los hijos, nació en julio de 1840, tuvo una excelente educación y adquirió experiencia en los negocios, seguramente a la muerte de su padre cuando con sus hermanos mayores se encargaron de su administración. Fue propietario de varios establecimientos agropecuarios la “Mara” en Bernasconi, hoy provincia de La Pampa; y en sociedad con Otamendi de otro en Castilla y con su hermano Manuel de los campos “San Ramón” y “Pincen” en Puan en la provincia de Buenos, según la Guía Rural de 1912. Se han salvado algunas fichas de esquila de algunos de estas explotaciones. Adolfo Artagaveytía talentoso artista plástico, dibujó un paisano con su caballo que lleva la marca familiar.
Don Ramón en 1871 había embarcado desde Buenos Aires a Montevideo en el vapor “América” como se dijo. En ese barco viajaba también Alejo Arocena en compañía de sus sobrinos Ramón y Pelayo, a quienes traba de hacer olvidar la muerte de su padre en la epidemia de fiebre amarilla de ese año. Ramón Arocena uno de los hermanos de Alejo era cuñado de Artagaveytia, ya que estaba casado con su hermana Matilde.
En el incendio los hermanos Arocena murieron quemados o ahogados, y desaparecieron; mientras que Artagaveytía que era un gran nadador, se zambulló desde lo más alto de la borda, después de haber cedido su salvavidas a dos mujeres; al salir a flote descubrió que otro náufrago que se le había aferrado a una pierna con peligro de hundirlo en su desesperación. Entre quienes trataron el tema del “América” se encuentran Jimena Sáenz, Clara Nougues de Monsegur, quienes además han destacado el grado de angustia que provocó en los pasajeros y el trauma con que vivieron los que se pudieron salvar.
El 9 de febrero de 1912, Ramón le escribió a su primo Enrique Artagaveytía: “Por fin podré viajar y, sobre todo, podré dormir tranquilo. ¡El hundimiento del “América” fue terrible! Las pesadillas me siguen atormentando. Incluso en los viajes más tranquilos, me despierto en medio de la noche con terribles pesadillas y siempre escucho la misma palabra fatídica: ¡Fuego! ¡Fuego! ¡Fuego! Incluso he llegado al punto en que me imagino parado en la cubierta con mi cinturón salvavidas puesto”.
“No te imaginas, Enrique la seguridad que da el telégrafo. Cuando se hundió el “América”, frente a Montevideo, nadie respondió a las luces pidiendo ayuda. Los que nos vieron desde el barco “Villa del Salto”, no respondieron a nuestras señales luminosas. Ahora, con un telégrafo a bordo, eso no volverá a suceder. Podemos comunicarnos instantáneamente con todo el mundo”.
Con el valor de la tradición familiar Juan José Artagaveytía recuerda que su abuelo Mario obtuvo su diploma de médico en 1910, su tío Ramón “le dijo que le iba a pagar en 1911 su perfeccionamiento de medicina en París, “Montio” (apodo de Ramón) era soltero y considerable fortuna y podía hacerlo. Mi abuelo festejaba a René Ussher Conde, descendiente de irlandeses, cuando se entera que se va un año a París ella le dijo: “te vas a olvidar de mi”, el le contestó: “como vasco y de palabra y te prometo que el 24 de marzo de 1912 vamos a estar juntos aquí en Montevideo. Una vez recibido, estando en París “Montio” le dice que: “en premio vamos a ir en primera clase a New York en el “Titanic” y después seguís viaje a Montevideo”. Mi abuelo en el viaje del barco de los sueños le contestó: “anoche soñé que ni novia estaba llorando”, después supo que ese día se le había muerto la hermana y la soñó llorando; y le contestó a “Montio”: “Yo le di mi palabra que iba a estar en marzo en Montevideo con ella y si me voy contigo voy a demorar verla un mes y medio más y canceló su viaje”.
Hace casi un cuarto de siglo, una película recordando la catástrofe del transatlántico en su viaje inaugural fue un éxito de taquilla, en ella se relataba una trama romántica .Esta breve semblanza de Ramón Fermín Artagaveytía, el hombre que se había salvado del “América” y encontró la muerte 40 años después en el “Titanic”, sería motivo también de un documental sobre esas historias casi olvidadas.
por Roberto L. Elissalde*
* Historiador. Vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.