El poeta romano Horacio, en sus Odas, acuñó una línea que ha trascendido las centurias, “Dulcie et decorum est pro patria mori”, síntesis apropiada para quienes han caído en acto de servicio en las profundidades de nuestro mar territorial, que debe tal vez integrarse en nuestro recuerdo con aquella de Teresa de Avila, “ vivir se debe la vida de tal suerte, que viva quede en la muerte”, bien aplicable, sin duda, a las vidas truncas de estos bravos.
También los romanos ceremonialmente erigían arcos triunfales a sus héroes dignos de gloria, y es hora que la estirpe argentina no sólo festeje campeonatos, sino también las hazañas de los valientes que ponen pecho al infortunio. Entre tanta fiesta pueril entronizada legalmente por nuestros legisladores, cabe revalorizar el 2 noviembre, día de los caídos por la Patria, entre las grandes efemérides por tantos que sucumbieron no sólo en guerras abiertas sino en innumerables sacrificios cotidianos como ocurre por ejemplo con tantoss buenos camaradas que semanalmente caen en cumplimiento del deber aún en tiempos de paz.