Quien estudió Medicina obtuvo el título de médico y ejerce como tal. Es un médico. Quien aprobó todos los exámenes de la carrera de Ingeniería es un ingeniero.
Pero, ¿qué carrera hay que cursar para convertirse – y ejercer – de filósofo? Hay instituciones educativas – muy reconocidas – que otorgan títulos de profesor, licenciado y doctor en Filosofía. Lo que implica que esos graduados tienen una sólida experticia para referirse a la Historia de la Filosofía, diferenciar – con exactitud – el pensamiento de Platón, Santo Tomás, Hegel o Sartre. Por mencionar a algunos. Se encuentran capacitados para enseñarnos puntualizaciones y diferencias. Pero, ocurre, que aún siendo un gran erudito en Filosofía… ¡no por eso estamos ante un filósofo!
Digamos, desde ya, que ejercer la filosofía implica tener una actitud particular frente a la vida. “Aquel a quien inquiete la Filosofía debe ponerse a trabajar poniendo todas las cosas en duda”, predicaba Giordano Bruno (1548/1600). Ejercer esa tarea, lo condujo a ser asesinado en la hoguera por orden de la Santa Inquisición. El célebre monje indica, así, cuál es la naturaleza de la tarea que ha de ejercer un filósofo. No se trata del acumulamiento de conocimientos, sino de hacerse preguntas sobre ellos. Cuándo alguien piensa: “Esto que hace tanto se hace de esta manera, ¿no podrá hacerse de otra forma?” En ese mismo momento, aunque no tenga consciencia de ello, ¡ya está filosofando!
De allí que una definición usual de Filosofía sea “conjunto de reflexiones sobre la esencia, las propiedades, las causas y los efectos de las cosas naturales, especialmente sobre lo humano y el Universo.”
Reflexionar, interrogarse, buscar otros posibles senderos que no sean los ya establecidos, indagar sobre el por qué de cada acontecimiento, son tareas del filósofo.
Julián Marías, el notable filósofo español del siglo XX, enseñaba que existen tres conceptos distintos para entender esta materia:
“1.- La Filosofía como un saber acerca de las cosas.
2.- La Filosofía como una dirección para el mundo y la vida.
3.- LaFilosofía como una forma de vida y, por lo tanto, como algo que acontece.”
En cualquiera de estas posibilidades, es quien está ejerciendo la Filosofía – esto es, el filósofo – quien tiene el rol decisivo. Primero un saber. Atiéndase que “un saber” no es lo mismo que “un conocimiento.” El primero deviene de un proceso interior, realmente psíquico, por el cual emerge a la consciencia algo que devenía – hasta el momento – desconocido. O sea, nos estamos refiriendo a lo inteligible; el infinito de las ideas. Algo absolutamente diferente al conocimiento obtenido a través de la percepción; de la intervención de los cinco sentidos.
Llegado a este punto recordemos que “filosofía” es un término, cuyo origen es atribuido a Pitágoras, que puede traducirse como “amor a la sabiduría” o bien “amistad con la sabiduría.” Y como el saber siempre puede acrecentarse implica una labor cotidiana e inacabable. Luego, darse cuenta que se está ante una verdadera brújula que indica la adecuada dirección “para el mundo y la vida.” Y también encontrar – y esto es lo más relevante – en la Filosofía “una forma de vida” que el filósofo hace carne en sí mismo.
Desde antaño, la Filosofía ha sido entendida como la búsqueda de las causas primeras y de los principios iniciales. O, si se quiere, la búsqueda por descubrir las causas o leyes que rigen, en esencia, los acontecimientos de la especie humana.
Bien señala la filósofa contemporánea norteamericana Martha Nussbaum (Premio Príncipe de Asturias, 2012): “la Filosofía se plantea las grande preguntas, esa preguntas que cualquiera que quiera vivir bien necesita plantearse: ¿qué es una buena vida?, qué es la Justicia hacia los demás?, ¿qué es una sociedad justa?, ¿cuáles son nuestras emociones y cómo pueden facilitar o impedir nuestros esfuerzos por ser buenos?”
Es por esta razón que insistimos en la importancia de hacer la diferencia entre el graduado en Filosofía y quien ejerce el acto de filosofar, que es a quien sí es correcto denominar filósofo. Cierto es que, por lo usual, los filósofos dedican tiempo al estudio de aquello que pensaron sus antecesores. Raro sería hallar alguien dispuesto a filosofar que no se encuentre interesado en tales o cuales autores tanto de la antigüedad como actuales. Esto sería algo así como la puesta en acto del principio homeopático: lo similar atrae a lo similar.
Recientemente, en una entrevista periodística, el filósofo Tomás Abraham explicaba: “Solo que la Filosofía no está en los libros de Filosofía, no solamente. A la Filosofía se la busca, no se la encuentra ya digerida en los libros de Filosofía. La filosofía nace con una inquietud a la que hay que darle forma.”
Es por todo esto que ejercer de filósofo, implica “ser filósofo”; decidir una forma particular de existencia personal y de relación con todo lo que es el Cosmos y lo viviente. Estar dispuesto a la interrogación permanente, a no conformarse aún cuándo se encuentren posibles respuestas. Es ésta una metodología que abre la mente, vigoriza el pensamiento racional y, a la vez, desarrolla la espiritualidad.
por Antonio Las Heras*
*Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, filósofo y escritor. “Belgrano y la Masonería” y “LasHeras. El militar. El hombre” son dos de sus más recientes libros.