Por Elena Valero Narvaez *
Los políticos, en general, rehúyen discutir soluciones, temas constructivos de orden práctico y confrontar ideas. Se ha mentido tanto en el pasado, que se teme hacer propuestas concretas para el futuro, por ello escuchamos sus discursos vacíos de contenido, y salir del paso a preguntas inteligentes, criticando al adversario. Se van por la tangente cuando se les pregunta por cosas concretas y precisas porque sus conocimientos y probidad política no los pueden soportar. Por eso la mayoría de los argentinos descree de la política y piensan que quienes intervienen, en ella, lo hacen solamente en provecho propio. Lamentablemente tuvimos demasiados ejemplos de conducta, entre los políticos, que confirman esas creencias.
Hemos tenido 12 años en los cuales se han servido de la función pública, casi todos los integrantes del gobierno kirchnerista, para enriquecimiento personal, por lo cual podemos confirmar que la deshonestidad no es la excepción en nuestra vida pública.
También hicieron y hacen uso de artimañas a través de personeros, prensa, y medios inescrupulosos para desacreditar a sus adversarios mediante la calumnia, la deslealtad y la desmesura en la crítica, que no se atiene a los problemas sino al descredito del contrincante. Es increíble, por ejemplo, que quienes hicieron lo imposible para impedir que el actual gobierno hiciera las reformas necesarias para atraer inversiones, mediante presiones de todo tipo, incluso azuzando a manifestantes y piqueteros para que entraran al Congreso para impedirlas, le enrostran ahora al Gobierno las inevitables consecuencias de los errores, en la búsqueda del favor electoral.
Los argentinos nos hemos vuelto condescendientes con estas actitudes, que vienen de lejos, considerándolas “cosas de la política”. De esa manera las hemos permitido, sin reaccionar. Es así como la política se ha teñido de inmoralidad, hasta el punto que Cristina Kirchner no solo sea aceptada por un buen porcentaje de la población, si se presentara, una vez más, como candidata a presidente, sino que también se postularán a candidaturas de todo tipo, muchos de sus secuaces, como si nada.
La política no es fácil y se puede recurrir al debate apasionado incluso al ataque directo al competidor, pero sin injurias y malas artes, sino dignamente, como se debe hacer política. Algún partido debe salir a la palestra, para que los demás lo imiten: plantear con franqueza los problemas, con claridad la situación económica actual, y dando propuestas concretas y razonables. No falta tanto para las elecciones. Es hora de dejar atrás las prácticas deshonestas conscientes del valor que tiene hacerlo y las ventajas que acarrea para el saneamiento de la política, la intervención en ella, con dignidad.
La gente no es zonza, no quiere que se disimule la realidad, desea que se corrijan los errores y se hallen soluciones para los problemas que no le permite tener un buen nivel de vida. Serios son las dificultades que deberá encarar el próximo gobierno, no se debieran demorar los planteos de soluciones. Necesitamos políticos que estudien con seriedad las causas que provocaron el fracaso en lo tocante a la tarea de reconstruir la economía y la grieta que no permite una adecuada convivencia social, partidos que mantengan una ética, una disciplina y un programa de gobierno que abandone ideas vetustas, fracasadas ,incorporando otras que tengan que ver con el contexto actual y que por ello ejerzan influencia en el escenario político nacional e internacional. Imprescindible es, también, que sus dirigentes no hayan sido sospechados de corrupción para que no sean descalificados por la opinión pública, como lo son tantos, en la actualidad.
Las críticas al gobierno anterior por no haber sido capaz de tomar el camino adecuado y que se hacen también al actual gobierno, por lo mismo, debiera alertarlos sobre la necesidad de atacar, por todos los flancos, la mentalidad nacionalista e intervencionista que impera aún, en muchos políticos, demostrando una ceguera total ante la situación del país, políticos que no se conforman con ello, sino que frenan a quienes dentro del partido pretenden cambios fundamentales inspirados en los innumerables ejemplos que aportan países desarrollados, gracias a la libertad de trabajar, cada uno de sus habitantes, en provecho propio y por ello, también, al servicio del país.
De suma importancia, también, es mantener la democracia para mejorar la política. Las sociedades modernas son testigo de ello. En las estructuras políticas modernas existe una opinión pública institucionalizada, a la que varios partidos ofrecen programas alternativos y en libre competencia en el espacio social que configura un mercado del voto .Cuando esto no ocurre, el sistema de partidos es débil, son las organizaciones sectoriales o de tipo corporativo las que presionan para imponer soluciones particularistas, como en Argentina, provocando aún más el inquietante incremento de las disputas.
Necesitamos que se marche, lo más rápidamente posible, hacia un sistema de partidos que funcione de otra manera, que destierre las prácticas sucias conscientes del daño que ocasionan a la vida pública. Precisamos fortalecer el sistema de partidos y políticos honestos, con responsabilidad y mente clara como para no volver a cometer los mismos viejos errores que nos hacen pensar, equivocadamente, que la historia es circular, que se repite.
* Miembro de Número de la Academia Argentina de la Historia.
Miembro del Instituto de Etica y Economía Política de la Academia de Ciencias. Morales y Políticas
Premio a la Libertad 2013 (Fundación Atlas)
Autora de “El Crepúsculo Argentino” (Ed Lumiere, 2006)