Diversos hitos destacados preceden la declaración de nuestra emancipación política formalizada el 9 de julio de 1816, lo cuales aportan la verdadera significación histórica en un contexto muy particular.
De entre ellos citamos el establecimiento del Virreinato del Río de la Plata en agosto de 1776 por decisión del monarca Carlos III, cuya ciudad capital se radicó en Buenos Aires.
Otro estuvo dado por la invasión, reconquista y defensa entre los años 1806 y 1807 que permitió al pueblo de Buenos Aires reconocer su potencial, dándose cuenta que no podía depender de la metrópoli española para la protección local. Don Rafael de Sobremonte, designado Virrey dos años antes, se replegó a Córdoba consciente de la debilidad defensiva declarando a dicha ciudad capital del extenso virreinato. Tildado de desprevenido y derrotista regresó de aquella ciudad con un ejército de tres mil hombres dispuestos a defender la invadida capital virreinal, aunque entretanto nuestra ciudad había sido reconquistada merced las acciones lideradas por don Santiago de Liniers y Bremond.
Citamos también los sucesos ocurridos hacia 1808 en la Península Ibérica entonces gobernada por Carlos IV, cuando el Emperador de los franceses Napoleón Bonaparte, con el pretexto de invadir Portugal solicitó el permiso de paso para sus tropas por territorio español. Al prolongarse la permanencia de las mismas en dicho suelo se concretó de hecho la ocupación, logrando el Emperador Galo por medio de sofismas y ardides la entronización de su hermano como José I, apodado Pepe botellas a raíz de los elementos contundentes que el pueblo enardecido arrojaba a su paso.
La harto caótica situación peninsular determinó la creación de la Junta Central Suprema y Gubernativa de los Reinos de España e Indias, institución que intentó liderar la resistencia en representación de la autoridad legítima, la que entre muchas otras medidas designó como Virrey del Plata a Baltasar Hidalgo de Cisneros
La caída de esta Junta Central Gubernativa originó un momento de coyuntura para el tema que abordamos, consistente en los llamados Días de Mayo cuya resultante fue el advenimiento de una Junta de Gobierno Patrio que asumió sus funciones el 25 de mayo de 1810, erigiéndose en un gobierno autónomo.
A dicha Primera Junta prosiguieron la Junta Grande y dos triunviratos, los que actuaron como poderes ejecutivos colegiados, instalándose el 31 de enero de 1813 la Soberana Asamblea General Constituyente de las Provincias del Río de la Plata que propició entre muchos otros logros la libertad de vientres, la sustitución de símbolos, dándonos también dos nuestros símbolos nacionales, el Escudo y el Himno. Si bien este órgano legislativo debía propender a nuestra independencia, no lo hizo dado que no era el momento propicio, ponderando entre otros el consejo de nuestro prócer egregio Manuel Belgrano, otrora diputado plenipotenciario en Europa.
Simultáneamente, ante la celebración del Congreso de Viena y la caída de Napoleón, Fernando VII había sido reinstalado en el trono de España, al igual que otras testas coronadas a lo largo de aquel continente, complicando aún más la situación para una decisión tan trascendente.
Finalmente, reunido en la ciudad de San Miguel de Tucumán un nuevo Congreso General Constituyente, los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, tal la denominación inserta en el acta respectiva, invocando al Eterno, procedieron a la declaración formal de nuestra Emancipación Política el 9 de julio de 1816.
De tal forma se abrió paso a una nueva instancia con más dudas que certidumbres planteadas en torno a la forma de gobierno, el dilema constitucional y muchas otras cuestiones. Las soluciones tardarían mucho en llegar, luego de luchas intestinas y vaivenes políticos, pudiéndose hablar de República Argentina y de un ordenamiento constitucional recién a partir de 1860
Por Arnaldo I. A. Miranda Tumbarello*
*Educador, historiador, investigador, escritor, conferencista, académico, directivo de entidades.
Comentarios por Carolina Lascano