EDITORIAL DEL DIRECTOR DE LA GAZETA –

WE CAN´T BREATHE. (NO PODEMOS RESPIRAR)

Las últimas palabras atribuidas a George Floyd ilustran  en gran medida no sólo la angustia producida por la ilegítima privación de todas nuestras libertades constitucionales, sino, sobre todo, la oscura falta de perspectiva para la convivencia en libertad en una hipotética etapa de reconstrucción de la economía y la vida social .

Por  sucesivos edictos administrativos mal disimulados entre simulacros normativos, hemos sido detenidos dentro de nuestros domicilios e impedidos con todo el imperio y fuerza del Estado y la complicidad de muchos gremialistas, de poder trabajar, comerciar, ejercer profesiones o industria lícita, transitar y salir o ingresar al territorio nacional, profesar libremente nuestros cultos, enseñar y aprender. Esta coartado el desempeño regular de  institucionales esenciales, tales como el régimen representativo republicano y la administración de justicia, quebrantando  lo más esencial del orden público. Grupos parapoliciales recorren haciendo destrozos en zonas rurales liberadas.

Con estos ensayos y prolegómenos, poco se puede esperar de un futuro, donde subsiste el riesgo de la epidemia, no debidamente conjurado. Y, sin protocolos para reanudar la vida de un modo similar a lo normal, asistimos a la devastación de cientos de miles de comercios y pequeñas empresas, en una masiva destrucción de ahorros y capital, quebrantando  en pocos meses una estructura económica que, aun con defectos, ha llevado generaciones construir.

Es el momento que quienes quieran sobrevivir a esta opresión destructiva, deberán pasar de las alertas al despertar, y de ahí a la movilización para el rescate y la reconstrucción, tratando de salvar lo que se pueda.

Nuestra Constitución debe operar como manual de supervivencia en esta encrucijada. Dispone que el trabajo en todas su formas ha de gozar la protección de las leyes, y como regla de vida sienta el principio de la libertad  en todos los sentidos. Política, de opinión y expresión, de reunión, asociación y circulación, de usar y disponer de la propiedad, y exige taxativamente algunos requisitos institucionales esenciales. Obliga al Gobierno al desarrrollo ,al progreso económico con justicia social, a la productividad de la economía nacional y a la generación de empleo. Debe dictar leyes no para empobrecer, sino para proteger integralmente a las familias, promover acciones para  los niños, las mujeres, los ancianos  y los discapacitados. Y si alguna duda quedare, es más abundante la coincidencia en igual sentido de todas las declaraciones y tratados constitucionalizados. La Convención Americana obliga a los Estados Parte a “garantizar el libre y pleno ejercicio” de tales derechos, así como disponer “las medidas legislativas o de otro carácter que fueran necesarias para hacer efectivos tales derechos y libertades” …

Se anuncia la hora de los pueblos en esta patria segmentada y agrietada, cuando se celebre el amanecer de un nuevo sentido común, una mayoría de edad que nos libere a cada uno y a todos del abuso de la tutoría de los funcionarios incapaces  y refugiados en sus residencias. La burocracia regalona y engordada, que pretende quebrar el espinazo productivo del país, lo que ya no se tolera. Se agota la renta pública,y caduca el miedo sembrado desde el Estado, incapaz de solucionar los problemas sin, con  cada nueva cuarentena, generar males peores. Con estas consignas, es hora de asumir nuestras propias responsabilidades ciudadanas, sin esperar en vano regalos que no van a llegar. Asegurar de modo sensato, responsable y solidario, los beneficios de la libertad, para nosotros y nuestra posteridad, es tarea que, si en serio queremos asi vivir, debe empezar ya.

Por Roberto Antonio Punte