Amigos, observad estas palabras
que se alzan en la noche. Apenas rozan la luz
de un candil silencioso, desvelado.
Vienen de aquellos campesinos del exilio,
llegan de agonías, de mujeres humildes,
de caricias que sobreviven
en talismanes o miradas melancólicas.
Observad un momento cómo llaman,
cómo acarician frente y memoria,
de qué manera nombran la ternura.
Son palabras de un designio
que la amada no supo comprender,
palabras extraviadas en el aire, en el mar,
que están aquí, en este cuarto,
sobre esta mesa con papeles y libros.
Nos cuesta sentir tanta soledad y tanta urgencia.
¿E ti de quen vés sendo?
Por Carlos Penelas