Si hay que recordar a alguien que ejerció la profesión de periodista con coraje y talento, ese es Francisco de Paula Castañeda un franciscano que nació en Buenos Aires en 1776, y que polemizaba en inferioridad de condiciones contra los poderosos de la época, con una altura y un valor poco común.
Expresa don Adolfo Saldías, el célebre autor de la “Historia de la Confederación Argentina” que Castañeda, siendo muy joven y cediendo a una súplica de su ya anciana madre, educada como él en los hábitos monásticos de la colonia, visitó el hábito de la orden de San Francisco en Buenos Aires. Luego fue enviado por su superior a Córdoba. Allí obtuvo por oposición la cátedra de filosofía, y luego fue ordenado sacerdote por el Obispo Moscoso (1)
Como se puede observar entonces, el padre Castañeda era un hombre de nivel superior, un intelectual apasionado, que era temido porque hablaba con la verdad, el arma de los hombres honorables. Nunca se dejó intimidar. Era un fraile políticamente incorrecto que jamás transó con los halagos ni con componendas de ningún tipo. Fue una piedra en el zapato para muchos de los que dirigían los resortes de la Nación en esa época ya que él – que sólo le importaba el beneficio e interés de la Patria- luchaba por la educación del pueblo, la única forma de alcanzar el bienestar de una nación. Era un hombre libre que señalaba a los gobiernos los yerros y atropellos que cometían, sin importarle las consecuencias que pudiera sufrir. Fue sólo esclavo de Dios, porque era un hombre de una sólida fe. A través de sus periódicos, alertaba sobre las situaciones que para él ponían en peligro la causa de la Patria y se lanzaba con un lenguaje indignado contra aquellos que consideraba responsables de los males que la afligían. Fue un implacable enemigo de la reforma religiosa que proponía el gobierno de Bernardino Rivadavia dando a conocer su malestar a través de punzantes artículos que publicaba en sus diarios.
Castañeda fue el encargado de predicar un sermón cuando durante las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807, se produjo la Reconquista , hablando frente a Liniers. También durante la Defensa, dio un sermón en el Iglesia de las Capuchinas, haciendo un verdadero panegírico de aquella gloriosa jornada. Y todo esto, con la presencia de las autoridades.
En 1815 fundó una escuela de dibujo, pronunciando un discurso dirigido a la juventud para que luchara por el mejoramiento de la ciudad, a través del trabajo, del esfuerzo y la disciplina.
Era muy irónico en sus artículos, y ello le valió más de un disgusto.
Durante las luctuosas jornadas que desembocaron en la anarquía del año 1820, se convirtió en un férreo opositor al sistema federal, y no toleraba la figura de don José Gervasio de Artigas, a quien consideraba uno de los autores principales del origen de todos los males por los cuales estaba atravesando Buenos Aires.
Sostenía el polémico fraile, en su visión muy particular, que las provincias habían roto su unión con Buenos Aires en nombre de una federación que para él, era el símbolo del odio y que decir “viva la santa federación” era lo mismo que decir “mueran los porteños”.
No tenía pelos en la lengua, y no se guardaba nada, pues escribía con vehemencia y con una enorme pasión, siempre pensando en el porvenir de la Patria antes que nada.
Ninguna circunstancia lo intimidaba, y evidentemente, su lema era al pan, pan y al vino , vino.
Citando nuevamente a Saldías, éste señala que Castañeda era un paladín singular que debatió durante quince años los propósitos de la revolución de 1810…Era el padre Castañeda un espíritu original y fecundísimo, mordaz y travieso…un noble corazón inflamado por el fuego de convicciones profundas, y un luchador valiente para afrontar las dificultades que le suscitó la ruda franqueza con que flagelaba lo que no entraba en el orden de sus ideas y de sus propósitos. Él fue quien creó en Buenos Aires ese poder que se llama la prensa.( 2)
Su prosa filosa era la pesadilla de los poderosos de la época que no sabían cómo rebatir tantas acusaciones que nacían de su implacable pluma, que la mayoría de las veces estaban debidamente fundamentadas.
Sus temibles periódicos llevaban nombres estrambóticos y prolongados, tales como El desengañador gauchipolítico, federimontonero, chotiprotector, putirepublicador, chacuaco oriental, de todos los hombres de bien que viven y mueren en el siglo XIX de nuestra era cristiana. Este particular periódico estaba destinado a vituperar sobre todo, la acción de Artigas en el litoral, el gran enemigo de la patria, a ojos de Castañeda, como ya se apuntó.
Otro diario del mismo estilo fue aquel en donde combatía la anarquía producida en el año 20. Su nombre, tan llamativo como el anterior, era El despertador teofilantrópico místico político. Otro periódico tan polémico como los anteriores, que fue bautizado con el nombre de El Monitor Macarrónico místico político.
Sus escritos llegaron a molestar tanto que el Fiscal de Estado lo acusó ante un jurado porque consideraba que ellos agraviaban a la Junta de Representantes ; un Jury hizo lugar a la acusación por estimar esos artículos, incendiarios y subversivos del orden público, siendo condenado al destierro por cuatro años , en Patagones. Esta sentencia hizo reaccionar al franciscano que tomó la decisión de fugarse a Montevideo donde continuó con su labor de periodista.
Años más tarde se radicó en la provincia de Santa Fe, donde fundó una Iglesia y una escuela en un paraje desierto, donde luego levanto un pueblo que se conoció con el nombre de Rincón de San José.
El eximio historiador antes citado, señala que su vida fue un combate continuo, y en este combate conquistó lauros que enaltecen su memoria…fue un patriota y un filántropo… honor a él que cayó con sus ideas como caen los buenos, después de haber trabajado por el bien de la patria sin haberle dado un día de luto y sin haber explotado su nombre querido para colmar su ambición y la avaricia que corroen a todo político de ocasión. (3)
Este gran franciscano debería ser el espejo de aquellos que quieren seguir el camino de un periodismo serio, responsable y fiel que, como el gran fraile, se conviertan en instrumentos de la verdad.
En marzo de 1832, el buen franciscano falleció en la ciudad de Paraná.
por Julio Borda
1.- Saldías ,Adolfo Historia de la Confederación Argentina, ediciones Cenit, Buenos Aires, 1958 T1 pág. 140 al pie
2.- ídem, pág. 139,
3.- págs.. 151/2, al pie