Es tanta la desazón, la angustia y el desaliento que se apodera de muchos argentinos, sobre todo de los jóvenes, frente al desatino, el descontrol y la violación de las normas jurídicas y el sentido común, que sufrimos por parte de quienes gobiernan, que trasmitir estas reflexiones aspira a intentar aportar alguna racionalidad al caótico presente.
El discurso político corriente sobre lo que sucede en nuestro país está plagado de subjetivismos, posiciones tomadas y por añadidura mentiras. Este estado de cosas se prolonga desde hace varias décadas, con altibajos y recurrencias, aunque en los últimos meses ha llegado a niveles insólitos,
Algunos aceptan esa situación por cansancio, falta de interés. Otros porque creen las mentiras que pregonan quienes gobiernan.
Sin embargo, a pesar de todos los desatinos que hace el gobierno y sus aliados, sus fracasos se suman y deterioran los apoyos que tuvieron hace solo poco más de un año.
Por citar solo algunas de sus acciones recordemos la “expropiación” de Vicentin, la invasión al campo de los Etchevere, el destrato a los presidentes de Brasil y Uruguay, la designación de militantes incompetentes en cargos del Estado, el ataque a los jueces con el único propósito de torcer el destino carcelario de algunos jerarcas, el desastroso e ilegal abordaje de las acciones por la pandemia y el más reciente destrato y ataque a la cabeza del poder judicial de la Nación que todo lo que hizo fue aplicar la ley y la Constitución.
Es el momento, por ello, de proceder de un modo distinto porque, citando a Sarmiento “¿Acaso porque la empresa es ardua, es por eso absurda?” “¿Acaso porque el mal principio triunfa, se ha de abandonar, resignadamente, el terreno?”
Muchas veces en nuestra accidentada vida como Nación hemos generado y sufrido situaciones semejantes o aún más dramáticas que las que ahora atravesamos.
Sin embargo a partir de 1983 todo pareció mejorar y si bien tuvimos momentos de zozobras políticas, sociales y financieras, la conjunción, ahora, de la pandemia, con el estado agonizante de nuestra organización y praxis institucional, la quiebra de nuestra sociedad civil, alimentada por el primitivo enfrentamiento casi terminal entre la ciudadanía y el estado de nuestra economía, hace que la presente situación sea de una gravedad inusitada.
Tal vez haya sectores que vean en ello el fin de la república democrática y crean que es el amanecer de una forma distinta y más justa de organizar la vida de las sociedades nacionales.
¡Zarandajas!.
Lo que seguiría, para información de los desprevenidos, es la desaparición de nuestra nación como comunidad y el nacimiento del experimento autoritario de una sociedad supuestamente más equitativa, inspirada en regímenes que han fracasado siempre en sus proclamas de bienestar y paz y generado millones de muertos, hambrunas indescriptibles, éxodos multitudinarios.
Tengo la convicción de que los argentinos, aún aquellos que más padecen las penurias del caos descripto, detestan las sociedades totalitarias que se ofrecen como paradigma de la prosperidad y la justicia. La mayoría cree que la educación, el esfuerzo, el trabajo y el respeto a las leyes son insoslayables
Por ello van algunas reflexiones y propuestas que deben ser precedidas por que la ciudadanía y sobre todo sus organizaciones pongan fin a los enfrentamientos terminales y dialoguen en lugar de insultarse, perseguirse y pelearse. Es bien evidente que esas conductas son enemigas de la paz y el progreso y que nunca han dado buenos frutos.
Estas son algunas ideas para debatir y poner en práctica.
- El fiel y estricto cumplimiento de las leyes por ciudadanos y especialmente por los gobernantes y la utilización del poder necesario, por estos últimos, para garantizarlo. .
- El afianzamiento del sistema político expresado en la Constitución Nacional, que nos hace una república federal con democracia representativa. El pueblo no delibera ni gobierna. Lo hacen sus representantes. La libertad y la propiedad son derechos inalienables
- El equilibrio fiscal de las cuentas públicas, tanto nacionales, como provinciales y municipales con el respaldo de presupuestos racionales y no voluntaristas, con límites explícitos al gasto y al endeudamiento.
- La garantía de una educación pública de excelencia que priorice la enseñanza de todas las ciencias en especial las exactas y prepare a los ciudadanos según sus preferencias pero con énfasis en la necesidad y conveniencia de respetar las leyes y al prójimo.
- Un sistema de seguridad que garantice la vida, libertad y patrimonio de todos los ciudadanos. Las fuerzas armadas y de seguridad deben tener capacidad para defender a la nación y garantizar la paz y la convivencia.
- Un poder judicial que asegure el cumplimiento de la ley y el juzgamiento de quienes la infrinjan.
- Alinearse con las naciones que comulguen con estos principios y con la paz y la cooperación, respetando los tratados internacionales que protejan a la humanidad y al planeta.
Desde luego estas son solo algunas de los propuestas que todos deberíamos abrazar, difundir y defender, porque sin ellas reinará el caos, que es precisamente lo que debemos evitar.
Pronto habrá comicios legislativos. Sería deseable que los contendientes confronten sus ideas y propuestas civilizadamente, sin agresiones, con diálogo sensato y cooperador y comprometiéndose a respetar los principios enunciados. Tal vez ello nos saque de la pendiente por la que nos deslizamos desde hace mucho tiempo.
por Guillermo V. Lascano Quintana